Mente sana sin comer kosher. Por Martha Wolff

La verdad es que cuando leí que el Gran Rabino de Israel aseveró que comer alimentos no kosher daña la mente y lleva a la inmoralidad sexual me despertó ganas de contestarle. Y aquí estoy  Gran Rabino Sefaradí de Israel Yitzhak Yosef, que al igual que el significado de su nombre que quiere decir risa, me produjo una sonrisa con sabor amargo.

Como mujer judía de 83 años, que nunca comió kasher no tengo dañada mi mente ni tampoco la de mis hijos ni nietos, y Baruj Hashem, espero que siga así con mis futuros bisnietos. Además como mujer judía transmisora de la religión me siento orgullosa de lo logrado sin acudir a líderes como usted que juzga sin ser juez y afirma degeneraciones mentales sin ser médico.

Me opongo a pensar que usted educa a creer en Adonai con odio a los que no pertenecen a su grey ortodoxa separando a los judíos seculares. A los que trata de estúpidos porque ustedes tienen la propiedad de creerse dueños del ser judío.

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Usted  señala  a los judíos laicos o conservadores como una inquisición y diagnostica que se van embruteciendo. Quisiera que me haga una lista de los judíos que obtuvieron premios Nobel. También, el dato de su ser judíos cuando se nombra a los intelectuales del mundo sin ser religiosos pero pertenecientes al pueblo de Israel.

Que me diga si no comer kosher modifica mi amor inconmensurable por las tradiciones y la familia. De la libertad de elegir a la mujer o al hombre con la que nos unimos por amor y no por elección, como ustedes lo hacen con los  jóvenes que no tienen ni idea de cómo ser mujeres ni hombres solo por reglamento, al presentárselos para que no se casen con no Iehudim. Créame Gran Rabino que eso es más inmoral que disfrutar del amor cada uno a su manera. Por la obediencia se anula lo que se siente y eso no es salud Rabino, eso es sometimiento.

Recuerdo que tuve un amigo que por una crisis se fue a vivir a  Nueva York y después de mucho tiempo supe que se había hecho Lubavitch. Llamé a su madre, me lo confirmó y me mostró la foto de él entre miles de jóvenes que estaban rindiendo homenaje al  Gran Rabino Menachem Mendel Schneerson. Fui a su casa y me regaló la foto ante lo cual al saberlo me pidió que se la devuelva a la madre.

Y me pareció que las adoraciones no son buenas para nadie menos para nosotros que no tenemos deidades comparado con otras religiones. Seguí en contacto con él y al ir a Nueva York quise verlo. Me citó en la puerta de la escuela de sus hijos en Williamsburg. Al verlos por supuesto que no les di un beso, me presentó mi amigo y me preguntaron dónde estaba viviendo, les dije en la New York City y me dijeron que no la conocían.

A un paso de Nueva York  nunca habían estado allí. Muy parecido a lo que un árabe me dijo que no conocía Jerusalem fuera de la murallas. Señor Rabino, a lo mejor si empiezo a comer kosher voy a entender esto; Pero lo que nunca voy a entender el porqué el miedo a conocer y elegir si hay educación y diálogo así como no dejar a los hijos ver televisión. Es como estar ciego ante lo que pasa en el mundo.

Usted además habló  de la envidia de los seculares a los haredíes por lo que pasó en Tel Aviv en el Día del Perdón, término imperdonable a la democracia de ser  o no  creyente. No hacía falta ese desafío cuando tienen tantos lugares para sus oraciones. Lo sucedido fue y es en el momento más álgido de la creación del Estado como pluralista esa acusación tuvo como protesta el no convertir a Israel en un país en el que la religión domine la libertad de ser judío como se quiera.

Como mujer judía no le puedo dar la mano para saludarlo ni usted valorará mis pensamientos.

Sepa que lo que logré fue con estudio, esfuerzo, siendo madre, abuela y aportando mi tiempo a la vida comunitaria y a la creatividad, milagro que es mi fe y camino en la comunicación humana.

Martha Wolff

Periodista-Escritora