Un sábado de abril de 1982, poco después de un sorpresivo desembarco del ejército argentino en las Islas Malvinas, un espacio comunitario de debate plantó la semilla de un hecho histórico: se propuso el viaje de un grupo de rabinos para asistir espiritualmente a los soldados judíos que se trasladaban al sur, en vísperas de los inminentes combates.
“Y si vos sos tan argentino, explicame: ¿Por qué no hay un capellán judío en el ejército?”, preguntó desafiante el rabino Marshall Meyer, un rabino estadounidense que vivió 25 años en Argentina, y que es reconocido internacionalmente por su lucha por los derechos humanos vulnerados por la dictadura militar que gobernó en Argentina entre 1976 y 1983, etapa en la que se desarrolló la Guerra de Malvinas. “Yo voy”, fue la respuesta del rabino Baruj Plavnick, asistente y discípulo de Meyer, que entonces tenía 30 años y con dos palabras cambió el eje de la discusión.
La escena transcurrió durante un “kidushito”, como en ese momento llamaban coloquialmente en la comunidad Bet El a las reuniones que se celebraban en la casa del rabino Meyer después de cada ceremonia de Shabat. Ese día la discusión diferenciaba dos bandos. Por un lado, aquellos que, como Meyer, consideraban que estaban en contra del desembarco en Malvinas porque era obra de un régimen que estaba asesinando a miles de compatriotas. Y otros, como Plavnick, ponían por delante el derecho argentino a la soberanía sobre ese territorio, que pertenece a la plataforma continental argentina y que permanece ocupado por Gran Bretaña desde 1833.
“No hay dudas de que era una dictadura represora, asesina y también antisemita. Pero las Malvinas son argentinas. Nací y me crié en este país, soy argentino, y defiendo el derecho de la nación argentina sobre el territorio y los recursos en el Atlántico Sur”, reivindica el rabino Plavnick en diálogo con Ynet Español.
Plavnick recuerda que, ante su respuesta, el contundente “yo voy”, Meyer se levantó de la ronda, se fue hasta su oficina y la treintena de personas presentes escucharon el diálogo telefónico que mantuvo con Nicanor Costa Méndez, ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la junta militar, a quien le pidió sin rodeos que autorizara el envío de un capellán judío a las Islas Malvinas.
Las gestiones demoraron algunos días y también involucraron a la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA). El resultado fue el permiso para que cinco rabinos de distintas corrientes viajaran al sur argentino para recorrer destacamentos del ejército y asistir espiritualmente a soldados judíos. Y que Plavnick, en representación del movimiento conservador, cruzaría a las islas para realizar la misma tarea.
“Es un hecho histórico”, lo define Hernán Dobry, periodista autor del libro Los Rabinos de Malvinas, que investigó lo que ocurrió aquellos días. “Los cinco rabinos viajaron en calidad de capellanes, una institución de jerarquía en las Fuerzas Armadas, que oficialmente hasta hoy está permitido sólo para católicos. Fue la primera vez que cumplió ese rol un hombre que profesa otra religión, y hasta hoy nunca más se repitió algo así”, describe a Ynet Español.
Cambio de planes
El 12 de mayo, cuando los combates ya habían empezado, el rabino Plavnick aterrizó en Comodoro Rivadavia, la ciudad costera del sur argentino que funcionaba como único puente aéreo del Ejército Argentino. Fue recibido y agasajado por personal militar jerárquico, en una ceremonia retratada por la gran cantidad de periodistas de todo el país que cubrían las alternativas de la guerra desde allí, ante la imposibilidad de volar hacia las islas.
Pero, a pesar de los honores de la recepción, Plavnick admite que tenía un poco de miedo. “Sentía que estaba entrando en la boca del lobo”, afirma y explica por qué lo invadía esa sensación al iniciar una convivencia con el ejército: “En la comunidad Bet El, y Marshall Meyer en particular, estábamos muy comprometidos por la lucha por los derechos humanos, causas que estaban en una confrontación abierta y radical con la dictadura militar que gobernaba en Argentina. Participamos en marchas, éramos la rama judía de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos…”
Entonces, ¿por qué el Ejército Argentino aceptó a los rabinos? “Para mí los militares recibieron a los rabinos por un tema de imagen, para mostrarse abiertos y plurales durante la guerra”, opina Dobry. El rabino Plavnick está de acuerdo: “Nosotros hicimos esa evaluación, pero no fuimos por una cuestión política, sino humanitaria con las decenas de chicos judíos que estaban en el sur”, explica.
Mmm que raro
Era Shabat, estaban en la casa del » Rabino» Marshal Meyer luego del rezo en el templo y este » Rabino » luego de la charla se levantó e hizo una llamada telefónica….
Cómo es eso?
Y la santidad del Shabat?
No se uriliza el teléfono a menos que sea para salvar una vida o una emergencia similar.
Podría haber esperado a culminar el Shabat.
Ahí está la respuesta a muchas preguntas a cerca del reformista Marshal Meyer.
Todo lo demás parece perfecto el viaje de los emisario judíos.
Pero…. una lástima su reforma al judaísmo.
Solo trajo mucha asimilación.