Israel 67. Por Marcos Peckel (Vicepresidente del Congreso Judío Mundial)

Este  23 de Abril de 2015, de acuerdo con el calendario hebreo lunar, el Estado de Israel cumplió 67 años de existencia, desde aquel 14 de Mayo de 1948, en que David Ben Gurión, su primer primer ministro declarara la independencia del Estado judío.

Todo había comenzado en 1897 en la ciudad suiza de Basilea donde convino el  primer  congreso sionista, que congregó representantes de comunidades judías de todo el planeta. El término Sionista hace alusión al monte Sion, una pequeña colina a la afueras de Jerusalem que con el tiempo se convirtió en sinónimo  de  “tierra de Israel”.

El proyecto sionista era a  todas luces descabellado: crear un Estado judío en la tierra ancestral, revivir la lengua hebrea tras dos mil años de desuso, fomentar la emigración de judíos a una región sin fuentes   económicas y obtener apoyo diplomático a la idea. Frente a  estos complejos desafíos,  el movimiento sionista, una de las primeras grandes ONGs, fue muy exitoso, especialmente en  obtener el apoyo diplomático al derecho del pueblo judío a su autodeterminación nacional en su Estado propio, consignado en el texto del mandato británico en Palestina, otorgado a Inglaterra por la Liga de las Naciones, organismo que encaraba la legitimidad internacional surgida tras la primera guerra mundial.

Israel finalmente  nace el 14 de Mayo de 1948, declarando su independencia con base en la resolución 181 de la Asamblea General de Naciones Unidas que establecía la partición de Palestina en dos Estados, uno para los judíos y otros para los árabes. La guerra que al nuevo estado le declararon los países árabes, eventualmente derrotados, impidió la creación del Estado árabe-palestino, lo que  hasta el sol de hoy  y a pesar de múltiples   procesos de paz y negociaciones, no  se ha podido lograr.

En sus  67 años  Israel ha absorbido millones de emigrantes  de  más de 100  países, incluyendo las grandes olas migratorias de judíos provenientes  de Marruecos, Irak, Yemen,  Ex Unión Soviética y los judíos negros de Etiopia.

Tres universidades israelíes están entre las 100 mejores del mundo. El país ha ganado doce  premios Nobel, ocho en ciencias,  está a la vanguardia global de la innovación en áreas como telecomunicaciones, agricultura, medio ambiente,  energías alternativas, desarrollo médico y farmacéuticos y el país  se ubica entre los primeros 20 en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU.  Israel es  una democracia vibrante, incluyente, participativa y  ejemplar  en una región donde la democracia es un lujo.

Inventos que cambiaron nuestras vidas como el WIFI, la mensajería instantánea,  microprocesadores y la USB surgieron en laboratorios de este pequeño país de 20 mil kilómetros cuadrados que además tiene una reconocida industria militar y ha desarrollado grandes plantas de desalinización para   potabilizar el agua de mar en una región de escasos recursos hídricos.

Como inesperado colofón  Israel comenzó hace  un par de años la extracción industrial de  gas de   grandes yacimientos en el mediterráneo que le traerán a la vuelta de unos años independencia energética.

Cabe destacar  las estrechas y crecientes relaciones que Israel mantiene con los grandes países  de Asia;   China, Japón, Corea del Sur, India y Vietnam,   además de sus aliados tradicionales en Europa y las Américas y tras sobrevivir guerras convencionales con sus vecinos árabes,  Israel mantiene estratégicos acuerdos de paz con Egipto y Jordania.   Israel  es  miembro de la OCDE y fundador del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura promovido  recientemente  por China.

Sin embargo  Israel como cualquier país, enfrenta   falencias, desafíos y nubarrones. Una sociedad  dividida entre religiosos y laicos, una desigualdad social que  condujo  a gigantescas protestas en el verano de 2011 y una minoría árabe, 20% de la población, que a pesar  de gozar de todos los derechos  como ciudadanos, tiene camino por recorrer especialmente en su  participación  en las instituciones y dignidades del estado.

Israel enfrenta   la  constante amenaza  de guerras no convencionales por parte de actores no estatales como Hezbollah y Hamas, apoyados por Irán, país que ha  reiterado su objetivo de eliminar al Estado Judío.    

Finalmente, la principal asignatura pendiente de Israel para lograr su definitiva inserción en la región,  es  lograr la paz con el pueblo palestino. Los palestinos  tienen  derecho a su dignidad, independencia y  su Estado propio en Cisjordania y Gaza.

Lamentablemente las perspectivas de un acuerdo de paz son minúsculas, por la perniciosa división palestina entre Hamas y Fatah, la complejidad de los temas  de la negociación y la  vorágine en que se  ha convertido la región  tras el  estallido de la “primavera” árabe con sus nefastas consecuencias.

Fuente: Prensa Congreso Judío Latinoamericano. Nota escrita por Marcos Peckel, vicepresidente del Congreso Judío Mundial

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