Hoy 13 de Febrero conmemoramos Tu Bishvat, es decir el 15avo día del mes de Shvat, que es cuando comienza el año nuevo para los árboles frutales (Tratado de la Mishná Rosh HaShanáh 1:1). Hasta Tu Bishvat cayeron la mayoría de las lluvias del año, y las reservas de agua llegaron al nivel requerido para brindarle al árbol ese precioso elemento tan necesario. El árbol en invierno pierde sus hojas, su verdor desaparece, su apariencia se deteriora, parece como si estuviese a punto de marchitar. Pero en el interior, en lo profundo, sucede justo lo contrario: en esa etapa de recogimiento la savia se limita a circular en el tronco y algunas ramas, y si bien es cierto que eso coarta la expresión de vida exterior, en el interior los elementos necesarios para el crecimiento y nuevo renacimiento del árbol en la primavera son preparados y acumulados. Y es gracias a ellos que cuando llega la primavera, de pronto el árbol comienza a brotar, sus ramas recobran su verdor y se extienden, nuevas hojas frescas aparecen, el árbol florece y de sus flores surgirán preciados y dulces frutos. Todo eso, gracias al período de recogimiento invernal necesario, que, en realidad, es el que prepara el futuro fruto, que será maduro y alimenticio.
También la persona es así: “Porque el hombre es un árbol del campo” (Devarim – Deuteronomio 20:19). Hay etapas en la vida en que la persona se recoge, se cultiva, se concentra en sí misma. A primera vista, parece que pierde su tiempo, “no hace nada”, invierte todo su tiempo y energía en conocerse a sí mismo, en elevarse paso a paso y colmar su espíritu con el estudio. Y después, al término de esa etapa de estudio y sondeo, de pronto comienza a brotar, a mirar a su entorno, y a dar frutos maduros, dulces y alimenticios para su beneficio y el de todo el pueblo. ¡Cuánto debemos aprender de los árboles, que saben armarse de la paciencia y la perseverancia para esperar el período de tiempo necesario de recogimiento!
Cuando la persona es impaciente, y pretende acortar ese período, los frutos que podrá brindar no serán maduros, faltándoles la preparación necesaria, y su capacidad de brindar será limitada.
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También Am Israel (el Pueblo de Israel) es comparado con el árbol: “Como los días de un árbol, serán los días de Mi pueblo” (Ieshayahú – Isaías 65:22). En el galut (exilio) nos recogimos, nos concentramos en la parte más espiritual, y las expresiones de vida eran casi inexistentes.
Fuera de nuestra tierra, diezmados y perseguidos, no podíamos dar frutos. Incluso hubo quienes pensaron que ese pueblo se había marchitado, y que no podría volver a cobrar nueva vida. Pero en el interior, la vida espiritual de la nación continuó, sin revelarse. Esperamos durante 2000 largos años de invierno el momento en que pudiésemos volver a vivir nuestra vida en forma plena. Y finalmente, D-os nos hace despertar del letargo invernal: “Habla mi amado, y me dice: ¡Levántate, amada mía, hermosa mía, y sal conmigo! Porque ha pasado el invierno, la lluvia se ha acabado y se ha ido, las flores se ven en la tierra, el tiempo del cantar de las aves ha llegado, y la voz del ruiseñor se oye en nuestra tierra” (Shir HaShirim – El Cantar de los cantares 2:10- 12).
Am Israel vuelve a cobrar vida, se levanta de las cenizas del Holocausto, las ancianas ramas se cubren de verdor y nacen frescas hojas, y una nación vigorosa vuelve a palpitar en su tierra.
Y no está lejano el día en que veremos las flores transformarse en dulces y maduros frutos, que perfumarán y regocijarán a toda la humanidad, cuando llegue el momento apropiado: “Yo también a ellos los traeré a Mi santo monte, y los haré gozosos en Mi casa de oración, sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre Mi altar, porque Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos” (Ieshayahú – Isaías 56:7).
Por Rab. Rubén Najmanovich