Hubo un tiempo en que soñábamos con huir hacia el norte, donde, como decía el poeta Salvador Espriu, “aseguran que la gente es limpia y noble, culta, rica…” aunque nunca cumplimos el deseo espriuano, heridos de amor por nuestra “pobre, sucia, triste, desdichada patria”. El mito del norte ha formado parte de los sueños emocionales y las utopías políticas, no en vano los países nórdicos han sido un paradigma de democracia sólida y sentido de la justicia.
Con todo, también en el paraíso hay infierno, y desde hace tiempo llegan noticias poco ejemplares, la mayoría vinculadas a la presión que ejerce el fenómeno islamista en el relato político. No es la primera vez, por ejemplo, que la comunidad judía sueca muestra preocupación por el creciente acoso que sufre, e incluso ha habido una reciente alerta por la ofensiva antisemita contra la comunidad en Malmöe, cuya antigüedad en la ciudad fecha de 1772, pero en riesgo serio de éxodo. La cantidad de declaraciones contra judíos, incluso por parte de líderes políticos que buscan el numeroso voto musulmán, se ha fusionado con un buenismo que tiende a atemperar el riesgo de la ideología islamista y lo camufla como una cuestión de multiculturalidad. Es decir, también en Suecia el buenismo se está convirtiendo en una postverdad que esconde el riesgo totalitario de algunas ideologías.
Con todo, hay comportamientos que agravan la indignidad. Es el caso del viaje de una delegación sueca a Irán para cerrar negocios económicos. Aunque el gobierno sueco se define como “el primer gobierno feminista del mundo”, la ong UN Watch ha denunciado la genuflexión de las ministras suecas, que se taparon todo el cuerpo para no herir a los ayatollas, y lo ha considerado “la marcha de la vergüenza”. La periodista iraní Masih Alinejad, exiliada en Londres, ha expresado la indignidad que representa preocuparse por la igualdad de género en Suecia y no hacerlo en Irán, y el exilio iraní ha expresado su condena. Es decir, la gran Suecia feminista, tolerante e igualitaria, se ha puesto de rodillas delante del petrodólar iraní, y por el camino se ha olvidado de las leyes represoras contra la mujer, la lapidación, los delitos de honor y la tiranía en el completo. El “primer gobierno feminista del mundo” de rodillas ante el islamofascismo.
¿Extraño? Indigno, preocupante…, pero no extraño. Hace mucho tiempo que se ha instalado el buenismo en la mentalidad progresista internacional, y sobre todo en los países nórdicos, donde los grupos islamistas se han convertido en un auténtico lobby de presión. Además, el feminismo que ha luchado en tantos combates, ha abandonado completamente la causa de la mujer musulmana, hasta el punto de que algunos sectores llegan a defender el burka. Si a todo ello añadimos el interés económico, que tiende a aniquilar la dignidad, la ignominiosa vergüenza está servida. Suecia está en el soñado norte, pero ya no es ninguna tierra prometida.
La Vanguardia
Autor: Pilar Rahola