Desde el 7 de octubre, fecha imposible de olvidar hasta hoy, han pasado once semanas de una guerra no buscada.
Una guerra defensiva ante el criminal ataque de Hamás.
Una guerra que el mundo condena a Israel utilizando el verbo asesinar.
Una guerra que no asesina sino que mata para destruir a terroristas.
Una guerra de un ejército que mata contra guerrilleros que asesinan.
Una guerra en la que los soldados israelíes avanzan en Gaza y todo es armamento camuflado en hogares y lugares públicos.
Una guerra que muestra al mundo un polvorín a cielo abierto y en túneles.
Una guerra desigual para la ONU e imparcial para la UNWRA.
Una guerra criticada cuando el mundo debe juzgar a Hamás por criminal con sus enemigos y el pueblo palestino desprotegido.
Una guerra de palestinos pobres y de guerrilleros con comida y defensa.
Una guerra sobre la tierra y un comando subterráneo.
Una guerra de soldados que matan y guerrilleros que asesinan.
Una guerra que busca a los que se esconden entre el pueblo para destruir a Israel.
Una guerra en la que paso a paso se verifica lo planificado para atacar.
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Una guerra que descubre los escondites perversos de pertrechos y granadas entre jardines de infantes y piezas de niños, incubadoras y cinturones explosivos para inmolarlos.
Una guerra que libra Israel para vivir lo que construyó y destruye a los que quieren destruirla.
Una guerra en la los periodistas muertos no fueron asesinados sino en un campo de batalla cubriendo las noticias en cumplimiento del deber.
Una guerra señalada de asesinar niños palestinos cuyos líderes son los asesinos abandónicos de sus vidas mientras los túneles son para jerarcas y entrenamiento.
Una guerra que no tiene el objetivo de ataques indiscriminados contra la población civil indefensa que se vio invadida por los terroristas así como en los hospitales y mezquitas.
Una guerra que internacionalmente ve el grado de perversidad de planificación de exterminio hacia Israel y solo reacciona contra Israel.
Una guerra que debería haber sido el ejemplo del mundo árabe de socorro, ayuda, traslado, techo, comida, asistencia y demás, pero esta guerra sigue siendo David Y Goliat a un alto costo porque el fin es no perdonar a Israel el haber construido un país y tener un ejército.
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Una guerra que se mete en los túneles de los cobardes incapaces de pactar paz a plena luz paz.
Una guerra que busca a los secuestrados y reivindica a los indefensos asesinados el 7 de octubre hace once semanas.
Una guerra que ya conoció el mundo del terrorismo ahora descubierto al rojo vivo de cómo se prepara para terminar con los infieles.
Una guerra para que el mundo decida…
Por Martha Wolff