Seguramente, ante la disyuntiva entre igualdad o justicia, mucha gente preferiría una opción no señalada: igualdad “y” justicia sería aparentemente lo ideal.
Pero, en más de un caso, la equidistancia, la igualdad de posicionamiento ético, atenta contra el concepto de justicia.
La representación de esta última suele ser una balanza. Pero a diferencia de la igualdad, para que el fiel quede centrado no es obligatorio poner lo mismo en los dos platillos, sino pesos equivalentes.
De modo análogo, en la vida real el ojo por ojo de los milenarios códigos éticos mesopotámicos ya se superó. No hace falta romper el diente a quien nos lo provocó antes para ser compensado por ello.
Sirva de ejemplo de esta paradoja el último conflicto bélico de Israel contra los grupos terroristas de Gaza.
Algunos medios (en España, la mayoría) no resistieron la tentación de la “equidistancia”, sopesando la cantidad de bajas mortales para definir (sin que les asalte ninguna duda al respecto) quién es el agresor y quién el agredido, quién la víctima y quién el verdugo, el bueno y el malo de la película.
Aunque en esta ocasión las hostilidades comenzaron con el disparo de misiles por grupos terroristas (así reconocidos por muchos organismos internacionales) hacia la capital de un estado, y siguieron teniendo como objetivo indiscriminado a civiles israelíes (de hecho, entre la docena de víctimas mortales hay dos árabes, tres trabajadores extranjeros, y entre los siete judíos ningún militar). Del lado gazatí se estima (dado que la información que proporcionan las organizaciones terroristas no es de fiar) que fallecieron unas 250 personas.
Según el portavoz del ejército israelí, cerca de 200 de entre ellas eran combatientes de Hamás o Yihad islámica.
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Si lo comparamos con operativos anteriores de Israel contra los mismos grupos, vemos que el número y la proporción de civiles gazatíes afectados es mucho menor y no es casualidad. Es producto de tecnologías militares cada vez más certeras, al contrario que los cohetes lanzados desde la Franja, que no apuntan a otra meta que la de provocar el pánico y la mayor cantidad de muertos. Esa es la definición misma del terrorismo.
Hay periodistas que llegan a tildar de inmorales – por falta de igualdad – a los mecanismos de defensa de los civiles israelíes (el sistema antimisiles Cúpula de Hierro, refugios y habitaciones blindadas, etc.) frente a los de los palestinos, cuyos líderes inviertieron los ingentes recursos recibidos de la ayuda internacional exclusivamente en sistemas ofensivos (túneles, misiles, etc.) en lugar de destinarlos a la inaplazable mejora de las infraestructuras básicas de la población más necesitada, como el suministro de agua, electricidad, hospitales o viviendas, especialmente para aquellas familias que no están en la nómina de beneficiarios directos de las citadas organizaciones. Sólo cuando se haga justicia con ellos, podrán plantearse los dilemas morales de igualdad de oportunidades para sobrevivir en paz.
Shabat shalom
Jorge Rozemblum
Director de Radio Sefarad