Cómo la Presidenta eligió aumentar la confusión y perdió la chance de llamar a las cosas por su nombre. La alianza maldita.
La legendaria y muy actual revista The New Yorker llama al caso Nisman “A very argentinian mystery”. La Presidenta, por el contrario, en su discurso del pasado lunes, dio la impresión de que tenía casi todas las piezas puestas en el lugar adecuado. Eligió un sospechoso como Lagomarsino y sugirió instigadores. Entre el lunes y hoy este muchacho Lagomarsino (para llamarlo con la expresión condescendiente que usó Zaffaroni al referirse a Nisman en su payada radial con Víctor Hugo) se las arregló para que lo dicho por la Señora pierda contundencia. Así es la Señora: antes de dejar que la Justicia investigue tranquila, prefiere aumentar la confusión a golpes de Twitter porque, como lo dijo ayer por cadena, ella tiene tanto derecho a la libertad de expresión como cualquier ciudadano y omitió decir que no cree tener mayor deber de verosimilitud.
En su hipótesis sobre Lagomarsino, la Presidenta siguió los hilos que conducirían desde este experto en informática a la mano del Gran Titiritero Magnetto. El hermano de quien le dio el arma a Nisman, dijo la Presidenta, es o era empleado de ese espíritu del Mal, que Kirchner primero quiso seducir con amistad y luego derrotar en la pelea frente a frente.
Ni a Rodolfo Walsh, en su cuento “Asesinato a distancia”, se le ocurrió una trama tan contorsionada. Imaginemos. Una noche, el hermano de Lagomarsino, súbdito del imperio Magnetto, le dijo: “Vos estás en el lugar ideal para una opereta que no sólo conviene a mis amigos sino que nos va a dar plata a todos. Se trata de política, y para vos suma el beneficio de que no te gustan los K. Lástima que publicaste esos tuits medio imbéciles. Bueno no importa. Primero andá a renovar tu pasaporte. Después, en cuanto regrese Nisman (eso ya está arreglado por nosotros), le das un arma y le decís que hackeaste la cuenta de un iraní que está siguiendo a sus hijas por Europa. Sólo eso y te convertís en millonario”. Lagomarsino vio el negocio y cumplió al pie de la letra.
Voy a focalizar sólo en un punto que llamaré la “oportunidad perdida”. La Señora no supo ver el argumento que podría haber unido la anunciada reforma de los servicios con uno de sus temas sociopolíticos preferidos: el de las corporaciones.
En la kirchnerlengua cotidiana, los diarios y especialmente Clarín son denominados corporaciones. Con refinada retórica se llama al holding periodístico dirigido por Magnetto la Corpo de la Opo. De los ruralistas también se habló en términos de la corporación agraria, en un sentido preciso: que los sectores más diferentes (los chicos, los medianos y los grandes) se habían unido, olvidando sus conflictos, para oponerse a las políticas del Gobierno, lo cual es cierto. Eventualmente, se utiliza el término corporación para definir a las centrales obreras, que pueden borrar sus contradicciones internas cuando se trata de defender el manejo del dinero de las obras sociales o reivindicar los monopolios electorales y evitar la representación de minorías. Típicamente el Ejército fue en este país una corporación. Y lo es la Iglesia Católica desde siempre. En diversas coyunturas, la Señora ha insistido en el carácter no sólo opositor de Clarín sino en su dimensión corporativa, a la que arrastraría a sus competidores del campo periodístico.
Pero es insólito que, cuando la Señora se encuentra con la cara intratable de los servicios cuyos agentes se mueven corporativamente, olvide que ha tenido una mafia corporativa alojada en su gobierno. Los servicios son una corporación y los Kirchner no la denunciaron sino que jugaron su juego. El gran sociólogo Durkheim afirmó que los miembros de una corporación cierran filas, conservando sus lealtades, como si fueran una familia, donde, como en toda familia, las traiciones son posibles.
La ex SIDE mantuvo a lo largo de los años conductas corporativas, reclutando agentes, tapándolos, usando el dinero público sin auditoría, impidiendo el control parlamentario de sus tareas y, finalmente, convirtiendo a todo el mundo en agentes dobles como Stiuso, que, por un lado, parecían responder a las órdenes de Néstor Kirchner y, por el otro, habrían armado una trampa descomunal en la que intentaron hacer caer a su viuda. Así le pagó Stiuso a Néstor.
La Señora perdió la oportunidad de llamar a los servicios por su nombre: una corporación que antes se llamaba SIDE y ahora, según el proyecto de ley, se llamará la “Agencia”. Esa corporación, nos dijo la Señora, “bombardeó” desde 2013 el acuerdo con Irán que permitiría llegar a una verdad sobre la AMIA.
En sospechoso paralelo comenzaron “denuncias de lo más insólitas” (quiere decir por corrupción) con la complicidad de jueces, fiscales y, por supuesto, periodistas.
Se trata de un family plot, una alianza maldita entre la corporación de los servicios y la de las noticias. La Presidenta, quien habló sin parar de las corporaciones, en esta ocasión no supo reconocer a la que le trajo este dolor de cabeza. La atacan dos corporaciones: en cuanto deje fuera de juego a los agentes de la ex SIDE, se abrirá la puerta de la quinta de Olivos y aparecerá un canillita con los diarios mientras todos los televisores se encienden en TN.
Nota aclaratoria: reconozco ante quienes no lo sabían o lo habían olvidado que escribí en la revista Viva de Clarín durante cinco años. El papa Francisco me perdonó por carta, con la condición de que rezara por todos aquellos a quienes los diarios engañan. Vale esta confesión para evitar la denuncia por Twitter de algún compañero K.
Por Beatriz Sarlo – Perfil / Dibujo: Pablo Temes
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