WASHINGTON.- No fue casual y aquí empieza a ser incómodo. La escalada de golpes militares que acaba de lograr el grupo Estado Islámico (EI) y el control que ya ejerce en más de un tercio del territorio en Siria y en Irak abrió aquí un perturbador cambio de escenario e instaló, por primera vez, una pregunta hasta ahora inexistente en el imaginario colectivo: «¿Y si ganan?».
«Yo no sería tan extremista en los enunciados», intentó atajar el general John Allen, delegado por el presidente Barack Obama al frente de la coalición internacional contra el terrorismo jihadista. Sin embargo, no le quedó más que reconocer lo ocurrido. «Nos dieron unos cuantos golpes», admitió.
Avalada por 62 países y organizaciones internacionales, la alianza pasa por uno de sus peores momentos desde que empezó con sus operativos.
En sólo tres semanas, el enemigo para cuyo combate fue formada desplegó su garra en abanico extendido por el mapa. Casi al mismo tiempo, golpeó en Arabia Saudita y se quedó con un aeropuerto civil en Libia, mientras que en Siria se adueñó de la emblemática Palmira, una de las joyas de ese país castigado por una guerra civil.
Lo más apabullante, sin embargo, fue en Irak. Allí humilló al ejército local con la toma de Ramadi y, sobre el cierre de la semana, mostró que era capaz de burlar el perímetro de seguridad de Bagdad para sembrar el terror en su capital, al instalar explosivos en dos de sus HOTELES más emblemáticos.
«Son noticias preocupantes para Occidente. No sólo no deja de reclutar adeptos, sino que está haciendo despliegue de fuerza», dijo Jessica Lewis McFate, investigadora en jefe del Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, por su sigla en inglés) con sede en esta ciudad.
Para muchos, la seguidilla de reveses muestra que la estrategia de combate aéreo «no es suficiente», y que las tropas terrestres de mando iraquí no consiguen frenar a sus adversarios. La situación pone a la Casa Blanca en el dilema de movilizar efectivos norteamericanos, algo a lo que se resiste.
Por lo pronto, la escalada de EI logró aquí lo impensable. Esto es, que se alcen voces -de republicanos y de expertos en cuestiones militares- a favor de un cambio en la estrategia y de un posible desplazamiento de tropas.
Estados Unidos mantiene allí una fuerza de 3000 efectivos, pero con la instrucción de entrenar al ejército iraquí y permanecer lejos del frente de batalla. Lo que se pide ahora son dos cosas: que esa dotación se multiplique -se llega a hablar de 20.000 efectivos- y que se le autoricen opciones de combate.
Por caso, el senador republicano Lindsey Graham pidió el envío de 10.000 efectivos a Irak, mientras que los aspirantes republicanos a la Casa Blanca Rick Perry, Scott Walker y George Pataki admitieron estar abiertos a la idea.
El ex candidato presidencial John McCain atacó la estrategia del presidente. «No hay tal estrategia, no existe», dijo en una opinión que empieza a extenderse. Al mismo tiempo, el dirigente republicano se mostró solidario con la idea de enviar 20.000 efectivos, tal como esta semana sugirieron en el Senado dos ex asesores militares del ex presidente George W. Bush, el que ordenó las guerras de Irak y de Afganistán.
TEMOR
Las encuestas empiezan a reflejar cierto temor. Si bien mantienen un mayoritario rechazo a la movilización militar convencional, también es cierto que comienzan a revelar una mayor flexibilidad ante la posibilidad. Pero es un paso que la Casa Blanca no está dispuesta a dar.
«Aunque se diga que no es para combate directo, sino para entrenamiento y apoyo, un desplazamiento militar implica riesgos», previno ante los mismos legisladores el general retirado Jack Keane, que años atrás integró la cúpula de mando conjunto.
Desde la Casa Blanca se insiste en que no hay cambio de planes a la vista y en que una estrategia debe respetar los tiempos. «Una cosa es lo que se planea para el largo plazo y otra, muy distinta, lo que puede moverse en lo inmediato», advirtió Allen.
Sin embargo, en el mando militar se admite que la toma de Ramadi, sobre todo, fue un golpe difícil de digerir. Tanto como para que el secretario de Defensa, Ashton Carter, se negara a hacerlo y, en una primera reacción, sólo atinara a echar la culpa a los iraquíes.
«No demostraron deseos de pelear», les enrostró. La expresión tensó aún más la cuerda entre Washington y su aliado en Bagdad, el cada vez más debilitado gobierno de Haidar al-Abadi. Fue necesario recomponer las cosas.
«Hay que aprender las lecciones de lo ocurrido en Ramadi», fue la sugerente expresión de Allen. La idea pareció abrir la puerta a eventuales cambios de estrategia, con una cierta dosis de ansiedad en Washington. La cuestión podría definirse en encuentros que mantendrá ahora en París con sus contrapartes de la coalición e, inmediatamente después, en el terreno, en Irak.
Por debajo de esos movimientos, lo que late en esta ciudad es un perturbador cambio de ánimo, con la idea de que, tal vez, la empresa para «destruir a EI» -tal como la presentó Obama- sea mucho más difícil de lo que se pensaba.
«Más que eso, creo que hasta ahora nadie había pensado en la posibilidad de perder. Como si su extrema crueldad bastara para pensar que no les cabe más que la derrota», previno a la nacion Douglas Schmidtt, experto en Política de Defensa del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por su sigla en inglés), con sede en esta ciudad.
¿Qué significa «derrota» y qué significa «triunfo» en este caso? Para algunos, si el grupo sobrevive a la gestión de Obama, el presidente que se propuso «destruirlo», podría atribuirse una victoria.
«Sobre todo porque, a todos los efectos, en los territorios que conquista, actúa como un Estado, que gobierna, cobra impuestos y fija las normas», añadió Schmidtt.
Otros evalúan la situación de acuerdo con cuatro objetivos clave. Primero, si EI logra desestabilizar a la superprotegida Bagdad, algo que ya ensayó esta semana. Segundo, si EI no puede ser doblegado en tierra. Tercero, si el Estado iraquí se sigue desmembrando en partes -una bajo el gobierno sunnita de Bagdad, otra en la región kurda y una tercera bajo dominio de EI-. Por último, si Irán irrumpe de modo decisivo en el terreno.
«Ninguna de esas hipótesis está lejana y, en conjunto, son los ejes por los que pasa el posible triunfo o la derrota de EI», enumeró John McLaughlin, ex directivo de la CIA y hoy experto de la Escuela Internacional de la Universidad Johns Hopkins.
EL RÉGIMEN SIRIO ATACA ALEPPO CON BARRILES BOMBA
Los bombardeos con los denominados barriles bomba del régimen sirio volvieron a castigar ayer a la población civil de Aleppo, donde murieron 71 personas, mientras aumentan las advertencias sobre la violencia ejercida por las milicias kurdas en Al-Hasaka.
El ataque más mortífero causó la muerte de 59 personas por el estallido de barriles lanzados por helicópteros en la zona del mercado Al-Hal, ubicado en Al-Bab (muy cerca de Aleppo), bajo control del grupo Estado Islámico (EI). También resultaron heridas decenas de personas. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH) calificó la masacre como una de las peores perpetradas este año por el ejército del presidente sirio, Bashar al-Assad.
En otro ataque, en el barrio Al-Shaar, en Aleppo, capital de la provincia homónima, murieron por lo menos 12 civiles, entre ellos, tres menores y cuatro mujeres.
Fuente: Lanacion.com.ar