El presidente Mauricio Macri mira al Pacífico en busca de un aliado estratégico, pero no de un ejemplo. Si algo entiende bien es que el suyo es un gobierno de minoría parlamentaria en el que la restricción política es incluso más fuerte que la restricción presupuestaria, esa que busca estirar financiando el déficit con deuda.
El ejemplo que inspira las políticas de Macri, como reveló en exclusiva LPO, es el del Israel de Fischer y el de Netanyahu, un país con reducción gradual de la inflación, apertura progresiva, fuerte inversión extranjera directa en tecnología de punta y crecimiento económico con una participación cada vez mayor del sector terciario.
No es casualidad que recientemente la presidenta del Banco Central de Israel (BOI), Karnit Flug, haya visitado la Argentina para ser la expositora principal de las Jornadas Monetarias y Bancarias de septiembre del Banco Central, organizadas por Federico Sturzenegger, un curioso incansable del análisis de modelos económicos fuera de lo convencional.
Karnit Flug explicó cómo ella y su antecesor, Stanley Fischer, pasaron en poco más de una década de una inflación de tres cifras a estar pensando cómo salir de la deflación.
Con un programa de metas de inflación, como el que inauguró este año Federico Sturzenegger, en la década del 90 el Banco de Israel (BOI) logró pasar de una inflación de arriba del 20% anual a menos del 10%. De ahí que el modelo elegido por el macrismo no es arbitrario.
Stanley Fischer sujetó la política monetaria a una meta de inflación complementada por una meta de crecimiento del PIB. Y su sucesora fue la encargada de una política más dura para alcanzar actualmente una inflación menor al 2% anual.
Y todo en medio de un proceso de crecimiento económico sostenido que se había desacelerado hasta el estancamiento a principios de siglo. La crisis de las «puntocom», una oleada inmigratoria y los desbalances económicos de Israel, lo llevaron a su peor crisis entre 2000 y 2002. Para entonces, estaba al borde de la insolvencia con su deuda sobre PBI arriba del 90%.
Parecidos y diferentes
Las comparaciones entre Israel y Argentina, aunque complejas, tampoco son antojadizas. En 1984, Israel tuvo 444,9% anual de inflación a la vez que el gasto público ascendía al 70% del PBI; y en este sentido, no tenía nada que envidiarle a una economía latinoamericana.
En aquellos años era un país exportador de materias primas, en esencia cítricos y diamantes. En 1985, con un plan de estabilización y un pacto social se realizó una política de shock que ordenó los principales desequilibrios macroeconómicos, pero la deuda pública seguía siendo muy elevada, casi el 160% del PIB. En esto el famoso modelo gradualista o por «acumulación» de cambios que propone la administración de Macri, tienen pocos puntos en común.
Y respecto al camino de celebrar un amplio acuerdo social y político para detonar las reformes necesarias, menos aún.
Como sea, tras un plan de desindexación de la economía y de reducción gradual del gasto público, en 1989 -con la caída de la Unión Soviética- Israel recibió una fuerte ola inmigratoria que aumentó su fuerza laboral en un 15%, lo que significó una fuerte importación de capital humano, dada la formación universitaria de buena parte de los inmigrantes.
Y si bien en una primera etapa esta abundancia de capital humano fue desaprovechada, rápidamente Israel empezó a recibir un flujo de inversiones orientadas al desarrollo tecnológico. Primero, se aplicó a la tecnología agrícola y poco a poco fue virando a la industria, lo que le permitió un rápido crecimiento en el número de patentes.
Con fuerte crecimiento liderado por el sector terciario y el desarrollo de tecnología, a fines de los años 90, Israel era un país exportador de servicios de alta tecnología. Sin embargo, tras la crisis de 2000-2002, se orientó fuertemente a la industria tecnológica y al desarrollo de servicios de alta performance, al punto que actualmente casi el 70% de sus exportaciones son servicios y poco más del 10% es de materias primas.
Su PBI per cápita creció por encima de su tasa de crecimiento vegatativo gracias a un salto de productividad que llevó al país a tener un ingreso anual equivalente por habitante de más de 32.000 dólares, niveles propios de un país desarrollado.
Por eso, los libros de macroeconomía lo denominan «el milagro israelí» y lo muestran como un ejemplo de las virtudes de la reducción de la presión fiscal. Aunque resta tener presentes las inyecciones de inversión extranjera directa y de capital humano que recibió el país de Medio Oriente.
La presidenta del Banco Central de Israel (BOI), Karnit Flug.
Impuestos y Estado
«También hay que entender la situación geopolítica de Israel, el rol del Estado como catalizador de la industria y las exportaciones y el complejo militar de alta tecnología que fue derramando hacia la economía y el apoyo económico para el desarrollo de las exportaciones de bienes industriales sofisticados y de servicios de alta tecnología», aclaró a LPO el sociólogo de la economía Daniel Schteingart.
Desde que en 2003 el entonces ministro de Finanzas, Benjamín Netanyahu, tomó el timón y encaminó la economía mediante una fuerte reducción de la presión fiscal, la economía retomó un ritmo de crecimiento sostenido promedio del 4% anual.
En esta segunda oleada de crecimiento e inversión, la economía se volcó fuerte al desarrollo de servicios. Hoy Israel lidera el ranking de start-ups por millón de habitantes y es el principal destino de los capitales de riesgo de Estados Unidos para este tipo de inversiones.
Esta oleada de inversiones fue acompañada por una política de reordenamiento del gasto público y de reducción de la presión fiscal, que sirvió de trampolín político a Benjamín Netanyahu.
La apuesta del actual primer ministro se centró en dar señales de confianza a los inversores: con una primera baja del impuesto a las firmas, privatizaciones y un recorte del gasto social tanto para ordenar las cuentas desde lo técnico como para dar una señal política de incentivo al trabajo. En una segunda instancia, también hizo una reforma laboral por la cual la evolución de los salarios quedó atada a los aumentos de la productividad.
Advertencias
Algunas advertencias se desprenden la historia de Israel para la política de Macri. En primer lugar, que llegar al ratio de deuda sobre PBI de 70% y de gasto fiscal sobre PBI de 45% (siendo que cuenta con uno de los complejos de defensa más grandes del mundo) se dio en parte por bajas de la deuda y del gasto, pero por sobre todo por la veloz y sostenida expansión del PBI gracias al salto de productividad de la economía.
En segundo lugar, que ese salto se dio por la enorme inversión en el desarrollo de capital humano orientado al desarrollo tecnológico, el gasto en educación de calidad y en universidades, junto con el gasto en investigaciones militares para generar nuevas tecnologías. Israel es un gran exportador mundial de armamento.
En tercer lugar, que las inversiones extranjeras en esta segunda oleada cobraron fuerza en 2005, dos años más tarde del reordenamiento macroeconómico de Netanyahu y luego de que la economía ya estuviera encarrilada en una senda de crecimiento sostenido gracias a la inversión doméstica. Y aún así, estuvo sujeta a los movimientos de tasas internacionales -como lo evidencia la fuerte huida de capitales hacia el boom inmobiliario que luego estalló en la crisis de 2008-.
Y en cuarto lugar, que pese al enorme salto del PBI per cápita, Israel forma parte de uno de los tres países más desiguales en materia de ingresos junto con Chile y Estados Unidos y que este desarrollo no evitó que siga con elevadas cifras de pobreza que rondan el 20% de la población.
La Política Online