Es una idea aceptada que la actividad física y el entrenamiento deportivo, es importante para conseguir un normal crecimiento y maduración del niño. Sin embargo, en las últimas décadas, a raíz del significativo incremento observado en el volumen e intensidad de entrenamiento de los jóvenes que practican deporte de competición, se ha producido una señal de alarma provocada por la inquietud que despierta en padres, educadores y científicos los posibles efectos negativos de este tipo de entrenamiento en el desarrollo y maduración de estos niños. Así, en un comunicado conjunto de la Asociación Americana de Medicina del Deporte y de la Asociación Americana de Dietética se puede leer: » algunos programas para la mejora de la aptitud física podrían ser perjudiciales para los adolescentes si conllevan un tipo de ejercicio intenso y prolongado y/o un porcentaje graso corporal muy bajo para optimizar sus márgenes competitivos. Estos regímenes podrían retrasar la maduración sexual, disminuir el crecimiento óseo y, con ello, la estatura». Es decir, parece existir un punto a partir del cual el ejercicio «excesivo» podría impedir el crecimiento establecido genéticamente para una persona y su normal desarrollo.
¿Dónde está la frontera entre el ejercicio físico saludable y el perjudicial?
Por ahora, es muy difícil trazar una frontera entre estos dos tipos de actividad física. Por lo tanto, quizá sería conveniente insistir, en que «hasta que puedan ser definidos los límites de este rango de ejercicio saludable debería prevalecer el sentido común».
¿Es aconsejable que un niño o un adolescente entrenen la fuerza?
Es un asunto controvertido. De un tiempo a esta parte, para una parte de la comunidad médica, el entrenamiento de fuerza en estas edades no era recomendable por dos razones: 1º) se creía que su bajo nivel de andrógenos (testosterona) impediría, teóricamente, el desarrollo de la fuerza; y 2º) se temía que en este grupo de población, el entrenamiento de fuerza favorecía la aparición de lesiones musculoesqueléticas. Sin embargo, en los últimos años numerosas organizaciones científicas y profesionales como la Asociación Americana de Medicina del Deporte, la Asociación Americana de Pediatría, la Asociación Americana para el Acondicionamiento Físico y la Fuerza, y el Comité Olímpico Americano han preconizado los beneficios del entrenamiento de fuerza en jóvenes, debido a los resultados positivos encontrados en estudios recientes que muestran cómo siguiendo ciertas pautas de entrenamiento racional, los niños y adolescentes pueden aumentar su fuerza muscular sin riesgo para la salud.
¿En estas edades el entrenamiento de fuerza también puede ayudar a prevenir diferentes enfermedades?
Sí. Desde un punto de vista de salud, la práctica de un deporte (incluyendo los deportes de velocidad/ potencia y fuerza) es una herramienta muy útil para prevenir el consumo de drogas y el desarrollo de enfermedades como la obesidad, las enfermedades cardiovasculares y la osteoporosis. En caso de una carga «excesiva» de entrenamiento podría tener efectos adversos en los procesos fisiológicos comprometidos con las adaptaciones de los tejidos a la actividad física, al crecimiento y a la maduración. Por ejemplo, resulta sorprendente observar que aquellas chicas que desarrollan períodos de amenorrea secundaria durante su carrera deportiva son más propensas a desarrollar osteoporosis y enfermedades cardiovasculares, en comparación con otras deportistas que mantienen sus ciclos menstruales.
Sin ninguna duda, la actividad física tiene efectos favorables en el desarrollo integral de la persona. Disminuye la posibilidad de sufrir enfermedades. Mejora la sociabilidad, la integración, la conducta, el respeto a las normas y a los rivales y la autoestima. Conducidos por profesionales capacitados y sin tener como meta solo los resultados, quienes practican deportes, tanto amateurs como profesionales, se aseguran un plus en calidad de vida que la hace mas sana.
Dr. David Sznajderhaus
MN 70.630
Médico Deportólogo
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