Una razón irrazonable para temer los «Días Temibles». Por Ariel Gelblung

Dr. Ariel Gelblung

Los próximos días, el pueblo judío querría concentrarse de lleno en los denominados “Días temibles”, aquellos que desde Rosh Hashaná (Año Nuevo) hasta Iom Kipur (Día del Perdón). Días de introspección, de analizar de qué forma nos relacionamos con el prójimo. De reparar los daños en forma personal. De acercarnos y encontrarnos para generar buenas acciones. Para tener una nueva oportunidad de mejorar nuestro entorno. De esa forma, también, mejoramos nosotros mismos.

Durante ese período, sin embargo, el conjunto de las naciones del mundo nos darán otro motivo para que esos días sean temibles.

Está previsto que durante la Asamblea General de las Naciones Unidas se conmemore el Vigésimo aniversario de la Conferencia de Durban.

En el año 2001, las Naciones Unidas convocaron a Sudáfrica, cuna del Apartheid, ese sistema perverso que permitió que la minoría blanca sojuzgase a la gran mayoría negra, a la que habría de ser la conferencia definitiva contra el Racismo.

Obviamente, todas las expectativas estaban puestas en esa convocatoria. ¿Cómo no depositar esperanzas en una reunión de todas las naciones para encontrar una forma de poner fin a las diferencias entre humanos por cualquier razón? ¿Había llegado ese crucial momento en la humanidad en que la Organización de las Naciones Unidas iba a propiciar el fin de la discriminación y crear el mejor mundo que tenía en vistas luego del fin de la Segunda Guerra Mundial?

Unos 3.500 delegados de Organizaciones no Gubernamentales llegaron a Durban, pero lo que se preveía como una luz para el futuro de la humanidad, no tardó en convertirse en una sombra siniestra.

El Rabino Abraham Cooper, Decano Asociado del Centro Wiesenthal, lo narra del siguiente modo: “El Centro Simon Wiesenthal, una ONG acreditada, nos envió a mí y a mi colega el Dr. Shimon Samuels desde París para representar a nuestros 400.000 miembros en la primera conferencia mundial de derechos humanos celebrada en África. También servimos como portavoces de varios otros grupos judíos. Donde proponíamos diálogo, encontramos maldiciones; donde esperábamos intercambios en el mercado de ideas, encontramos agresiones verbales y físicas por parte de delegados iraníes. El viernes por la mañana, un alto funcionario de la policía nos instó a mí y a otros participantes judíos a no caminar los dos kilómetros hasta el Centro Comunitario Judío local. ‘Demasiado peligroso. No podemos garantizar su seguridad’, me dijeron. Y tenía razón. En las afueras de la sede de la conferencia contra el racismo había unos 20.000 manifestantes con carteles venenosos que incluían una pancarta que decía ‘¡Hitler tenía razón!’”.

Esa conferencia se transformó en el huevo de la serpiente. Allí nace la falsa acusación hacia Israel sobre la aplicación de un sistema de Apartheid. Allí se gestó la idea de boicotear la economía y la cultura Israelí, y la judía por añadidura. Allí se cocinó la nueva forma de antisemitismo disfrazada de antisionismo.

Cada 5 años, desde entonces, se organizan “celebraciones” para glorificar ese infame momento.

Y, como sostuve al inicio, se llevará a cabo la celebración del vigésimo aniversario durante la Asamblea General.

Además de la obvia declaración de Israel, a la fecha otros 12 países anunciaron que no participarán de dicha vergonzante reunión: Estados Unidos, Canadá, Australia, Alemania, Reino Unido, República Checa, Países Bajos, Austria, Hungría, Bulgaria y Francia.

El Centro Wiesenthal pidió al Secretario General de las Naciones Unidas directamente su cancelación.

Mientras tanto, en mi condición de Director para América Latina, junto con el Director de Relaciones Internacionales, Dr. Shimon Samuels, enviamos cartas a todos los Cancilleres de América Latina y el Caribe solicitando que anuncien su ausencia y que “Hacer lo contrario, significará diferenciar los conceptos de lucha contra el Antisemitismo del de Derechos Humanos”.

Hasta hoy, la respuesta oficial fue el silencio. Extraoficialmente, en los países que supuestamente deberían no concurrir por haber más de una vez demostrado en los hechos que están del lado de los que no aceptan el antisemitismo, solo escuchamos que no pueden dejar de ir porque en aquella oportunidad se han obtenido victorias para los pueblos originarios o para los afrodescendientes.

Y esa es una respuesta dolorosa. Rememora cuando un niño deja de ser objeto de bullying porque los matones encontraron otro a quien molestar, no porque se acaba el bullying.

Es ponerse del lado de los odiadores porque se logró que odien a otro. Es convalidar una transferencia de odio. Lamentablemente, ello implica que el problema no se acabó. Solo que no les toca directamente. Se rompe la solidaridad entre victimas a favor de aceptar la violencia del victimario.

De configurarse esta situación, los días que vienen, definitivamente serán temibles.

CSW
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