La agencia de noticias oficial del Gobierno argentino, Télam, tomó postura crítica hacia el Primer Ministro Benjamín Netanyahu en la elecciones en Israel
La agencia lo diferencia de su contrincante posicionándolo como propagador de políticas de «miedo» en el electorado israelí.
Siendo la agencia oficialista, se desprende que es la mirada del Gobierno Argentino
La nota completa de Télam:
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, dirigente de la coalición derechista Likud, ex diputado, experto en terrorismo y ex soldado de élite, recurre a los tambores de guerra como su arma electoral de cara a las elecciones en las que aspira revalidar el cargo con una tercera -y segunda consecutiva- reelección.
En 1982 el embajador israelí en Estados Unidos, Moshé Arens, le nombró su principal colaborador y dos años más adelante pasó a ser el delegado de Israel en las Naciones Unidas (ONU).
Regresó a Israel como viceministro de Asuntos Exteriores en 1988, año en el que entró a formar parte del Knesset (Parlamento israelí), convirtiéndose en una destacada figura de su partido, el Likud, que lo elegiría como su jefe en 1993.
Se opuso a las negociaciones de paz llevadas a cabo entre 1993 y 1995 por el primer ministro Isaac Rabin y la Organización para la Liberación Palestina (OLP), de Yasser Arafat.
Su triunfo en las elecciones de mayo de 1996 supuso una inmediata detención de todo el proceso de negociación y de paz comenzado en 1993.
Un primer mandato tambaleante, unido a acusaciones policiales de corrupción y tráfico de influencias que nunca llegaron a juicio por falta de pruebas, lo llevaron tres años después a perder las elecciones frente a Ehud Barak, lo que provocó su retirada temporal de la política.
En enero de 1997, inició conversaciones con el presidente palestino Arafat, que culminaron en un acuerdo para la retirada israelí de la ciudad de Hebrón.
Dos meses más tarde se desató una nueva crisis con motivo de la creación de un barrio judío en una colina situada en la zona árabe de Jerusalén, que supuso lo que se dio en llamar la «segunda Intifada».
En las elecciones del 10 de febrero del 2009 el Likud obtuvo 27 escaños, uno menos que el principal rival, Kadima. Sin embargo, sumando a los partidos de derecha y a los ultraortodoxos, Netanyahu obtuvo mayor apoyo que Tzipi Livni (de Kadima) para formar gobierno.
El 30 de marzo del 2009 asumió el cargo y formó gobierno en coalición con los socialistas de Barak.
El 1 de febrero de 2012, Netanyahu arrasó en las primarias del partido Likud. Con el 75% de los votos derrotó a su único rival y exponente del ala más radical del movimiento conservador, Moshe Feiglin.
Ahora, de cara a los comicios de mañana y consciente del peso de los asuntos relacionados con la seguridad en el imaginario israelí, Bibi, según se lo apoda, hizo de la amenaza nuclear iraní su principal obsesión y el centro de casi todos sus discursos electorales.
Pese a haberse convertido ya en el primer ministro con más años en el cargo tras el fundador del país, las motivaciones más profundas de Netanyahu continúan siendo en gran medida un misterio para la mayoría de los israelíes.
«Estoy motivado por la misión de asegurar la existencia del Estado de Israel», repite a menudo últimamente como un mantra de su
ideario político.
El premier, que a diferencia de varios de sus predecesores no había tenido que afrontar ninguna guerra en sus siete años de gobierno, ordenó la operación «Pilar Defensivo» (noviembre de 2012) contra la Franja de Gaza, que muchos consideran un ensayo de un posible ataque a Irán.
Con estos organismos de freno, y la tajante oposición de Estados Unidos, parece que Netanyahu, ha abandonado en esta campaña la opción militar de la que tanto habló hasta 2013.
Desde hace meses se limita a propagar entre el electorado una «política del miedo» como contrapeso a las conciliadoras tesis de sus rivales del laborismo y del centro, Isaac Herzog y Tzipi Livni, que abogan por confiar en su principal aliado, Estados Unidos.
Muy alejada en su escala de prioridades, el jefe del Ejecutivo israelí parece haber abandonado la aspiración de llegar a un acuerdo con los palestinos, al menos mientras el Estado Islámico esté a las puertas de Israel.
Su alianza con los partidos ultraortodoxos y nacionalistas abrió un inusual periodo de estabilidad política en el país, aunque frenó en seco los avances en el proceso de paz conseguidos por el ex primer ministro Ehud Olmert.