Tienen ante ustedes al próximo primer ministro de Israel.» La frase podría haber sonado arrogante, pero en la boca de Isaac Herzog pareció más bien una promesa. La pronunció hace tres semanas ante la prensa extranjera en Jerusalén. En un inglés impecable, este abogado de 54 años con aire de chico de buena familia, menudo, de voz suave y mirada tímida, parecía seguro de sus posibilidades. «Por primera vez, hay una alternativa a Benjamin Netanyahu. Yo soy esa alternativa», agregó.
Efectivamente, si los israelíes quieren un cambio de gobierno, votar por el líder laborista el próximo martes será optar por la verdadera antítesis de Netanyahu. «Es un hombre honesto e íntegro, no tiene el don de la palabra y el aplomo del actual primer ministro, y parece un político poco experimentado frente a Netanyahu. En este contexto de crisis, de amenazas procedentes de Irán o Siria, tal vez, los israelíes piensen que Herzog no sea el hombre que necesitamos y prefieran a alguien menos simpático, pero más firme», explica a LA NACION Denis Charbit, doctor en Ciencias Políticas y profesor de la Universidad Abierta de Israel.
Está claro que Herzog no es exactamente un político carismático ni tampoco tiene el pasado militar que tanta seguridad inspira a buena parte de los israelíes. Sus amigos lo definen como alguien inteligente, muy culto, de buena voluntad y con el que es «un placer» tomar un café.
Desde 2003, el líder laborista fue ministro de Turismo, Vivienda y Asuntos Sociales, y aprendió a esperar pacientemente en la sombra hasta situar de nuevo a su partido, que no gana unas elecciones desde 1999, en primera línea de la política israelí. Su alianza con la formación de centro Hatnuá, liderada por la reconocida política Tzipi Livni, ha tenido éxito y la coalición encabeza los sondeos con 24 escaños, sobre un total de 120, frente a los 20 o 21 que conseguiría el Likud, el partido de derecha de Netanyahu.
«Siempre se equivocaron conmigo. Pensaban que no conseguiría la presidencia de mi partido en 2013, se reían cuando hace algunos meses dije que íbamos a poner en aprietos a Netanyahu. Ahora se burlan cuando digo que ganaremos y formaremos una coalición fuerte. Espero que se equivoquen de nuevo», declaró Herzog a la prensa extranjera. La gran pregunta es con quién formaría esta coalición y si estaría dispuesto a aceptar un gobierno de unión nacional con el Likud.
El aspirante a primer ministro, casado y con tres hijos, pertenece a una gran familia israelí. Su abuelo fue gran rabino askenazi de Israel y su padre fue presidente del Estado de Israel durante diez años (1983-1993), después de haber sido jefe de los servicios de inteligencia del ejército y diplomático. «Si hubiera una aristocracia en Israel, Herzog formaría parte de ella. Por eso muchos israelíes piensan que al votar por él se está votando por los ricos que dirigen el Estado», explica a LA NACION Ilan Greilsammer, profesor de Ciencias Políticas de la universidad israelí de Bar Ilan.
Los israelíes lo conocen como «Buyi», apodo formado por la palabra hebrea «buba», y la francesa «joujou», la lengua que hablaba su familia materna, que en ambas lenguas significa muñeco o juguete. «Cuando era pequeño, debía tener una mirada muy tierna. El apodo fue un secreto familiar hasta que Ehud Barak [líder laborista y ex primer ministro] lo mencionó en público una vez», explicó, recientemente, el líder laborista.
La campaña de Herzog fue pragmática y moderada. Quiso concentrarse fundamentalmente en los problemas de política interior mientras Netanyahu se centraba, sobre todo, en la amenaza iraní.
Con cautela, el líder laborista garantizó además que hará «todo lo posible» para relanzar negociaciones de paz con los palestinos, congeladas desde abril de 2014, y dio a entender que podría desmantelar algunas colonias en Cisjordania. En 2013, días después de haber sido elegido presidente de su partido, Herzog fue a Ramallah a reunirse con el presidente palestino Mahmoud Abbas. «Pero él es alguien de centroizquierda, no de extrema izquierda y no creo que haga enormes concesiones en los territorios ocupados como, por ejemplo, volver a las fronteras de 1967 o evacuar un buen número de asentamientos», matiza Greilsammer.
Debilitado en los sondeos de opinión antes de las elecciones del martes, el primer ministro, Benjamin Netanyahu, está intentando atraer el apoyo de derecha en Israel presentando a sus rivales de centroizquierda como herramientas de una campaña mundial para usurpar el poder. En entrevistas transmitidas y en redes sociales, el líder que ya lleva tres mandatos acusó a gobiernos extranjeros y a magnates de canalizar «decenas de millones de dólares» a activistas de la oposición que trabajan por socavar a su partido Likud y dar impulso a la lista Unión Sionista, liderada por Isaac Herzog..Fuente: La Nación