Januká del año y pasado y de este fue y será luz para iluminar a los rehenes 7/10.
Las velas encendidas serán mechas de esperanza.
Las ceremonias se convertirán en oraciones para pedir por ellos.
Los brazos de las janikiot se extenderán hasta sus refugios para alumbrarlos.
Los túneles recibirán el resplandor de ruegos por sus vidas.
Los custodios se enceguecerán por los rayos de fe que emiten cada una de las velas que se prendan.
Los enemigos sentirán que las llamas claman por su libertad.
Januká como siempre en la guerra y en la paz es la luz ante el oscurantismo.
Los rehenes condenados tienen candentes su ser judíos en sus corazones.
Los macabeos del mundo están luchando contra los sombríos espíritus.
Los ocho brazos y el noveno el shamash, simbólicamente, son los meses de la gestación de la vida hasta el alumbramiento del templo profanado.
Las janikiot vistas desde el espacio señalarán a los judíos en celebración de aquel triunfo de pocos ante muchos, de la independencia ante la el avasallamiento rogando que pronto se repita ese milagro.
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Januká es un faro en medio de tanta de neblina internacional para disipar las sombras del odio.
La llama de nuestra historia nunca se apagó.
Las velas encendidas imaginarias por los rehenes serán como zarzas ardientes que los terroristas de Hamás no pudieron apagar.
La fiesta de Januká es la fiesta de ese candelabro de ocho brazos y el central que van día a día sumando su poder de iluminación, generando una sucesión de bujías de fuego entre el amarillo ardiente de su cuerpo y su centro celestial azulino avivadas por el eterno viento de la tradición.
Todo judío que encienda su Januká alumbrará a los capturados en los túneles condenados a no poder elevar su mirada al cielo para ver la luminiscencia divina del misterio de la creación.
Gracias brazos de la janukía por abrazarnos siempre en la lucha por la Independencia y la Libertad y hoy más que nunca.
Martha Wolff