Alejandro Roisentul, médico argentino israelí que atiende heridos sirios en un hospital de Safed, habló en exclusiva con Vis á Vis por Radio El Mundo – AM 1070 sobre su tarea humanitaria, por qué decidió irse a vivir a Israel y, precisamente, en una zona que está constantemente en conflicto, cómo es el manejo con los pacientes y la sensación de haber recibido un reconocimiento en la Legislatura Porteña como personalidad destacada.
Roisentul inició la charla sobre su llegada a Israel y cómo se compone su familia: “Estoy desde 1989 en Israel después de haber terminado la carrera de odontología en la facultad en Buenos Aires. Con mi mujer Juliana decidimos casarnos en marzo de ese año y hacer aliá, venir acá para poder estudiar, entre otras cosas. Hoy ya tenemos tres hijos israelíes que son grandes. Estoy trabajando, luchando, instalados en el Noroeste del país”.
Luego explicó por qué vive en una zona de conflicto y atendiendo en un hospital de refugiados sirios: “Uno lo hace por servicio a la sociedad, a la comunidad, como siempre me gustó hacer. Uno va donde cree que tiene que estar, aunque eso signifique estar lejos del centro del país y de los hospitales privados donde se puede hacer mucho dinero. A mí el dinero nunca me llamó la atención como una meta. Mi meta es ser buen médico, buena persona, buen cirujano, ayudar a la gente, y también eso lo compartí con mi mujer Juliana y mis hijos. Siempre nos dedicamos a ver un poco más allá de nuestro ombligo y de nuestro bienestar privado, que eso es algo que no dura mucho. Acá caímos bien en el Norte de Israel, en un hospital de frontera, a 40 kilómetros de Siria, a 10 kilómetros del Líbano, y la vida nos trajo acá y decidimos que había que hacer algo en esta zona. Lo que decías con lo que pasó con los sirios fue mucho más tarde. Uno a veces cuando pasan esas cosas dice ‘todo el tiempo que estuve acá, que trabajé durante 20 años en un hospital y que fue distinto a lo que está pasando ahora, menos mal que estuve acá’. Uno es un poco creyente y me estuve preparando para estar en ese momento. Estoy en el Hospital Ziv de Safed hace 20 años, y los últimos fueron un poco movidos desde la guerra en Líbano en 2006. Fuimos bombardeados en el Líbano y en el hospital recibimos varias bombas. Fueron 40 días y durante una liberación muy fuerte atendí heridos en peligro de vida. Desde el 2013 estoy con el tema de los sirios que un poco nos cambió la vida y la forma de ver las cosas. Son todas vivencias que el equipo médico, el hospital, el gobierno y el Ejército de Israel van aprendiendo. Fueron cosas muy nuevas. Israel vivió muchísimas cosas, muchísimas guerras”.
“Durante cinco años Israel hizo un sistema de entrada y salida de refugiados sirios que anduvo en coordinación con el Ejército que está en la frontera. Hay un portón y el límite está completamente cerrado. De Siria a Israel venían los sirios como podían. No tienen una organización especial. En los primeros dos años hubo un hospital de campaña para fijarse lo que había que hacer. Los sirios llegan caminando a Israel y golpean la puerta del hospital. Están todo el tiempo contenidos por el Ejército, los traen en ambulancias hacia el hospital que ya los recibe y están internados en los mismos lugares que los ciudadanos israelíes, en el mismo piso con la misma atención. Una vez que ellos se curan y los pasamos a cirugía, que están durante 3, 4 o 6 meses, el Ejército combina cómo van a volver a ir y son llevados nuevamente a la frontera. No hay una combinación con el gobierno de Siria. Los médicos no coordinamos lo que pasa después sino nos preguntan cuándo les podemos dar el alta. Está todo bien organizado y no veo problemas en ese sentido”, expresó acerca del manejo con los heridos sirios.
- ¿Cuál es su sensación cuando atiende a un ciudadano sirio y qué respuesta recibe del paciente?
- “En la vida hacemos filosofía. Si uno viene a la vida a disfrutar o a hacer algo, pienso que la visión nuestra por lo menos la mía personal es hacer algo que me reconforte, algo que cada día me levante y diga ’Ayer hice algo bueno’. Y más allá de si lo disfruté o no. Pienso que disfrutar es ver a un niño de 6 años, 8 años, que lo trataste y le estás dando amparo. La guerra puede durar una semana, un mes, lo que sería ‘vacaciones’, lo que es su situación de guerra en Siria y el peligro constante de muerte que tienen en el otro lado. Tenés que mostrarle a ese chico de 5, 6 años que existe otra vida distinta, que merece vivir, y aunque le hayan dicho que Israel es un país enemigo y que creen somos malos, ya se dieron cuenta que acá el equipo israelí tiene médicos, paramédicos, enfermeros, enfermeras, y todos los que trabajan en la salud los recibimos con mucho amor y sin ningún resentimiento. Al contrario, estamos tratando de mostrarles que el mundo es distinto y darles esperanza de que en el futuro esto va a terminar y tener una vida normal, van a poder ir al colegio y jugar a la pelota como cualquier niño del mundo”.
También se refirió a la conexión que genera con sus pacientes, más allá de la barrera idiomática que pueda existir: «En una época teníamos gente que traducía. Acá vienen médicos y enfermeras árabes que producen constantemente problemas de comunicación. Cuando te miran a los ojos vos entendés si la persona está agradecida o no. No tuvimos grandes charlas y ellos tienen sus miedos, si confiar o no confiar en mí. Pero a la larga el paciente sabe que se va a ir al otro día, te quiere abrazar y no sabe si lo vas a rechazar o no. De repente le das la señal con la mirada de que podés darle un abrazo. Ese es el momento que yo disfruto. Disfrutar al ver a esos chicos que vuelven y están contentos y se dieron cuenta de que las cosas pueden ser diferentes”.
“Sorprendentemente no recibí ningún tipo de comentario de mis colegas en todo el país sobre lo que hago. En la sociedad israelí está bien aceptado hacer bien las cosas por los demás y por el prójimo. Es muy especial. Acá hay mucha educación y tradición de hacer cosas por la sociedad. Fíjate vos que están los grupos de médicos del Ejercito israelí preparados día y noche para salir en cualquier desastre que pasa en el mundo, como lo que paso en Haití, India o México. Los primeros equipos que están de rescate son israelíes. Eso está en las raíces de esta sociedad”, comentó el médico.
- En su última visita a la Argentina recibió un reconocimiento en la Legislatura Porteña como personalidad destacada y dialogó con instituciones y dirigentes. ¿Encontró receptividad?
- «Recibí mucho cariño, mucha aceptación de todas las organizaciones que me invitaron. También de organizaciones judías, estatales, nacionales. El premio que recibí como Personalidad Destacada en el ámbito por los Derechos Humanos fue muy fuerte para mí. Cuando entré a la sala estaba la bandera Argentina e Israel juntas y se me cayó una lágrima. Tener el orgullo y el honor de que el embajador de Israel estuvo presente y el ministro de Derechos Humanos. Es muy importante para la Argentina reconocer actos humanitarios de médicos que dan la vida. Uno dedica su vida para estas cosas. Israel está muy afiliada a la Argentina. La comunidad Judía en Argentina es muy grande y muy fuerte. Esto nos une mucho».