El periodista y editor, Julián Gorodischer escribió junto al co-autor y dibujante, Marcos Vergara el libro «Camino a Auschwitz y otras historias de resistencia» que retrata, a través del periodismo en cómic, la historia de tres familiares suyos, Paie, Lube y Berl que vivieron distintas experiencias en la Shoá. Por eso, el escritor dialogó en exclusiva con la CADENA JUDÍA DE INFORMACIÓN VIS A VIS para contar sus vivencias personales de cómo fue la creación de este libro y de qué significado tiene para su familia hoy a 70 años de la Segunda Guerra Mundial.
– Estuve leyendo en varias entrevistas que lo que te movilizó a hacer este libro fue un viaje a campos de concentración de Polonia ¿Me podrías contar en detalle de qué se trato?
– El viaje que vos haces referencia fue un disparador para empezar una búsqueda que también siguió en documentos, archivos y testimonios de sobrevivientes y de partisanos de la Segunda Guerra Mundial. Todo ese mix de testimonios, a mi me ayudó para completar un vacío de sentido que tenía en la propia herencia de relato oral con respecto a mis antepasados, por que había una negación, de parte de mis padres, a saber más, y una destrucción de la memoria familiar a partir de la destrucción que llevaron a cabo los nazis a pueblos y comunidades. Todo eso me llevó a mí a tratar de armar una especie de patchwork de testimonios, de informaciones y de otros productos culturales, como los testimonios de Primo Levy y Hannah Arendt, y con todo eso tratar de reponer una época, pero sobre todo, una vivencia que yo le atribuyó a mis antepasados.
– Con Camino a Auschwitz ¿Crees que pudiste llenar ese vacío que tenías a nivel familiar?
– Sí, lo llene. Estoy muy contento de sentir que la literatura se plasma en efecto en la vida, por qué ayudó mucho a mi madre a conocer más sobre su origen, a partir de mi relato, y también descubrir, entre todos, que la memoria familiar es una construcción de relato, y que muchas veces, ese relato hay que completarlo de alguna manera. En este caso, con voces de terceros y con algo de imaginario por que el género de la no ficción en cómic permite jugar mucho con la imaginación del cronista, con los sueños y con la fantasía. Entonces, todo eso compone un relato que tiene un efecto sanador tanto para la descendiente directa, que en este caso es mi madre, como para la tercera generación que se ve también afectada. En la contratapa de mi libro y de Marcos Vergara, dibujante y co-autor, escribió Pacho O`Donnell que «los efectos nocivos del Holocausto fueron de tal magnitud que no se agotaron en los sobrevivientes y en las víctimas se transmite a familias completas».
– El género que utilizaste para tu libro no está muy profundizado en Argentina ¿Sentiste miedo que en algún momento tu historia familia quede banalizada en el cómic?
– No tengo miedo, para nada, por qué las devoluciones que tuve, hasta el momento, del libro es que es una historia entrañable, o sea, que se percibe el cariño, el amor y el respeto con el que son abordadas estas tres figuras, aún inclusive, haciendo alusión a la sexualidad y explorando las zonas oscuras del relato y menos atractivas, quizás, para la moral judía tradicional. Pero yo mediante estos recursos, para nada intenté banalizar, sino que la intención es que fue una manera de vivenciar algo vinculado a las problemáticas contemporáneas. Yo no puedo mirar la vida de mis antepasados de los años cuarenta sin verme implicado e introducir las problemáticas que a mí me importan y me interesan, como por ejemplo una posibilidad de heroísmo con debilidades y vulnerabilidades, en el caso de Luba en el secuestro de Eichman, y también en el caso de Paie. Esto es un relato sobre la construcción de identidad de un nieto del Holocausto, no una biografía sobre sus antepasados.
– ¿Cómo fue llevar todos estos documentos que tenías trasladarlos al dibujo y que tu historia se mantenga intacta?
– Esto es trabajo de química humana y ahí fue fundamental la conexión que tuvimos con Marcos Vergara, cómo él vive en San Nicolás y yo en Capital Federal, prácticamente no nos vimos durante el proceso. Pero sin embargo, nos manteníamos muy conectados a través de las indicaciones del guión y mis propios storyboards que yo le hice con un dibujo infantilizado, pero que ahí ya se plasmaba una escena posible. Yo tuve que buscar muchas fotos en la Fundación IWO, testimonios de todo tipo sumado a testimonios de partisanos perdidos en los bosques que es el tema de la segunda nouvelle junto con el libro la «Casa de la calle Garibaldi» de Isser Harel, y otro ejemplar, que a mí juicio, es muy inspirador ya que es el relato de máxima calidad literaria sobre la Shoá que es «Si esto es un hombre» de Primo Levi. Ahí yo tomé escenas de este último libro en lo que refiere al vinculo de Primo Levi con una de las protagonistas de mi libro llamada Paie. Con todo ese mix, lo que siempre nos aseguramos es que el libro tenga veracidad en lo que refiera al acontecimiento histórico. Por eso lo llamamos periodismo en cómic, no por qué tenga los pactos de verdad que tiene el periodismo gráfico, sino porque el periodismo en cómic recibe el influjo de la historieta, toda sus tradiciones para vincularse a la fantasía y a lo imaginario. Este libro es un híbrido, a veces es difícil rotularlo, por eso yo siempre digo que es un híbrido.
– ¿Cómo tomaron el libro tu familia y tu mamá, en particular?
– Extrañamente están muy contentos. Primero me demuestra la apertura mental de mi familia con respecto a temas de que uno cree «ay esto no se habla», y no se habla, pero es por complicidad por qué cuando uno decide hablar, yo en este caso hablo a través del guión de Camino a Auschwitz, los otros también te demuestran cómo lo reciben, y la recepción es muy buena. No teníamos un relato de procedencia del relato materno, entonces celebran, que más allá del componente ficcional que puede llegar a tener el libro, ya hasta eso está sobre vacío de sentido. Eso me demuestra que es muy cariñosa la mirada de los personajes, aún si se está planteando prostitución o homosexualidad. Nadie tiene por qué ver algo pecaminoso en eso. Estos personajes son salvados por sus actitudes, y aún en el caso de Paie, que es la que cayó más bajo, es redimida.
– Durante o después de haber terminado el libro ¿Tuviste la posibilidad de dialogar con sobrevivientes?
– Mis testimonios fundamentales fueron a partir de mi visita al campo de concentración de Auschwitz, y la investigación in situ. Posterior a la presentación no se presentó la oportunidad, pero ahora vamos a presentar el libro en Rosario en el Museo del Holocausto y va a ser la primera ocasión de tomar contacto y estar cara a cara.
– Por último ¿Cambió mucho la visión que tenías de tu familia finalizado el libro?
– Sí 100%. Yo tengo la satisfacción que este libro trasciende al libro, como todas las cosas que se hacen con pasión y con deseo. Eso ha convertido a mi familia en un elemento muy sanador sino que hay algo de reponer la identidad de mi madre muy fuerte en el libro. El que lee «Camino Auschwitz» se da cuenta que la real protagonista no es Paie, mi tía-abuela, sino que es Paie, mi madre. Tiene apariciones fugaces, te diría, pero en la primera viñeta se advierte que su misión durante todo lo que dure la nouvelle será cumplir el deseo de su madre, y después se ocupa de desarrollar toda la nouvelle y lo que hará para cumplirlo.