Con motivo de la celebración conjunta de Janucá y Navidad, estuvo en Río Cuarto el rabino de Córdoba, Marcelo Polakoff, quien encabezó el acto junto con el obispo Adolfo Uriona.
El referente de la comunidad judía habló sobre la importancia del trabajo en conjunto, a pesar de las diferencias y advirtió que, cuando se tiene una fe ciega, se termina atentando contra la convivencia.
-¿Qué importancia tiene para usted la posibilidad de realizar esta celebración conjunta?
-Es algo que lo venimos haciendo con cierta asiduidad y eso va marcando una costumbre que termina siendo una propuesta en sí misma acerca de lo que significa el respeto al pluralismo y la convivencia interreligiosa. No se trata de hacer un cóctel y mezclar todo, sino que consiste en alegrarse con las alegrías propias y las de nuestros prójimos. A mí, como judío, me encanta compartir la alegría y la espiritualidad de la Navidad siendo participado en esta fiesta. Del mismo modo, la comunidad católica, en este caso representada por el obispo Adolfo Uriona, se siente parte de la celebración de Janucá, que muchas veces coincide en el calendario como la Navidad, como ocurre este año. Cuando podemos celebrar juntos nuestras alegrías y, en otras oportunidades, compartir tristezas, se fortalece la convivencia. Eso hace que podamos saber que todos tenemos chispitas divinas y que esas luces pueden compartirse tranquilamente. Es decir, nadie pierde, todos ganamos.
-Argentina se destaca como un país en el que hay una buena convivencia entre las diferentes religiones. ¿Por qué cree que no ocurre lo mismo en la política y en la sociedad en general?
-Hay que analizar dos o tres ejes en ese sentido. Creo que no sólo podemos compartir pensamientos distintos, sino que también podemos hacer cosas juntos, a pesar de eso. Hay mucha gente que no se da cuenta de que, incluso cuando piensa políticamente de manera distinta, se puede sentar con otros a hacer lo mismo. Es decir, pese a las diversas creencias, una misma acción. Eso, en el ámbito religioso, nos encuentra haciendo actividades de acción social, de asistencia y de desarrollo espiritual juntos, sin renunciar a nuestras ideas. Por otra parte, hay un eje que está vinculado a la humildad. Cuando uno tiene una certeza o una fe ciega, sin dejar lugar para las dudas, termina atentando contra la convivencia. Me parece que muchas veces en la política hay cierta soberbia y se quiere acaparar toda la razón de un solo lado y todo lo que hace el otro está del lado equivocado. Entonces, hay que tener cierto grado de humildad para reconocer que eso es bastante irreal. La apertura al diálogo es otra cuestión importante. Si uno se abre al diálogo, también necesita del prójimo, si no son monólogos compartidos. El diálogo verdadero y profundo es el que implica que los que están dialogando tengan los oídos abiertos, al saber que no tienen el monopolio de la verdad ni de la realidad. Las tradiciones religiosas, que suelen coquetear con lo divino, tienen la bendición de sentarse y dialogar. Sería bueno que eso se tome como base y que se contagie a otras áreas de la sociedad. Cuando más cerrados y erráticos son los discursos, a la larga eso siempre produce violencia.
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-¿Cuáles son los principales temas del país que le generan preocupación?
-Los que todos conocemos. La falta de horizonte, la huida de muchas familias y de gente joven que se van a cualquier lado, la imposibilidad de ver el crecimiento generacional, entre otros temas. Hace años, el padre sabía que el hijo iba a tener una mejor situación socioeconómica que él y eso se ha perdido. Hay, también, una fuerte presencia de poca cultura del trabajo y del esfuerzo y eso, a veces, tiene que ver con que mucho trabajo y esfuerzo no necesariamente te garantiza una vida digna. Eso es responsabilidad de todos. Si bien el Gobierno es el principal responsable, como ciudadanos no podemos corrernos de la parte que nos toca. Todos debemos poner de nosotros para que la sociedad funcione mejor. De hecho, por algo se llama sociedad, es decir, si nos maltratamos entre los socios, no tenemos futuro. Tenemos que reforzar ese contrato social. Lo que sostiene una buena convivencia social está vinculado al esfuerzo cotidiano.
-Algunas religiones han perdido fieles en los últimos años, ¿cuál es la realidad de los judíos?
-Es difícil hacer una generalización. La comunidad judía en nuestro país es muy variada. En otras comunidades, como la católica, hay un ordenamiento piramidal. La comunidad judía es más caótica, por decirlo de algún modo, ya que cada agrupación es autónoma. Nosotros no tenemos un papa ni obispos. Hay distintos tipos de organizaciones judías. Hay algunas más religiosas, otras más culturales y están las que son deportivas. Entonces, hay corrimientos todo el tiempo. En algunos lugares, hay gente que se corre más a lo religioso, en otros a lo deportivo y a lo social. Hoy por hoy, por ejemplo, las escuelas judías mantienen una matrícula estable desde hace unos 10 años. No crece, pero tampoco decrece. No está mal, aunque nos encantaría crecer un poco en términos de participación. De todos modos, la comunidad judía no es una comunidad misionera. Si bien se puede entrar, la comunidad judía no se caracteriza por ir buscando más fieles, sino que tratamos de que aquellos que pertenecen a la comunidad tengan algún tipo de participación más constante en las diversas maneras que tenemos de dar lugar a eso. Es decir, que haya más gente en las escuelas, más gente en las sinagogas, más gente en los clubes, etcétera. Actualmente, como sucede en todos lados, hay una atomización por el tema de redes sociales y la digitalización que apunta contra lo presencial y este tipo de organizaciones se sustenta, más que nada, con el contacto cara a cara.
Celebración
Además de Polakoff y Uriona, anoche estuvieron presentes referentes de la Sociedad Israelita y de la Diócesis de Río Cuarto que trabajan por el diálogo interreligioso. También participaron la jasanit Daniela Fuhrmann (cantante litúrgica) y la Cantoría San Ignacio.
El momento central de la celebración, que tuvo lugar en la explanada del Museo Héroes de Malvinas (en el predio de El Andino), estuvo marcado, como es habitual, por el encendido de las ocho velas del candelabro.
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En ese sentido, es importante recordar que Janucá, conocida como la Fiesta de las Luces, es un acontecimiento clave para la comunidad judía.
Desde el punto de vista histórico, Janucá (que en hebreo significa “reinaugurar”) conmemora la reinauguración que se hizo del segundo templo de Jerusalén en el año 164 antes de la era común, cuando el Imperio Griego había colonizado la zona de la tierra santa.
La fiesta se celebra durante ocho días, en los que se enciende una vela por jornada.