“Cantamos esta canción que nos sale del corazón. Un refugio y un abrazo lleno de amor”. Con la música del carnavalito El Humahuaqueño una veintena de hombres y mujeres se anima a cambiar la letra, a jugar con los ritmos. A cantar. Detrás de los barbijos se adivinan sonrisas, gestos que se aflojan, pies que siguen el compás, manos que se entrelazan. Los residentes del hogar para personas mayores LeDor VaDor, en el barrio de Chacarita, se entregan a la actividad para compartir un espacio musical que reconocen como parte de una rutina de bienestar. Hay panderetas, cascabeles, maracas. Hay ganas de sentirse bien.
“La música me ayuda desde siempre a sacar la timidez, a largar todo. Salgo entusiasmada de estos encuentros”, afirma Regina Glazer de Golod, 91 años. “Cantar me da mucha satisfacción”, agrega Manuel, 90 años. “Me ayuda a compartir y a manifestar sentimientos”, remata Manuel, que ingresó al hogar hace seis meses, por propia decisión. La luz que entra por los amplios ventanales llega desde el jardín de la residencia donde médicos gerontólogos, musicoterapeutas y psicólogos trabajan en equipo para mejorar la calidad de vida, promover la búsqueda de intereses y proyectos personales y disfrutar este tipo de propuestas que contribuyen a la salud emocional. En tiempos de complejos estudios neurológicos y tecnología de avanzada para promover un envejecimiento saludable, esta terapia musical mejora el ánimo, reduce el estrés, aplaca la ansiedad y fortalece la autoestima.
“La autopercepción es clave más allá de las condiciones clínicas de salud. Notamos que las personas que se perciben bien envejecen saludablemente, viven más y mejor”, señala Romina Rubin, directora médica de la institución y vicepresidenta de la Sociedad Argentina de Gerontología y Geriatría.
“La música, como otras actividades artísticas, genera un puente, un ida y vuelta entre los residentes. Hay casos puntuales donde los efectos son muy concretos. Uno de los pacientes con esclerosis múltiple, muy limitado, retomó la práctica de armónica con la ayuda de una vincha que sostiene el instrumento. El entusiasmo adquirido promovió mejoras y fortalecimiento de vínculos sociales”, destaca Cynthia Zylbersziajn, psicóloga especializada en cuidados paliativos, que además toca el ukelele durante los tratamientos. Cynthia armó una banda de rock con enfermeros, kinesiólogos, personal de limpieza y pacientes. Le pusieron Le Doors Va Doors, un nombre que juega con el grupo de rock estadounidense y la denominación del hogar, que en hebreo significa “de generación en generación”.
Algunas voces sobresalen más que otras en el taller de coro. Algunos cuerpos acompañan el ritmo. Todos los participantes prestan atención a las indicaciones de la musicoterapeuta que guía la actividad. Nancy Sitkinas es clara al impartir las consignas: “No apoyen las carpetas en las rodillas, mejor las sostienen con las manos así facilitan la postura para vocalizar mejor”, les dice entre otros tips para optimizar el encuentro. “No importa tanto el producto final como disfrutar el proceso y divertirse con los errores en los ensayos. La percepción musical es una herramienta de trabajo fundamental en el ámbito de la salud mental. Con la música sistematizamos la estimulación cognitiva desde la motivación. Impulsamos las ganas, por eso es un recurso tan noble”, dice la profesional.
En primera persona
Rosita y Nelly cantan tomadas de las manos. Son vecinas de habitación y se conocieron recién este año, aunque al verlas parece que fueran amigas de toda la vida. Se acompañan, comparten la letra de la canción, se divierten. A un costado, un hombre escoltado por una enfermera se aferra a su silla de ruedas. Tiene los ojos cerrados y parece escuchar, de lejos, el carnavalito que entonan sus compañeros. Tieso, no mueve ninguno de sus músculos. Solo escucha. Y al final abre los ojos unos minutos. Misión cumplida para el equipo interdisciplinario que observa su reacción. Conectar unos minutos a pesar de la pérdida de sus capacidades cognitivas es un gran avance: “La estimulación es parte del proceso y uno de los múltiples objetivos que buscamos con estas propuestas. Si al final del día se siente mejor ya valió la pena ese rato donde estuvo en acción y dejó fuera de foco las dolencias”, comenta Iván Glait, coordinador de las actividades de LeDor VaDor, la institución que lleva 15 años instalada en un edificio especialmente proyectado para alojar a 250 personas, con parámetros de arquitectura adaptada.
Acordeón en mano, el músico Andrés Serebrenik se propuso reconectar con su abuela Sofía durante los últimos años de su vida. Al principio le costó establecer comunicación con su “bobe”, aunque después de varios intentos Sofía reconoció la melodía de su infancia. Lo tomó de la mano, le cayeron unas lágrimas y abrazó a su nieto. El reencuentro marcó un antes y un después. Lo que surgió con gusto a despedida terminó en una oportunidad donde ambos descubrieron el poder de la música. Andrés grabó esos encuentros con su celular, que luego se transformaron en la serie La Abuela Sofía. Y después de su muerte, el músico decidió sostener el contacto con los residentes del hogar. Con su acordeón y su entusiasmo, promueve encuentros musicales en uno de los sectores de la residencia.
Disfrute y alegría para mitigar dolores y estabilizar el ánimo desde un formato grupal, donde el nieto pródigo reparte acordes que acarician el alma por un buen rato. “Asumimos el desafío de renovar e incorporar novedades todo el tiempo. Desarrollamos dispositivos que nos permitan gestionar las emociones y exploramos estos abordajes desde todos los ángulos posibles. La ciencia y la tecnología tienen mucho camino por delante. El envejecimiento saludable requiere aprendizaje, formular más preguntas que respuestas y salir de la zona de confort para garantizar una vida plena en las condiciones que les toque”.
El que dispara este reclamo social es Jonathan Cohen, 36 años, subdirector de la institución y una de las voces más jóvenes dedicadas al tema. Entre los prejuicios que se propone desterrar figura el edadismo, señalado por las Naciones Unidas como un problema mundial. “Estas actitudes de discriminación por edad promueven estereotipos y discriminación. Nuestra misión es romper con esa barrera, y también con ciertas denominaciones que nos parecen injustas. Abuelos, adultos mayores, deterioro cognitivo. No van más. Impulsamos un nuevo glosario”, plantea Cohen. Y advierte que según la Organización Mundial de la Salud, entre 2020 y 2030 el porcentaje de habitantes del planeta mayores de 60 años aumentará un 34%. “En 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. En ese momento, el grupo de población de 60 años o más habrá subido de 1000 millones en 2020 a 1400 millones”, señala y reitera: “Hay muchas preguntas para formular”.
En tanto, desde el salón principal llegan acordes folclóricos y algunos tangos. Sentada junto al grupo está Patricia Kreimer, hija de Adela, de 87 años, a quien acompaña en distintas actividades y se suma como voluntaria a la institución. “Mi mamá está contenta, se conecta con lo mejor y ni se olvida la letra a pesar de sus dificultades cognitivas. Para ella, la música es todo”, señala Patricia. El piano del hogar es uno de los refugios de Regina Glazer, que fue concertista y profesora de música. “Mi familia no quería que me dedicara a la música, pero yo seguí tocando siempre. La música es mi pasión. Menos el rap me gustan todos los estilos, sobre todo boleros y óperas”, dice con una sonrisa de oreja a oreja. A su lado, Manuel tararea un tema. Ingresó hace seis meses al hogar y ya tiene en agenda varios proyectos; por ejemplo, armar grupos de conversación según intereses e idiomas. Y uno en especial, que lo desarrolla junto a Andrés Serebrenik: traducir canciones populares al yiddish, el idioma de su infancia y de miles de inmigrantes judíos que llegaron desde Europa. “Cantar, bailar, moverme, tener un proyecto. Todo lo que me hace bien”, remata Manuel.
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