“El Nobel que no dejó de soñar”, documental sobre la vida de Shimon Peres, es una biografía de un hombre que no confundió la fantasía con un sueño. Nacido en Polonia, en un shteitl, y habiendo sufrido el antisemitismo, patología eterna contra los judíos, hizo aliá junto su familia. Esta película es de una claridad meridiana sobre lo que significa amar, luchar, defender y universalizar el derecho a tener una tierra.
La cámara retrospectiva de su memoria mientras testimonia, va desde su llegada al puerto de Jaffa y ve el mar y el cielo infinito y azul transparente del Mediterráneo, hasta contar la felicidad que sintió al haber dejado el pueblo de su infancia entre juegos y los estallidos antisemitas. Con lágrimas recuerda cuando su abuelo al partir le pidió que no olvidara nunca que era judío. Y con su rostro craquelado de arrugas, sonriendo ante la cámara, confiesa la plena conciencia que tuvo entre lo que era la tolerancia de allá y la libertad con la que lo recibió la Tierra Prometida. El recuerdo de su abuelo rabino que lo educó hasta ser quemado vivo junto a otros judíos por los nazis, son una mezcla de vivencias de infancia y gran melancolía. Pero el contrapunto de fortaleza juvenil como agricultor en la Galilea, su primer romance, su despertar como líder, su encuentro con los creadores del futuro estado y su recorrido progresivo desde el campo a la ciudad, es de gran belleza expresiva relatado con un lenguaje descriptivo al que se acompaña como espectador por su claridad expresiva.
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El sueño de Shimon Peres fue el sueño de muchos que hicieron posible la creación del Estado de Israel. Para este hombre excepcional que no dejó de tener éxitos y fracasos, vivió con los ojos abiertos soñando, nunca bajó los brazos, siempre anhelaba la paz con los árabes, supo ver las ventajas y calcular las desventajas de sus ideas, comprometió a los grandes del mundo con su ayuda antes y después del establecimiento del estado.
El tiempo de esta biografía es la cronología de cómo sucedieron los hechos, demostrando los planes de ataque y defensa como de desarrollo y progreso. Su vida pública es el retrato de un luchador por el reconocimiento de Israel ante el mundo y el compromiso a su existencia. Sus privilegios junto a un grande como Ben Gurión y los demás fueron ganados por su inteligencia y perseverancia. Hasta su vida personal, amorosa y el distanciamiento con su esposa es de una honestidad admirable.
El desfile de los más importantes gobernantes con sus comentarios con elogios hacia su personalidad fueron unánimes, de orgullo y admiración. Su funeral también fue una despedida imborrable hacia un hombre ejemplar. La canción de Bárbara Streisand fue una manera de haberlo acunado con su melodía Avinu Malkeinu y universalizado el idioma hebreo con su rezo de bendiciones. Recibió el Premio Nobel con la misma humildad con la que vivió.
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Esta película es con el agregado de los cortos documentales insertados un despliegue de la inteligencia israelí ante su pequeño territorio y los ataques del mundo árabe y su permanente presencia en las acciones bélicas como disparador de tácticas defensivas. Sus altos cargos cuando dirigió al país hablan de un apasionado hombre al servicio de Israel.
“El Nobel que no dejó de soñar” es la versión de Teodoro Herzl del pasado al presente de dos soñadores. Seguro que se encontraron en el infinito para disfrutar de los sueños hechos realidad.
Por Martha Wolff