Los detalles de la comunidad judía local que llamaron la atención de los historiadores

Los detalles de la comunidad judía local que llamaron la atención de los historiadores
Los detalles de la comunidad judía local que llamaron la atención de los historiadores

La comunidad judía, una de las más antiguas de la tierra, ha tenido en su historia que realizar varios peregrinajes para asentarse en lugares pacíficos y escapar de la persecución en su contra. En tres momentos, los judíos vieron en Ecuador un lugar para emprender una vida tranquila, especialmente en las provincias del sur del país, donde aún se observan tradiciones, apellidos y arquitectura judía.

A pesar de que existe el registro de diversos asentamientos judíos en el país, los cálculos actuales sugieren que hoy la comunidad no alcanza los 500 miembros, según datos de la Sinagoga Judía en Quito, donde ahora residen la mayoría de ellos.

Aunque la llegada más reciente se remonta a la época de la Alemania Nazi y la Segunda Guerra Mundial, en Ecuador, los primeros judíos arribaron antes de la formación de la República.

La influencia judía en el país ha sido recopilada en libros de distintos autores, nacionales y extranjeros, en reportajes y en documentales que tratan de conectar a las actuales generaciones con sus raíces sefardíes. Muchos ni siquiera conocen que proceden de una familia judía, pues la mayoría se convirtieron al catolicismo. En Ecuador, el 92% de ciudadanos profesan una religión, de estos más de 70% son católicos.

En un primer momento, varios se asentaron en lo que hoy es Loja y Zaruma, al sur del Ecuador, donde se contaron al menos siete sinagogas. Buscaban lugares apartados e inaccesibles para vivir en paz, dejando sus usos, costumbres, dialecto y arquitectura.

Este es el recorrido histórico de los tres exilios que hicieron que ciertas ciudades del Ecuador sean consideradas “sinagogas vivientes”.

Los orígenes

El pueblo judío, denominado así por descender de Heber, abuelo de Abraham, es original de la Mesopotamia, abandonó su tierra natal caldea de Ur hace más de 5 mil años para hacer un largo peregrinaje a la tierra que ahora llamamos Israel.

Navegó y comerció en los cuatro extremos del Mediterráneo, llegando incluso a la costa de España, conocida en hebreo como Sefarad. En el año 409, las tribus bárbaras de suevos, vándalos y visigodos invadieron el Imperio Romano y se apoderaron de Hispania y del norte de África, instaurando así el reino de los visigodos. Aquí empezó la persecución a los judíos.

Aproximadamente, 100 años después de la muerte del profeta Mahoma en el año 632, los ejércitos árabes se extendieron por el norte de África borrando los últimos vestigios de la civilización copta y del reino de los vándalos, así como de su capital Cartago. Prosiguió luego el avance y conquista del Magreb, y de allí los Tarik Muza y Mughit se lanzaron desde Ceuta a la conquista de España. Los ejércitos árabe y godo se enfrentaron en una decisiva batalla a orillas del Río Guadalete donde pereció en el año 711 el último rey visigodo de España.

El primer exilio

Poco después de la llegada de los árabes y de que España se convirtiera en una provincia del califato de Damasco, surgieron numerosos grupos de resistencia cristiana contra los moros en las montañas asturianas y entre los vascos de Navarra y Euskadi. Alrededor del año 800, el líder del asturiano Don Pelayo derrotó a los árabes en la famosa batalla de Covadonga, creando el pequeño reino de Asturias, a partir de ese momento será una piedra de los emires cordobeses.

En pueblos y villas con presencia judía había calles y barrios dedicados a ellos, también como una forma de discriminación. Los barrios tenían calles estrechas, casas apiñadas, mercados y pequeñas sinagogas, además de un jéder o escuela básica, un Talmud Torá o escuela religiosa, un hospital para pobres y un cementerio. Todo este complejo se llamaba judería para distinguirla del resto de las ciudades cristianas.

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El notable éxito económico y social de los judeoconversos, las continuas acusaciones en su contra y la declaraciones malintencionadas sobre una supuesta cooperación con los judíos en rituales sacrilegios y burlas a la iglesia se utilizaron como justificación de la instalación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Sudamérica.

El celo religioso de la Iglesia y la creencia del papado de que los criptojudíos contaminaban a los conversos convenció a los reyes católicos de España a expulsar a los judíos de todos sus reinos como último recurso y como solución definitiva a un problema que afecta a la sociedad española desde 1391. Los reyes católicos accedieron a esta petición, y el 31 de marzo de 1492 fue promulgada la expulsión. La orden exigía vender todos los bienes y abandonar la península o bautizarse como católico en un plazo de 90 días para poder quedarse en España.

Después de que Cristóbal Colón financiara y armara su expedición para trazar una nueva ruta a las indias, muchos judíos conversos se fueron con él. Según algunos historiadores, muchos de los marineros y tripulantes que trajo Colón en su primera expedición fueron liberados de prisión y de estos, 24 reos liberados de las cárceles españolas eran presos de conciencia, no delincuentes comunes.

Esta expulsión de 1542, llevó a los judíos al nuevo mundo, donde la persecución continuaría.

La segunda huida

La Ciudad de los Santos, hoy conocida como Lima, fue fundada el 6 de enero de 1535, convirtiéndose en la capital del territorio de Nueva Castilla y del futuro virreinato del Perú. Inmediatamente se convirtió en un importante centro de comercio marítimo de oro, plata y especias, además de un punto de comunicación con todas las ciudades y pueblos de América del Sur además de las ciudades más importantes de México, Macao y Filipinas.

El comercio en Lima no fue lo único que atrajo a los judíos conversos a Castilla la Nueva. El surgimiento y explotación de importantes centros mineros como La Plata, actual Sucre, Potosí en el norte del Perú, Cerro de Pasco, Huancavelica y León de Huánuco, la Villa Real de Zaruma, los pueblos mineros de la provincia de Yaguarsongo, las minas de oro del distrito de Santa Ana de los Ríos de Cuenca, Cajamarca y muchos otros lugares se convirtieron en el destino de centenares de judíos que huyeron de la persecución. Los conversos usaban en secreto documentos falsificados para tratar de encontrar una vida mejor en las indias y la oportunidad de vivir en paz y prosperidad, lejos del Santo Oficio.

El segundo auto de fe del Tribunal de Lima celebrado el 13 de abril de 1578, merece mención porque estuvo presidida por Monseñor Pedro de la Peña, Obispo de Quito. Durante esta persecución, la mayoría de los reos eran comerciantes, obreros de las minas, viajeros, médicos y todos los casados con sevillanas. Esto resultó en una estrepitosa quiebra comercial no solo de Lima sino de todo el Virreinato. Los primeros pasos que tomó el clero después de su arresto fue el aislamiento de los presos y la confiscación inmediata de sus bienes.

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Además de los arrestados por la Santa Sede, cientos más huyeron de Lima y el Callao, a lugares remotos como Cajamarca y Loja, en la entonces Audiencia de Quito.

Como Quito no era una de las provincias más ricas del Virreinato, el Tribunal de Lima no tenía mucha actividad allí y el número de funcionarios asignados a esta jurisdicción era pequeño. Esta falta de controles ofreció un acceso a numerosas obras literarias censuradas por la Iglesia y prohibidas en Lima. La baja actividad de persecución convirtió a la Audiencia de Quito en un refugio para los conversos que empezaron a estabilizarse, prosperar y ganar reputación en las sociedades coloniales.

Para evitar la judaización de los lugares al sur del país, la iglesia católica impulsó la devoción a la advocación mariana de la Virgen de El Cisne, que es venerada hasta la actualidad en las provincias de Loja, Azuay y El Oro y que atrae en una romería anual a miles de devotos que caminan 70 kilómetros pidiendo favores o agradeciendo por milagros.

En 1742, había una gran preocupación sobre la influencia de los conversos en las ciudades en el entorno de Loja, como CuencaZarumaZamoraSaraguro o Cariamanga. En 1829, Simón Bolívar, en calidad de presidente de Colombia, país del que formaba parte el Ecuador como país federado, decretó las fiestas de romería y feria en homenaje a la Virgen de El Cisne, llamada popularmente como “La Churonita”, termino judío que significa mujer de cabello rizado.

Lo más sorprendente de toda esta historia, relata el historiador Ordoñez Chiriboga, es que el dueño de la propiedad era Juan María Riofrío, el sexto obispo de Loja en 1956.

Fuente: Infobae

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