Ethel Barylka Katz nació en la Argentina en 1961 y reside en Israel hace más de tres décadas. En el Estado Hebreo se graduó en la carrera de Literatura Hebrea y Filosofía de la Universidad Hebrea de Jerusalén, dónde también obtuvo un máster en Judaísmo Contemporáneo. Barylka estuvo en la Argentina y en otros países de Latinoamérica para presentar su nuevo libro «Judaísmo en Femenino» de la Editorial Nagrela Editores. El libro busca reencontrar la «voz femenina» en los textos sagrados: la Torá, el Talmud y el Antiguo Testamento en un mundo donde la mujer está buscando tener más trascendencia y presencia en el judaísmo normativo u observante, como lo explica la entrevistada en el reportaje que le realizó VIS A VIS a la autora.
– Recuerdo que en su paso por Buenos Aires me impactó su discurso feminista, pero desde un punto de vista del judaísmo normativo, como le gusta definir al judaísmo ortodoxo…
– “Judaísmo ortodoxo” es un concepto muy amplio que comprende en sí a todos los sectores que deciden vivir conforme a lo determinado por la Torá escrita y oral y a los códigos de la halajá como el Shulján Aruj y la Responsa Rabínica que continúa en nuestros días. Prefiero hablar del judaísmo normativo porque ese es el común denominador de todo ese amplio sector del judaísmo, que está matizado por sectores que aplican esas normas de no siempre de la misma manera.
– ¿Por qué decidió tomar esta causa como propia?
– Como soy un ser humano, puedo hacer propio aquel refrán latino «nihil humani a me alienum puto”. «Soy un hombre, nada humano me es ajeno». Lo que traduzco “soy una mujer, nada humano me es ajeno”. Obviamente me son cercanos los temas que afectan a la mujer y en particular a la mujer judía que recién ha comenzado a tomar consciencia de sus necesidades y como resultado de su aprendizaje, comienza a exigir el espacio que la misma norma le da y que fue olvidada por largos siglos de silencio que fue ocupado por la voz masculina.
– El judaísmo es patriarcal, ¿Cómo se puede aplicar su visión de la incorporación de la voz/presencia femenina a este modelo que tiene miles de años?
– El judaísmo al igual que las otras culturas, credos monoteístas y la mayor parte de las civilizaciones fue modelado, en la ausencia o la presencia silenciada de la mujer, exclusivamente por hombres. Así sucedió con la economía, la educación superior, la política, la administración pública y las fuerzas armadas. En nuestro tiempo, los varones no tienen más remedio que renunciar a parte de esa hegemonía. En parte porque necesitan de la mujer en todos los órdenes de la vida y porque las mujeres han adquirido la fuerza que les concede el estudio y la militancia para hacer su propio lugar. A ello ha contribuido su propia relectura de los textos raigales que siempre le dieron un espacio mayor que el que socialmente pudo ocupar. Hoy día particularmente en Israel y en los Estados Unidos, crece exponencialmente la cantidad y la calidad de los estudios de la Torá, la filosofía judía, la Halajá y el Talmud de las mujeres y ya nadie puede parar el fenómeno. Por ello y como reacción, se oye más que en el pasado el grito misógino de aquellos que temen verse desplazados de sus lugares de influencia y poder.
– ¿Qué perdió el judaísmo y la Humanidad con la aparición tardía de la voz de la mujer?
– Todos perdieron por la exclusión del aporte de la mitad de la humanidad, también los hombres. Eliminar prejuicios y modificar paradigmas sólo puede ser visto como una bendición. Los prejuicios androcéntricos y sexistas mutilaron la posibilidad de fecundar el conocimiento y la vida. Siempre hubo, en el judaísmo y fuera de él, quienes se opusieron a la idea absurda de que se les negara el derecho que tiene todo individuo de aprender y acceder a los conocimientos acerca de la realidad circundante. No olvidamos que es hasta la primera mitad del Siglo XVII, que se “les autoriza” a las mujeres poder acceder a la educación elemental, pero ya en ese entonces, las mujeres judías habían accedido a la alfabetización, mucho antes, que los pueblos donde residían. A veces perdemos las proporciones y el encuadre histórico. Durante el período franquista en España las mujeres no podían tener cuentas bancarias… y las mujeres suizas ¡recién lograron el derecho a voto en las elecciones nacionales en 1971! Ya no tiene mucho sentido pensar que se perdió sino trabajar duro para que no se siga malgastando el sentir, el pensar, el crear, de la mitad de la humanidad.
– ¿Qué opinión le merecen las rabinas mujeres? ¿Considera que están teniendo mayor preponderancia en el judaísmo normativo?
– Primero deberíamos aclarar a que nos referimos con el término rabino. Si definimos el término rabino tal como se ha comprendido en el judaísmo clásico, como “un maestro de Torá y de la norma”, siguiendo la figura comenzada a usarse con Yojanán ben Zakai, a principios y mediados del siglo I, no hay razón por la que no se puedan ordenar mujeres –cosa que ya en ciertos grupos de la ortodoxia moderna se está haciendo como mujeres “instructoras de la Ley”. Sin embargo, si definimos el término rabino como quien conduce a la congregación durante el ritual sinagogal, es más difícil concebir que la mujer busque ocupar ese rol ya que las limitaciones derivan del espacio masculino en el que se desarrollan. Sin embargo, no hay impedimento para que una mujer pueda hablar desde el púlpito sea rabina o no.
El éxito que están teniendo esas líderes halájicas demuestra su necesidad. En Israel mujeres recurren a mujeres para consultar la Halajá en lo referido a la pureza de la familia y ello es aceptado prácticamente por todos los sectores, pero no sólo a este ámbito se circunscribe las respuestas halájicas de estas asesoras. Cada vez más sinagogas, particularmente de la ortodoxia sionista invitan a mujeres a dar clases en el templo, y hay quienes, junto a la figura del rabino hombre, nombran oficialmente una «líder espiritual mujer» que desarrolla una función muy importante para toda la congregación.
– ¿Qué opinión le merece todo el movimiento que se está generando en el mundo a partir del «MeToo»? ¿Cómo está impactando este tema en Israel?
– La posibilidad de denunciar judicialmente a personas que cometieron abusos sexuales es una bendición que hará que muchos piensen dos veces antes de causar daño a un ser con sus conductas improcedentes y desconsideradas que pueden ser tratadas como delito y castigadas en los tribunales y en la sociedad. La denuncia tiene también un carácter educativo fundamental al pasar un mensaje claro a la sociedad en su totalidad, que estos actos no pueden quedar impunes. Muchos de esos abusos se cometen también contra jóvenes de género masculino y recién ahora se rompe el pacto de vergüenza y silencio y comienzan a tomarse medidas. También en Israel este movimiento está marcando camino.
– En su libro en ningún momento se autodenomina feminista, habla de «judaísmo femenino» ¿Por qué?
– El libro se llama «Judaísmo en Femenino» porque la idea es proponer una mirada que abarca al judaísmo a partir de la experiencia vital de la mujer. Encontrar el camino de nombrar a Dios y de servirlo a partir de una voz, un ritmo y un tono propio. Está más allá o más acá del tema del feminismo. El último capítulo del libro «Hacia un nuevo paradigma» incluye el tema del feminismo. Me considero feminista, cuando el desafío es justamente conjugar esa visión de mundo con la visión de mundo del judaísmo halájico, de eso se trata. El conjunto de reivindicaciones que hacemos las mujeres varió en función de las necesidades acorde al momento histórico y social en el que vivimos. Ello provoca la necesidad de una redefinición constante del feminismo, y en nuestro caso una nueva constante del judaísmo, ya que la inclusión de la mujer no es un tema que le atañe sólo a ella sino que reta y desafía tanto el lugar del varón como la relación de los géneros. En definitiva, la inclusión de la mujer es un recorrido que debemos hacer hombres y mujeres que buscamos formar parte de un judaísmo vital.
– Por último, ¿qué conclusiones saca de su larga gira de presentaciones de su libro y de sus abundantes apariciones públicas ante públicos diversos en España, México, Argentina, Uruguay y Chile?
– Han pasado ya unos meses desde que comenzara la visita a los diferentes países. La experiencia por un lado ha sido sumamente enriquecedora y aleccionadora, he podido conversar mano a mano con personas que normalmente lo hago por mail y he podido sentir los diferentes públicos, tanto en el ámbito secular como en el religioso. En general ha habido una gran receptibilidad al libro y a mí, aunque no carente de temores y resistencias. Por supuesto, hubo también quienes no se animaron a entrar en un tema tan cargado, pero fueron los menos. En general sentí mucha sed de estudiar y me encontré con muchas mujeres que dijeron sentir que alguien les había puesto voz y ese es el mejor logro, junto al fenómeno de haber expuesto fuentes talmúdicas, midráshicas y filosóficas que muchas mujeres judías no habían conocido.
Dos cosas me quedan como preocupantes, la necesidad permanente de etiquetar y ubicar al otro, en este caso a mí, en una casilla conocida, y el temor. Un temor profundo a ser criticado por el grupo de pertenencia. Temor de judíos y judías observantes ante la posibilidad de un pensamiento divergente al de su líder y temor de los judíos y judías seculares ante la posibilidad que el establishment no los considere parte… El miedo me ha causado una profunda tristeza. Mi mirada hacia el judaísmo es una mirada de alegría y amor, y no puedo ni imaginar el judaísmo por temor… miles de jóvenes crecen alienados de su propio judaísmo, unos por llevarlo a extremos de temor que nada tienen que ver con la esencia misma de la Torá de Vida y otros por desconectarse totalmente con el legado de su pueblo. Es hora de llamar a las mujeres de regreso a casa y con ellas, creo, podrá traerse una voz humana que refleja, en definitiva, la Imagen de Dios.