Los pedidos en el Muro dejan espacios para otros. Por Martha Wolff

Los pedidos en el Muro dejan espacios para otros. Por Martha Wolff
Los pedidos en el Muro dejan espacios para otros. Por Martha Wolff

Todos los años antes de Rosh Hashaná se limpia el Muro de los Lamentos de los pedidos.

a Dios de todos los que lo visitan. La limpieza se lleva los mensajes de protección, deseos, bendiciones, pedidos de curación de enfermos, juramentos y promesas de seres queridos
para que Dios los custodie con su infinita bondad.

La historia de cada kvitlach  o papelitos son depositado en los intersticios de las piedras de lo que fue el lugar del  Segundo Templo de Jerusalén desde el año 516 hasta el 70 d. C. Papeles que para los que lo escribieron van destinados a un lugar sagrado de rezo, a un muro que fue edificado por el mandato de  Herodes el Grande, lugar venerado y simbólico de la fe judía.

También se puede decir sus piedras guardan  secretos de dolor, esperanza, amor de todas las religiones, naciones e ideologías. En sus grietas el viento que se filtra,  el bullicio de los creyentes que rezan y cantan los arrullan junto a las palomas que picotean las plantas que brotan de sus grietas.

Esos enrollados, plegados, enroscados  pedidos a Dios tienen papel y letra. Son ruegos que fueron escritos por manos que reemplazaron a  las implorantes ante altares, miradas al cielo, susurros a imágenes o símbolos por un encargo al  Todopoderoso para que se detenga en su vuelo y deposite su poder en cada uno que sufre para su curación, para el que ama agradecer el encuentro, para un hijo su bendición, para un padre  o madre larga vida, para un perseguido su libertad. Y para el que lo portó  sentir una misión cumplida al dejar ese trozo de papel que es un silencioso canto de escucha de amor y atención.

Cuando las toneladas de manuscritos se mezclan al ser recogidos nadie osa leer lo que contienen. Esos kvitlach son confidencias y como tales llegaron y se van entremezcladas resumiendo en su adiós a las piedras doradas jerosolimitanas. Se van las confesiones mezclas de fe e ilusión para que con el contacto, entre lo débil de un rollito ante la pétrea muralla, se produzca el milagro. Ahí sus  deseos más  íntimos  fueron colocados dentro de las hendiduras para que en las  sombras frías de esa estructura sus encargos vean la luz de sus petitorios.

El muro es donde los pedidos de paz y vida se conjugan con los soldados que apoyan sus cabezas como tregua para sus almas en combate y peligro. Las multitudes a sus pies elevan plegarias hacia el cielo de Jerusalén que está más cerca de Dios que cualquier otro lugar en la tierra.  Ante su explanada desfila el deseo de implorar ante aquello que fue un templo para que  siga vivo rezar a pleno sol, a  plena luna, a entrega total.

Los pedidos sacados en las bolsas se entregan al multiculturalismo más allá de los odios y de las guerras para dejar lugar a la eterna peregrinación de los fieles que llegarán este año para repetir la ceremonia de colocar el papelito en sus hendiduras esperando  ávidos ayuda a más peregrinos en esta la rutina universal.

Pero desde el 7  de Octubre del 2023 también las piedras del Muro de Jerusalén sufren llorando con su humedad los pedidos de los rehenes y sus familias para su liberación. Desde las entrañas de los túneles hasta esa pared llegan tal vez millones de palabras que hablan de vida y libertad y que ante la barbarie se han convertido en esclavas del terrorismo islámico para hacerlos callar.  Un año nuevo de pena infinita y de millones de pedidos ante el Muro  para pedir por sus vidas.

¡AMÉN!

Marta Wolff

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