Esto lo escribí y hoy repito a los nueve años de su asesinato.
Su crimen se agrega al terrorismo colectivo como el individual perpetrado el 7 octubre en Israel, asesinato al que La Haya, subsede la ineficiente de la ONU, desvía la mirada y juzgamiento ante tantas muertes escuchando a sus cómplices disfrazados de justicieros.
Nisman fue un rehén acallado más. ¡Vaya paradoja del destino! El 18 de enero de hace nueve años acallaron al fiscal Alberto Nisman, día que para el judaísmo ese número quiere decir vida.
En se día18 le quitaron la vida los que considerándose dioses dieron por finalizada su permanencia en la Tierra.
En ese día los horrores y los errores de su asesinato mostraron cómo se lleva cabo una orden para terminar con un enemigo que entorpece algo que no debe descubrirse.
Ese día fue un sisma emocional para la Argentina que creyó que los crímenes organizados se habían terminado con el “Nunca Más”.
Ese día la comunidad judía volvió a vivir como tercer hecho dramático su seguridad y respeto.
Ese día una bala pudo más que la verdad.
Ese día el luto ocultó el sol de una investigación que iba a dar luz a los atentados anteriores a la Embajada de Israel y la AMIA y de sus cómplices.
Ese día los judíos argentinos lloraron de bronca, odio y miedo por la seguridad de sus vidas y las de sus familias.
Ese día las instituciones judías con sus pilotes aumentaron sus cuidados a la tercera burla del frustrado sentimiento de que aquí nuestra comunidad estaba consolidada.
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Ese día se repitió la ausencia de policía para cuidarlo y cuidarnos.
Ese día los que idearon su plan, los que fueron contratados para matar, los que violaron su departamento y borraron los datos de sus medios de comunicación fueron fantasmas enviados por los defensores del Pacto con Irán.
Ese día Argentina lloró porque se volvió a manchar con sangre lo que debía ser agua bendita para su progreso.
Ese día se profanó el derecho a correr el velo de los intereses mezquinos de dirigentes practicantes de la impunidad para salvar su poder.
Ese día el país fue un clamor de indignación y un grito de ¡JUSTICIA!
Ese día un hombre iba a hablar, denunciar, mostrar y acusar a los culpables de muchas muertes por el terrorismo.
Ese día los asesinos borraron las pruebas de su documentación que guardaba en su computadora y empastaron la escena del crimen.
Ese día hubo espanto, dolor, impotencia, burla informativa, comentarios degradantes ante un cadáver indefenso.
Al día siguiente un cordón humano lo custodió hasta el cementerio judío de La Tablada ante los ojos de sus hijas, esposa y madre que lo despidieron sin consuelo hasta hoy.
El 18 de enero continúa siendo una piedra que va rodando por los caminos de las investigaciones sin veredicto, con autores custodiados por jeques terroristas antisemitas y antisionistas que encontraron un espejo con dirigentes locales para lavar los atentados perpetrados en nuestro país.
Ese día después del entierro las piedras de los dolientes ciudadanos que colocaron y siguen poniendo en su tumba son la demostración de que sigue viva su memoria por lo que él representó para la manoseada Justicia de los que quieren acomodar la misma para tapar sus sucios negociados políticos y morales.
Ese día fue el día de la trilogía del odio hacia la comunidad judía.
Con la complicidad de un canciller «judío», tal como ocurre hoy en Chile con otro canciller monigote del presidente