Las «demandas irracionales» de los pequeños partidos de derecha y ultraderecha, así como de las facciones ultraortodoxas, llevaron al primer ministro interino de Israel, Binyamín Netanyahu a no descartar la opción de formar un gobierno más amplio con el Grupo Sionista que lidera el laborista Itzjak Herzog.
Según «Haaretz», el líder del Likud preferiría un ejecutivo únicamente con los 18 diputados del Partido Laborista, aunque es improbable que Herzog deshaga su alianza con la formación Hatnuá de Tzipi Livni, que tiene 6 parlamentarios.
«Netanyahu entiende que la opción de un gobierno con el Laborismo es la menos mala de las que tiene hoy a su alcance», dijeron las fuentes al diario bajo anonimato.
Las negociaciones para la formación del nuevo ejecutivo comenzaron con los dos partidos ultranacionalistas Israel Beiteinu y Habait Haiehudí, los ultraortodoxos de Iahadut Hatorá y Shas y el centroderecha Kulanu.
Las primeras conversaciones, según los medios locales, fueron más duras de lo esperado por los negociadores del Likud, que denunciaron «demandas irracionales».
«Netanyahu tiene que lidiar con pequeños y medianos partidos que presentaron demandas irracionales tanto en lo que tiene que ver con los ministerios que exigen como con las líneas del Gobierno», explicó el jefe negociador del Likud, Zeev Elkin, y aseguró que ni siquiera Netanyahu, que salió de los comicios con una popularidad sin precedentes en los últimos dos o tres años, «puede aceptar estas demandas».
Las principales divergencias surgieron con el dirigente de Kulanu, Moshé Kahlón, que ya tiene asegurado el cargo de ministro de Finanzas, pero que boicoteó la primera sesión negociadora porque Netanyahu entregó a los ultraortodoxos de Iahadut Hatorá la jefatura de la Comisión de Finanzas del Parlamento que Kahlón considera crucial para las reformas que prometió realizar en materia de vivienda y carestía de la vida.
También con Israel Beiteinu surgieron divergencias en torno a la demanda de su líder, Avigdor Liberman, de seguir como ministro de Exteriores y se baraja la posibilidad de una rotación de dos años con algún dirigente del Likud.
No obstante, los avances más concretos se produjeron en las negociaciones con las formaciones ultrortodoxas, ausentes del gobierno en los dos últimos años.
Aunque por el momento los analistas interpretan las amenazas del Likud como una táctica para persuadir a estos partidos de que cedan en sus demandas, lo cierto es que en los últimos días varios diputados de la formación contactaron con colegas laboristas para sondear posturas.
«En contra de toda impresión, hay no pocas voces dentro del laborismo que consideran apropiada la posibilidad de un Gobierno de unidad nacional», indicaron fuentes del Likud a «Yediot Aharonot».
El rotativo destaca que en la última semana tanto Netanyahu como Herzog dejaron de afirmar ante los periodistas que no sentarán juntos en un Eeecutivo de coalición, indicio de que sus promesas pre-electorales de no hacerlo pueden haberse diluido.