
Daniela Dunkelman es una abogada que trabaja como defensora de oficio en el sobrecargado sistema judicial del conurbano de la provincia de Buenos Aires.
Su impronta de ver la vida con armonía y el espíritu liberal con el que elige vivir sus raíces judías se pondrán a prueba cuando le asignan la defensa de Miguel, un neonazi que acaba de cometer un crimen por odio racial que se torna tremendamente mediático.
Ambos se ven forzados a tener que conocerse para armar una defensa y en ese proceso se verán interpelados al extremo en un camino de condena social que no parece tener retorno.
“Puntera de acero” no solo habla de la intolerancia, la violencia y el racismo, también indaga en lo más profundo de ello para preguntarnos sobre los límites del miedo y desconfianza hacia aquellos que desconocemos. Cuáles son las barreras que se rompen cuando prepondera la intolerancia y el respeto por un otro. ¿Qué tan racistas somos? ¿Hasta dónde llega nuestra tolerancia hacia el diferente? ¿Se puede aprender a odiar? Y este es, para nosotros, el punto más interesante de esta historia.
La obra confronta a ese militante neonazi acusado de asesinato con su abogada defensora de oficio de religión judía. Y en estos encuentros, en donde tendrán que pensar juntos una estrategia para utilizar en el juicio, se ponen de manifiesto todos sus miedos, prejuicios, sus rechazos y emociones. ¿Hasta dónde son capaces de llegar? ¿Por qué ella acepta defender a un neonazi?
¿Y por qué el neonazi acepta ser defendido por una mujer judía? Por momentos parece que los personajes se encuentran frente a su propio espejo. Parecen estar frente al “otro lado”, ese otro lado que hasta ese momento creían no tener y que descubren en ese encuentro, en esa confrontación con el otro bajo la involuntaria premisa de tener que convivir, al menos por un rato de sus vidas.
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