Contra el olvido. Por Ioni Shalom

Una de las costumbres más atractivas del pueblo judío es la ruptura de la copa en la ceremonia de casamiento. Al finalizar el acto religioso por el cual la pareja se consagra como tal, el novio alza su pie derecho y rompe una copa de vidrio, que estalla en mil pedazos, esparciendo sus cristales, mientras los asistentes gritan a coro la frase ¡Mazal Tov! (traducida como Felicidades o Buena suerte).
Nuestra tradición enseña que esta copa rota recuerda la destrucción de los templos sagrados de Jerusalem (el primero en el año 586 a.e.c y el segundo en el año 70 e.c), donde los judíos nos reuníamos en la búsqueda de lo divino. Las dos destrucciones fueron las catástrofes más terribles de la antigüedad para el pueblo de Israel. En aquella época, el fuego y la destrucción se apoderaron de los hombres. Las piedras se convertían en arena. La arena se convertía en cristales. Mucho tiempo pasó, y sin embargo continuamos sosteniendo la tradición de recordar la destrucción para que nunca más ocurriera nuevamente. Pero sucedió.
Las noches del 9 y 10 de Noviembre de 1938, Adolf Hitler y Joseph Goebbels se encargaron de movilizar a la sociedad, incluyendo a las juventudes hitlerianas, para atacar personas y propiedades judías, quemando también más de un millar de sinagogas. Miles de millones de partículas de cristal volvieron a llenar las calles de Alemania y Austria, dando lugar a una de las tragedias más bochornosas de la historia europea, denominada «Kristallnacht» (Noche de los Cristales Rotos).
La copa se volvía a romper. Tras el grito, todos callaban. El grito a Dios no alcanzaba para contrarrestar el silencio ensordecedor del mundo. No se podía pensar, no se podía cuestionar, no se podía debatir. Muerte, sangre, silencio y esquirlas.
Pero así como las piedras se transforman en arena, luego en cristal y nuevamente se reinventan para formar las más hermosas figuras, el pueblo de Israel enseñó al mundo cómo reinventarse tras haber pasado también por el fuego.
En Enero de este año, al cumplirse el 70º aniversario de la liberación de los campos de concentración de Auschwitz-Birkenau, el Congreso Judío Mundial reunió a alrededor de 100 sobrevivientes del Holocausto de distintas partes del mundo, quienes recordaron la tragedia en la entrada del mismo campo al que alguna vez llegaron como prisioneros. Líderes políticos de diferentes países –entre ellos, Angela Merkel, canciller alemana– estuvieron allí presentes exigiendo no olvidar y asumiendo el compromiso para que no vuelva a suceder.
Es posible reinventar la historia aprendiendo del pasado para que las nuevas generaciones se desarrollen en un marco basado en el diálogo, el respeto y el entendimiento. No repitamos el error. No volvamos a ser cómplices con el silencio.
Que desde ahora, y para siempre, los cristales sean únicamente rotos junto al grito de alegría ¡MazalTov!
Fuente: Infobae