Se cumplen cien años del Genocidio Armenio y 70 años de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, y con ella de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, escenario emblemático que representa la perversidad del Holocausto del pueblo judío en manos del nazismo como actor principal y la complicidad de muchos, tanto desde el silencio o de la acción misma.
El 19 de abril el pueblo judío en todo el mundo (en la Argentina ha sido el 21 de abril) recordó el holocausto. El 24 de abril el pueblo armenio ha sido el que recuerda y rinde tributo a sus mayores, víctimas de la persecución y la matanza en manos del gobierno turco de entonces y clama una vez más por el reconocimiento justo y necesario. Reconocimiento que permita luego la reconciliación y la calma que solo la justicia puede brindar.
Las memorias siguen siendo dolorosas y generan conflictos mientras no se haya recorrido el camino de investigar, educar y honrar. También, lo que debe hacerse, porque no hay jerarquía de sufrimientos, es poder incorporar el sufrimiento del otro para alcanzar la reconciliación.
La memoria es un ejercicio dinámico y profundo que va más allá del recuerdo. Debe obligar una y otra vez a formularnos preguntas. Nos debe llevar a un diálogo permanente entre el pasado y el presente. Nos obliga a superarnos como individuos y como sociedad. Nos obliga, así, a preguntarnos, una y otra vez, cómo fuimos capaces como hombres de tanto odio y tanta muerte; cómo fuimos y podemos ser capaces de ser indiferentes ante el dolor del prójimo en el pasado y en el presente; cómo pudimos ser capaces de distorsionar la historia cuando no ignorarla y negarla en función de intereses injustificables; cómo poder vivir sin la disculpa y el reconocimiento al otro y de su dolor.
En mayor medida en el pueblo judío, y en mucho menor en el pueblo armenio, nos acompañan aún sobrevivientes vivos de aquellos días crueles. Y a ellos debemos reconocerles el aporte invalorable que le han dado a la humanidad al hablar, al narrar y al dar testimonio. El silencio nos hubiera hecho un daño inmenso, como nos lo haría el callar por pensar que son cosas del pasado. Por ello se nos impone pensar, reflexionar, imaginar y comprometernos con el desafío de enseñar sobre el holocausto y el genocidio armenio.
Cuando vemos el antisemitismo presente en el mundo, cuando vemos el avance fundamentalista que mata y masacra en nombre de la fe y de una superioridad política y religiosa, cuando el negacionismo hiere y ofende frente al vergonzoso silencio cómplice de muchos, cuando somos testigos de la intemperancia y la violencia institucional como constantes en nuestra vida diaria, debemos preguntarnos, sin vergüenza, cuánto hemos aprendido, cuánto y cómo hemos enseñado y qué debemos hacer.
Fuente: Clarín
Autor :Claudio Avruj
Claudio Avruj
(Subsecretario de Derechos Humanos y Pluralismo
Cultural, Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires)