Simjat Torá: a bailar con la Constitución. Por Jorge Rozemblum

Esta semana culminará, como cada año en cada congregación judía del mundo, la celebración de Sucot con la fiesta de Simjat Torá, literalmente en hebreo, la alegría de la Ley. Es el día sin duda de mayor regocijo en el seno de las sinagogas, una vez superada la dura prueba anual del examen divino del Yom Kipur, una manera de empezar el nuevo ciclo limpio de deudas interiores. Esta levedad en lugar de insoportable invita a bailar con los rollos de la Torá, de sacar a respirar aire fresco a los viejos pergaminos y a participar (aún los niños, exentos de los preceptos hasta los 13 años) en la lectura del Pentateuco, la Constitución del pueblo judío y la más antigua en vigor.

A diferencia de otras “cartas magnas” establecidas por los estados y naciones modernas, nuestro código legal se compone de capas superpuestas como en una cebolla, siendo su núcleo esencial los mandamientos recibidos por Moisés mientras el pueblo liberado del yugo egipcio moraba en sucot (cabañas o moradas transitorias) en el desierto. En torno a él, se erige la Torá, el Pentateuco que contiene la cosmogonía básica de nuestro credo. Pero los preceptos morales y sociales implícitos en dicho texto se mantuvieron primero en la tradición oral (Torá shebeal pé) y luego fueron compendiados, comentados y ampliados en lo que popularmente se conoce como Talmud. De esta manera, aunque la legislación rabínica va evolucionando con los tiempos y adaptándose a las nuevas realidades, el “núcleo de la cebolla”, los fundamentos (los mandamientos y la propia Torá) siguen inalterados, sin revisiones, enmiendas ni remiendos.

¿No es esta razón más que suficiente para que una vez al año cada hoja (cada judío) se sienta feliz y orgullosa del viejo tronco que la sustenta y lo airee a los cuatro vientos de la comunidad, contemplando cómo se desenrolla de principio a fin, maravillados del poder de sus 22 caracteres para dibujar este mundo y las expectativas del otro, extáticos de alegría terrenal por sentirse parte de una misma cadena, la más larga, la más castigada, la más fiel a las palabras que la tradición sitúa en el principio de los tiempos, de nuestro tiempo?

Ojalá todos los estados, naciones y pueblos lleguen a tener una Ley que valga la pena releer durante milenios, una Constitución que no baile sola. Que tenga un tronco sólido capaz de sacudir sus hojas al viento para que sientan que son ellas las que danzan con los cimientos.

Shabat shalom y Jag Sucot Sameaj

Jorge Rozemblum

Director de Radio Sefarad

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