En nuestro país (y supongo que en muchos más) estamos acostumbrados a que la televisión y los medios en general se pueblen últimamente de “celebrities”: gente que se ha hecho famosa no por su trabajo (como artista, político, deportista, etc.), sino por haber pasado una noche loca con el primo del cuñado de la hija de un famoso de verdad. Miles de adolescentes despistados sueñan con la trascendencia mediática inmediata (y los consiguientes beneficios económicos y de vanidad que acarrean). Sin embargo, en algunas partes de este mismo mundo, las paredes de las habitaciones infantiles y juveniles no muestran la foto del grupo musical, cantante, deportista o modelo de moda, sino imágenes de asesinos resaltando los colores rojo de la sangre, verde del Islam y negro de la oscuridad de sus almas.
Son los shahid, concepto mal traducido como mártir, ya que esta palabra define a la persona que muere o padece en defensa de su creencia, convicción o causa, pero no a quien lo hace causando la muerte o padecimiento a los demás. Es más: si pueden, estos “valientes” luchadores, escurren el bulto, ya que su ideología permite y promueve la mentira con tal de conseguir su objetivo de anular al otro. Véase el caso de uno de los atropellos con posterior acuchillamiento en Israel, cuyo autor señaló que no pretendía matar a nadie. ¿A que usted también conduce con un cuchillo de grandes dimensiones al lado del asiento?
Al shahid (o asesino en serie por ideología inducida con mentiras) se le promete un paraíso con muchas vírgenes, al que aspiran incluso mujeres-bomba, niñas-objeto y vírgenes-terrenales. Saben que sus fotos ilustrarán los cuadernos de sus compañeros de clase, que le darán su nombre a una plaza o calle que nadie asfaltará (porque las ayudas económicas de nuestros impuestos europeos, entre otros, irán directamente a las manos privadas de sus dirigentes en unos paraísos en los que no existen vírgenes sino cuentas numeradas). Siempre enmarcados en la policromía del rojo, verde y negro, y haciendo con los dedos la señal de la V, para ellos una letra extranjera, que simbolizaba la victoria anhelada sobre las fuerzas del mal, el totalitarismo y el terror que ahora proponen.
En algo sí se parecen a nuestras mucho más pacíficas “celebrities” de tres al cuarto: sus actos son recompensados económicamente, con hasta 4.500 dólares mensuales (un sueldo en varias magnitudes superior al de cualquier trabajador de su entorno), dependiendo de la cantidad de vidas judías que se hayan cobrado: a más, mejor; a más débiles (bebés, ancianos), más impacto y remuneración. Son el sueño de muchas madres que hace tiempo han perdido su instinto de protección y amor a la vida en pro de la falsedad y el odio para someter al mundo.
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad