Sigue el mundo montado en la calesita del odio hacia Israel. El odio y la indiferencia del mundo árabe hacia los palestinos no son importantes.
Lo puntual es que Israel los mata y los condena al hambre y a la ambulación.
Esos dos trozos de tierra uno al lado del otro son dos historias a la que al mundo solo le interesa una, y es Gaza.
Gaza que en vez de haber sido un proyecto de vida se convirtió en un arsenal cuyos comandos en hospitales, casas, escuelas y túneles no han dejado lugar sin fabricar armas, esconder material bélico, almacenarlas o camuflarlas. La colección de cuchillos para matar como arma accesoria y de la época de las cavernas completan el set para asesinar judíos. Ese plan en el que la gente común padece hambre porque la fortuna invertida para la destrucción de Israel es más importante que las personas, sus hijos y sus hombres.
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Las fuerzas de defensa de Israel en cada paso que dan encuentran armamento y mucho dinero que son los sueldos para los sicarios ya que los terroristas de Hamás los enrola porque es el único empleo que ofrecen a los palestinos desocupados. Para ellos la tierra subterránea se ha convertido en su cuartel y los hospitales de centros de refugio y acción.
La capacidad que ha tenido Hamás de planificar semejante obra del terror dará argumento para una película o una serie y para la deformación que la opinión pública que tiene falencia cultural para comprensión de los hechos. Indudablemente la difusión en los medios de difusión de tanto material de guerra y de violencia por falta de conocimiento deforma la realidad. A esto va agregado la unilateralidad de la enseñanza de los Derechos Humanos, el viejo antisemitismo milenario y el antisionismo moderno señalado de invasionista y asesino.
Las razones de su accionar no importa. Imperdonable que sea la respuesta al ataque permanente de su seguridad, cielo plagado de cohetes y violación de sus fronteras y habitantes.
Lástima que no se vuelven a pasar los documentales que muestran todo lo que Israel dejó en Gaza para su progreso y Hamás lo destruyó.
Una lástima que la locura del odio sea la moda. También es una lástima que los desplazados por la invasión criminal no les interese al mundo porque Israel se ocupa de darle refugio y comida.
Es una lástima que las mujeres del mundo no se hayan sentido también violadas y masacradas ante tanta barbarie.
Lástima que los niños degollados no sean un toque de atención internacional por el futuro por el islamismo extremo.
Lástima que a nadie le importe la vida del otro. Como escribió Josephine Baker en el libro su vida de mujer negra discriminada al decir que la mundo habría que hacerle un transfusión interracial y xenofobia para apaciguar su ira.
Cuando esta guerra defensiva termine sabremos mucho más de lo que pasa y pasó del otro lado de la frontera. Las ruinas de hoy fueron la búsqueda de los cobardes que se mezclaron con el pueblo que también aplaudió el 7 de octubre.
Martha Wolff. Periodista-Escritora