Hay alimentos que simplemente por nombrarlos, parecen engordar. El pan o el azúcar, parecen privativos cuando de lo que se trata es de perder peso, ¿una fama inmerecida? Una buena combinación de los alimentos, incluso de aquellos que se piensa que engordan, puede hacer que se disfrute de todos ellos, sin poner en peligro una dieta equilibrada o el cuidado de la figura.
Uy, no, eso no, que engorda una barbaridad. ¿Cuántas veces escuchamos esa frase en forma de lamento? Son muchos los casos en los que se presuponen las virtudes o defectos de numerosos alimentos. Lejos de la realidad, cabe desmitificar muchas de las leyendas que sobre el peso existen. Y es que el saber popular, tantas veces sabio aunque no en esta oportunidad, hace que muchas verdades a medias, vayan convirtiéndose de boca en boca, en certezas absolutas de las que nadie duda. La carrera por cuidar el cuerpo, lleva en la mayoría de las ocasiones a adoptar dietas que carecen de fundamento científico.
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La polémica del agua. Uno de los mitos más extendidos, habla sobre el agua entre las comidas. El agua no puede engordar ni antes ni después de la comida porque no tiene ni una caloría. En lo que al agua mineral respecta, no tiene cualidad especial alguna para regular el peso, simplemente ofrece un sabor peculiar por los minerales que contiene. Pese a que un litro de agua, pesa un kilo, los riñones eliminan por la orina el líquido que sobra junto con otras sustancias.
Pan blanco. Sin duda, es el alimento más maltratado por estos conocimientos oficiosos. Con frecuencia se le otorga un excesivo aporte calórico, que en realidad se debe a lo que acompaña, salsas, embutidos… 100 gramos de pan blanco aportan apenas unas 250 kilocalorías.
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Pan tostado. Otro mito erróneo, afirma que el pan tostado engorda menos que la miga, lo cual no cierto. La miga contiene más agua, por lo que presenta un aspecto esponjoso. En igualdad de peso, la corteza tiene mayor aporte calórico que la miga, 100 gramos de pan tostado contienen 350 kilocalorías. Lo que si hace el pan tostado, es producir una mayor sensación de saciedad. Un buen aporte, es el pan integral, que aporta una cantidad extra de fibra, minerales y vitaminas del grupo B.
Azúcar. Parte de la mala fama que al azúcar se supone, tiene su relación con caries, la obesidad o la diabetes. También se la une, a bollos, pasteles y chocolates, alimentos cuyo principal aporte calórico proviene de las grasas con que se elaboran y no tanto del azúcar. Aparte de la sacarina, la miel, también puede utilizarse como sustitutivo para endulzar, ya que tiene menos calorías, 300 por cada 100 gramos, por las 400 del azúcar, siendo además la primera, más eficaz para este fin, si se utiliza la misma cantidad.
La papa. Goza de una inmerecida mala fama ya que, en realidad, contiene entre un 75 y un 80 por ciento de agua. La papa es un alimento que sólo aporta 85 kilocalorías por cada 100 gramos. Esto significa que tomadas cocidas tienen menos calorías que un bifecito de ternera, un yogur entero o un vaso de leche. Lo que sí engorda, son las salsas que las acompañan, o el aceite, cuando se comen fritas.
Aceite. En contra de lo que aseguran las creencias populares, el aceite aporta las mismas calorías frito que crudo.
Una cerveza “sin alcohol”. Con una graduación inferior a un grado, proporciona entre 40 y 80 kilocalorías. Se trata de una bebida con alto contenido en fósforo, sodio y potasio, pero que debe tomarse con precaución en los casos de diabetes, hipertensión o insuficiencia renal.
La tónica. Contiene las mismas calorías que los refrescos, fundamentalmente por los hidratos de carbono en su composición. Cada 200 ml contienen de 80 a 150 kilocalorías. El sabor amargo no tiene que ver con su aportación calórica, sino con la quinina y los extractos que se le añade.
El epígrafe Light. Aglutina todo un mundo de alimentos en algunos casos hipocalóricos y en otros sólo ligeramente rebajados. Que un producto sea light o dietético, sólo significa que tiene menos grasas, sales o azúcares, lo que no implica que posea menos calorías. Además, por más dietético que sea un producto, si se consume en abundancia también engorda.
Comer bien no significa comer hasta el hartazgo, o privarse del placer que generan los alimentos, tampoco es ingerir todo el tiempo la comida de la tortuga, lechuga sin condimentos, ni lo es la dieta de la luna: comer solo de noche, o la de la sopa, o la de la carne o la de quién sabe que genio gastronómico. Comer bien es consumir toda clase de alimentos, en horarios pautados e iguales todos los días, en proporciones adecuadas. No es dejar de comer lo que nos traerá un descenso de peso, sino retomar el buen hábito, ese mismo que aprendimos en la infancia: desayuno, almuerzo, merienda y cena, todos los días. Hay una sola forma de mantenerse: cumplir con las normas de la alimentación así como cumplimos con otras normas, como horarios de trabajo, de descanso, de vestimenta, etc. No se prive, no tenga miedo de comer, SOLO tenga cuidado.
Dr. David Sznajderhaus
MN 70.630
Especialista en Trastornos de la Alimentación