Alma Mahler-Werfel fue artista y musa, además de femme fatale y mito del ambiente musical europeo de principios del siglo XX, dejó por escrito pruebas de su actitud antisemita pero se sentía atraía por el talento judío, entre ellos el de su primer esposo, Gustav Mahler: ahora se estrenó una ópera sobre su figura.
Curiosamente (o no tanto), la ópera que se estrenó el 26 de octubre en la Volksoper de Viena la creó una compositora israelí, Ella Milch-Sheriff, sobre un libreto de su compatriota Ido Ricklin.
Se trata, claro, de un repaso musical de ciertos aspectos de la vida de Alma Mahler-Werfel, nacida Alma Margaretha Maria Schindler en agosto de 1879 en la misma ciudad de Viena, en ese entonces capital del imperio autro-húngaro.
En Alma, Milch-Sheriff se enfocó en una faceta menos conocida de esta mujer a la que los críticos señalan como una «compositora frustrada» y gran defensora del trabajo de Mahler, con quien estuvo casada entre 1902 y 1911, cuando falleció el autor de la sinfonía Auferstehung (Resurrección).
«No se suele reparar en el hecho de que Alma perdió a tres de sus cuatro hijos», dijo Milch-Sheriff antes del estreno de su ópera.
Hablando con el diario español El Mundo dijo que eso «bien podría explicar que abandonara su carrera de compositora, pues sentía que tampoco merecía ser madre en un terreno musical».
La hija del pintor
La vida de Alma fue, en efecto, una historia muy complicada. Hija del famoso pintor austríaco Emil Jakob Schindler, la joven Alma pasó sus años formativos educándose en casa y acudiendo a los servicios de iglesias católicas.
Una celebridad de la Viena de su época, talentosa pianista y ávida lectora, Alma se codeó con grandes artistas como el pintor Gustav Klimt -con quien mantuvo una larga amistad- y maestros como el compositor y conductor Alexander von Zemlinsky.
Ese fue posiblemente su primer «amor judío»: Zemlinsky se había criado judío, siguiendo las enseñanzas de su madre sefaradí, Clara, a pesar de que su padre, Adolf, era católico.
Según la biografía que escribió Oliver Hilmes, Alma se burlaba de los rasgos de Zemlinsky y le decía que, de casarse, iban a «traer al mundo niños judíos bajitos y degenerados».
También se pavoneaba asegurándole que podía conseguir rápidamente «otros diez» pretendientes para suplantarlo. De hecho, Alma conoció a Mahler a fines de 1901, cuando todavía estaba en pareja con Zemlinsky.
Pocos meses después, en marzo de 1902, Alma y Gustav ya estaban casados y tendrían dos hijas, Maria Anna, que murió cuando tenía apenas cinco años de edad, y Anna, que sería escultora.
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A corazón abierto en sus diarios
Un artículo del 2015 de la revista judía estadounidense Mosaic comentaba que, para la biografía Malevolent Muse: The Life of Alma Mahler, Hilmes recuperó diarios donde la artista expresó de manera más abierta su mirada antisemita.
Por ejemplo, en esos diarios describía al escritor búlgaro Elias Canetti como «un judío medio lisiado y nihilista» y se refería con calidez a un encuentro con el líder nazi Adolfo Hitler. Bajo la influencia de una botella de champán, escribió Alma, admiró sus «ojos amables y suaves».
Las vueltas del destino la hicieron chocar contra los designios de ese monstruo de «ojos suaves»: después de divorciarse de su segundo esposo, el arquitecto alemán Walter Gropius (uno de los fundadores de la escuela Bauhaus), Alma formalizó su relación con Franz Werfel, un poeta judío nacido en Praga en 1890.
A causa de las leyes antisemitas que los nazis implantaron al entrar en Austria en 1938, Werfel tuvo que escapar a Francia, adonde marchó junto a su entonces esposa Alma.
Las tropas alemanas entrarían también al territorio francés y la pareja debió cruzar los Pirineos hasta España y desde allí seguir a Portugal, donde finalmente consiguieron visas para emigrar a Estados Unidos.
Werfel murió en 1945 y Alma obtuvo la ciudadanía estadounidense al año siguiente. En poco tiempo se convirtió en una celebridad de Nueva York, tal como lo había sido en Viena, y se rodeaba de genios como Leonard Bernstein y Benjamin Britten.
Un sentimiento «arraigado»
Todo ese brillo, y el hecho de que mantuviera en su nombre el apellido de sus dos esposos judíos, nunca terminaron de cubrir los rastros del antisemitismo de la artista y musa austríaca.
Su sentimiento antijudío, señala la nota de Mosaic, estaba «tan arraigado que se extendía incluso a sus propios hijos: prefería a Manon, la hija ‘aria’ de Gropius, por encima de Anna, la hija sobreviviente de su matrimonio con Mahler».
El libreto de la ópera se hace eco de algunos comentarios antisemitas de Alma, destacó el crítico de El Mundo. «Cuando empecé a trabajar en este proyecto hace cuatro años, mi objetivo era ofrecer una perspectiva diferente sobre una mujer a la que mucha gente odió y difamó», le dijo Milch-Sheriff al diario español.
«Sinceramente, no creo que el público acabe encariñándose de Alma cuando caiga el telón», reconoció la compositora israelí sobre la artista fallecida en 1964.
En cambio, completó, «espero que sean capaces de profundizar en algunos aspectos de su personalidad que nos permiten entender mejor algunos acontecimientos de su vida, los que convirtieron a la mujer más hermosa de Viena en una anciana fea y amargada».
Fuente: Israel Económico.
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