El 27 de marzo del año 2016, en declaraciones al periódico Sunday Times, el ex arzobispo de Canterbury (primado de la Iglesia de Inglaterra y líderespiritual de la Comunión anglicana) Rowan Williams, manifestó su preocupación por los crecientes niveles de antisemitismo en los diferentes campus universitarios. Por supuesto él hablaba del Reino Unido.
Parafraseando, dijo que hay ecos preocupantes de las voces de concentraciones beligerantes que recorrían las calles de Berlín, luciendo sus uniformes pardos, de la Alemania de los años treinta. Dos días después, en The Times, Chris Bryant, en ese entonces el líder detrás de las bambalinas, de la Cámara de los Comunes (Parlamento Británico) y miembro de alto rango del Partido Laborista británico, advirtió que la izquierda política cuestionaba cada vez más el derecho del Estado de Israel a existir, una opinión que él llamada una “forma no demasiado sutil de antisemitismo”.
Como imágenes proféticas, que anunciaron lo que se ve en muchas urbes importantes del mundo, como un retroceso de casi 100 años, a partir del ataque terrorista criminal del 7 de octubre del pasado año, con el asesinato de casi 2000 personas y el secuestro de casi 300 personas, algunas de ellas ya liberadas de ese infierno.
En toda Europa, los judíos se están yendo. Una encuesta realizada en el año 2022, por la Agencia de Derechos Humanos de la Unión Europea mostró que más de un tercio de los judíos de Europa han considerado emigrar debido al antisemitismo, con cifras tan altas como el 47,5% en Francia y el 49% en Hungría.
Este tampoco es un problema sólo en Europa. Una encuesta realizada en 4 años atrás entre estudiantes universitarios judíos norteamericanos realizada por la Universidad Brandeis encontró que tres cuartas partes delos encuestados habían estado expuestos a la retórica antisemita. Un tercio había denunciado incidentes de acoso por ser judíos. Gran parte de la
intimidación en el campus se debe a las actividades que organizan grupos Islámicos radicalizados, que han tomado gran parte de las Universidades Americanas, a respecto del “apartheid israelí” y a la campaña BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) contra Israel. Estas manifestaciones se han convertido en la bandera de estos movimientos infundados en odio, haciendo nos recordar lo que era la Pascua en la Edad Media, una época de ataques contra los judíos.
Claramente algo está sucediendo, pero ¿qué? Muchos en la izquierda argumentan que se les está acusando erróneamente. Que ellos no están en contra de los judíos, dicen, sólo se oponen a las políticas del Estado de Israel. Aquí hay que decir lo obvio. Las críticas al gobierno israelí no son “antisemitas”. El movimiento BDS tampoco es inherentemente “antisemita”.
Muchos de sus partidarios tienen una preocupación genuina por los derechos humanos. Sin embargo, la realidad es que es una fachada para el nuevo antisemitismo, que es el antisionismo, una alianza impía del islamismo radical y la izquierda política. Ya que hoy ser antisemita no es bien visto, odiar a los judíos, y me denominen “nazifascista”, no es “cool”, no queda bien. Pero odiar al Estado de Israel, por racista, genocida u otros términos de los tantos que hay en el diccionario de los judeofobos, queda muy bien, y gana adeptos.
¿Qué es entonces el antisemitismo? No es un conjunto coherente de creencias sino un conjunto de contradicciones. Antes del Holocausto, los judíos eran odiados, ora porque eran pobres, u odiados porque eran ricos; porque eran comunistas, y/o porque eran capitalistas; porque se mantuvieron reservados, o porque se infiltraron por todas partes porque se aferraban tenazmente a antiguas creencias religiosas, y por lo tanto eran retrógrados, o porque eran cosmopolitas desarraigados que no creían en nada.
El antisemitismo es un virus que sobrevive mutando. En la Edad Media, los judíos eran odiados por su religión. En los siglos XIX y XX fueron odiados por su raza, es a finales del siglo XIX, que Wilhem Marr acuña el termino antisemitismo (el «padre» del antisemitismo moderno, al anteponer las supuestas características raciales de los judíos frente a las religiosas. Marr estableció también el primer movimiento político con repercusión popular
basado solo en ideas antijudías). Hoy los judíos somos odiados por su estado nación, Israel. El antisionismo es el nuevo antisemitismo.
La legitimación también ha cambiado. A lo largo de la historia, cuando la gente ha tratado de justificar el recurso, lo ha hecho a la fuente más alta de autoridad disponible dentro de la cultura. En la Edad Media, era la religión. En la Europa posterior a la Ilustración era la ciencia. Hoy son los derechos humanos. Es por eso por lo que siendo Israel la única democracia en pleno funcionamiento en Medio Oriente con una prensa libre y un poder judicial, que es independiente, es regularmente acusado de los cinco crímenes contra los derechos humanos: racismo, apartheid, crímenes contra la humanidad, la limpieza étnica e intento de genocidio. Este es el libelo de sangre, actualizado, modernizado, de nuestro tiempo.
El antisemitismo es un ejemplo clásico de lo que el finado antropólogo René Girard (1923 – 2015) consideraba la forma primordial de violencia humana: el uso de chivos expiatorios. Cuando a un grupo le suceden situaciones malas o casos de perversidad, sus miembros pueden hacerse dos preguntas diferentes: “¿Qué hice de malo? o ¿Quién nos hizo esto?” Todo el destino del grupo dependerá de cuál de las dos preguntas introspectivas se elija.
Si se pregunta: “¿Qué hemos hecho de malo?” ha iniciado la autocrítica esencial para una sociedad libre. Si pregunta: “¿Quién nos hizo esto?” se ha definido como víctima. Se busca un chivo expiatorio al que culpar de todos sus problemas. Clásicamente estos han sido los judíos.
Hoy el argumento es el siguiente. Después del Holocausto, todo ser humano con pensamiento correcto debe oponerse al nazismo. “Los palestinos son los nuevos judíos”, desde la visión de los grupos de ideas “progresistas”. Los judíos son los nuevos nazis. Israel es el nuevo crimen contra la humanidad. Por lo tanto, toda persona que piense correctamente debe oponerse al Estado de Israel, y dado que todo judío es sionista, debemos oponernos a los judíos, mejor dicho, debemos odiarlos, debemos ser antisionistas. Este argumento es totalmente erróneo. Fueron judíos, no israelíes, recordemos que hay israelíes que son cristianos, otros drusos, otros musulmanes, otros bahaí; víctimas de aquellos atentados que se realizaron fuera del Estado de Israel, las victimas asesinadas en los ataques terroristas en Toulouse, París, Bruselas y Copenhague, Buenos Aires, New York, en los últimos años, eran judíos y por lo tanto el objetivo final era asesinar, masacrar, eliminar judíos y vestigios de ellos, y si queremos ser más precisos si las víctimas son israelíes, se procuran que sean israelíes judíos. Como una vez dijo el escritor y premio nobel de la Paz 1986: “No todas las víctimas del nazismo eran judías, pero si todos los judíos eran víctimas”.
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El antisemitismo es una falla grave de la cognición humana. Reduce los problemas más complejos a una simplicidad, con graves problemas argumentales. Divide el mundo en blancos y negros, en oscuro y claro, viendo toda la culpa de un lado y todo el victimismo del otro. Señala como culpable a un grupo entre cien, miles o millones de delincuentes. Silencia la disidencia y nunca hace autocrítica. El argumento es siempre el mismo. Somos inocentes; son culpables. De ello se deduce que si queremos que nosotros (cristianos, miembros de la raza aria o musulmanes) seamos libres, ellos, los judíos o el Estado de Israel deben ser destruidos. Así comienzan los grandes crímenes. Así se sedimenta el odio visceral que observamos en muchos lideres, poblaciones árabes, que son las armas para trasmitir el odio, el cual se transforma en terrorismo, secundado por las izquierdas retrogradas, intolerantes.
Los judíos han sido odiados porque eran diferentes. Eran la minoría no cristiana más conspicua en la Europa cristiana anterior a la Guerra Mundial. Hoy constituyen la presencia no musulmana más notoria en un Medio Oriente islámico. El antisemitismo siempre ha tenido que ver con la incapacidad de un grupo para hacer espacio para la diferencia. Ningún grupo que lo adopte creará jamás una sociedad libre.
El odio que comienza con los judíos nunca termina con los judíos. En un mundo inundado de odio entre divisiones religiosas, personas de todas las religiones y de ninguna deben unirse, no sólo para derrotar al antisemitismo sino para garantizar que los derechos de las minorías religiosas se defiendan en todas partes. Es como las libertades comienzan primero atacar a la minoría pensante, pero luego termina destruyendo a toda una sociedad que desea construirse libremente.
La historia nos juzgará por cómo afrontemos este desafío. Cuanto somos capaces de terminar con este virus que va destruyendo los fundamentos de las sociedades. No debemos fallar, No podemos fallar. Ya que es momento de traer a tona las palabras del filósofo Edmund Burke, siglo XVIII, nacido en Dublín, Irlanda: «Lo único necesario para que el malo triunfe, es que el bueno no haga nada».
Shabat Shalom, Am Israel Jai
Por Rabino Ruben Najmanovich