Una superviviente del campo de concentración de Terezín (en la antigua Checoslovaquia), Ela Weissberger, relató ayer en Montevideo cómo a través de actuar en una ópera infantil lograba olvidarse, momentáneamente, de «dónde estaba» prisionera y del horror que se vivía en el lugar.
Se estima que por Terezín pasaron unos 15 mil niños y Weissberger (Checoslovaquia, 1930) fue de las pocas que logró salir con vida de este campo de concentración, utilizado por los nazis como lugar de transición hacia el temido Auschwitz (Polonia) y hacia otros campos de exterminio entre 1941 y 1945.
Weissberger fue trasladada a Terezín con 11 años y fue liberada con 15, un periodo en el que interpretó en 55 ocasiones la ópera infantil Brundibár, que representará la Orquesta Juvenil del Sodre en Montevideo los próximos 8 y 9 de julio en el Auditorio Nacional del Sodre y que contará con la presencia de esta superviviente.
La mujer rememoró que cuando los nazis ocuparon la ciudad de Terezín en 1940 todos los judíos fueron obligados a comprar la «estrella amarilla», un símbolo segregacionista utilizado por los nazis para identificar a los judíos y que consistía en una estrella de David amarilla en la que aparecía escrita la palabra «judío» .
En un momento del acto, Weissberger mostró al público la estrella original que adquirió tras la ocupación nazi y explicó que debían caminar por calles distintas a las que frecuentaban los alemanes y que si alguien que no era judío hablaba con ellos se enfrentaban a ser castigados severamente.
«Cuando estábamos en el escenario no teníamos la estrella judía y cuando cantábamos nos olvidábamos de lo que éramos. No nos dábamos cuenta de que estábamos en un campo de concentración» , relató esta superviviente acerca de lo que sentían cuando interpretaban la pieza.
La anciana recordó la voluntad de los carceleros por intentar aniquilar las identidades de los prisioneros y rememoró la prohibición de usar sus nombres, dado que se les identificaba por su número de registro, el cual trajo consigo y también mostró a los asistentes para
ilustrar el horror vivido.
La obra, de cerca de 35 minutos de duración y cuya música fue compuesta por Hans Krása, que también estuvo prisionero en Terezín y fue asesinado en Auschwitz, habla de la lucha de unos niños contra ‘Brundibár’, un adulto que roba la recaudación de unos jóvenes que cantan para reunir dinero y cuidar de su madre enferma.
Esta ópera es un símbolo del sufrimiento infantil en el Holocausto y en los últimos años ha sido representada en varias ciudades del mundo, entre ellas, la argentina La Plata, donde fue dirigida por Rubén Martínez, que la volverá a dirigir en Montevideo.
Weissberger todavía recuerda lo «importantes» que se sentían aquellos críos cuando salían al escenario y veían una sala llena de gente que aplaudía y cantaba con ellos.
Un pequeño momento de alienación infantil aprovechado por la propaganda nazi, que filmaba y utilizaba estas actuaciones para transmitir a la sociedad la idea de que la vida de los judíos era apacible en el interior del campamento.
«Mis amigos más cercanos no sobrevivieron», dijo la superviviente del Holocausto cuando narró el momento en el que una sus mejores compañeras partió en uno de los últimos trenes que salieron de Terezín el 16 de octubre de 1944.
«Estoy hablando de un millón y medio de niños asesinados (en el período del Holocausto), sin razón, solo porque eran judíos, y que no pudieron disfrutar de crecer» , dijo Weissberger sobre los motivos que la impulsan a seguir dando charlas en diferentes lugares sobre aquella experiencia.
La suya es una historia de cómo el arte puede liberar la esencia humana cuando tratan de ponerle coto y de cómo una pequeña ópera infantil sirvió a multitud de niños para recuperar, momentáneamente, su identidad, y dejar de ser un número de registro en un campo de concentración nazi.
Weissberger, que hoy fue reconocida por la intendencia de Montevideo como Visitante Ilustre de la capital uruguaya, estuvo acompañada en la charla por uno de los principales impulsores que hizo posible su visita a Uruguay, Eduardo Bartfeld.
«Ustedes están cantando no solamente para los niños muertos, están cantando para todos los niños del mundo que están pidiendo paz, que están pidiendo unidad, que están pidiendo solidaridad (…) porque tenemos que creer en la utopía de que algún día llegaremos a un mundo mejor» , concluyó Bartfeld al dirigirse a los jóvenes que representarán Brundibár.
Fuente: El Universal / Foto: Katherine Jones