Hemos iniciado el último mes de nuestro calendario. Elul comienza como un desafío de introspección, reflexión y escucha. Las tefilot de Selijot, el Salmo 27 y el sonido del Shofar marcan su llegada en nuestras vidas.
El mes de Elul nos propone la desafiante aventura de andar el camino…no de alcanzar las metas, sino aprender que los obstáculos mismos son el camino y hay que entrenarse a sortearlos. Al llegar este tiempo, no deja de invadirnos la sensación de rapidez del paso del tiempo y el cosquilleo de qué nos deparará el futuro que se abre ante nosotros. Ya hemos aprendido que Rosh Hashaná nos es sinónimo de una nueva vida, pero es la posibilidad que se renueva esperanzadora. Porque un nuevo año supone dar a luz un tiempo futuro que bien puede y debe ser mejor que ayer. Eso dependerá de nosotros.
Iniciamos un camino espiritual que genera incertidumbre para reconocernos en errores, aceptarlos, modificarlos y planificarnos renovados. Por eso este mes está cargado de una energía particular. La palabra Elul significa «búsqueda». Elul es un momento para buscarnos y buscar en nuestros corazones. Elul es el mes del encuentro con el prójimo, “Ani le dodi ve dodi li”; la reconciliación, el sanar heridas…sin olvidar que “el amado” también puede ser la Divinidad y hay que encontrarla en nuestras vidas.
La «búsqueda» es la clave de las oportunidades. La búsqueda es estar en movimiento constante e intenta mantenernos equilibrados. El sentido que equilibra nuestra vida es la audición, la escucha. De ahí la importancia del Shofar: su raíz viene de la palabra hebrea LeShaper, mejorar.
¡Cuánta vibración, cuánto estremecimiento! En los sonidos del Shofar. Qué energía inmensa trae consigo el cumplimiento de esta mitzvá. Es la orden específica de la Torá, así se llama a Rosh Hashaná, “Iom Truah” (día del sonido del Shofar).
Pero, ¿qué significan dichos sonidos? Esos sonidos, kolot, voces, son música, y el compositor de esta música es Dios.
Conocemos que toda música tiene contenido, no son sólo notas que se unieron, sino que tienen un mensaje, un sentido en su interior. Hay melodías alegres, melodías melancólicas, hay pop, hay rock. La música del Shofar también tiene algo para decirnos.
Cuando Dios crea al hombre toma polvo de la faz de la tierra; moldea su figura, su cuerpo y luego insufla con un soplido…su Neshamá. La mística nos enseña que cuando uno respira hondo, ¿de dónde saca el aire? De lo más interno. Dios, de lo más interno de Sí, nos otorga la Neshamá…su esencia, su chispa…una parte divina; un pedacito de Él está en nosotros.
La acción Divina para darnos vida fue soplar. Por lo tanto en Rosh Hashaná soplamos. ¡No se puede cumplir con esta mitzvá si alguien no sopla! ¡Y esto no es casual!
Rosh Hashaná, como día de la creación de la humanidad, y Iom Hazikaron, como Día del Recuerdo. Este día debemos recordar cuál es nuestra finalidad, replantearnos y recordar qué función cumplimos. Y ese es el recuerdo que debe llegar a nosotros cuando escuchamos el Shofar.
Dice Rambam: «¡Despiértense los que duermen! ¡El Shofar es nuestro despertador espiritual!»
¿Para qué? Muchas veces nos levantamos como autómatas, y no sabemos para qué. O sabiéndolo, no hacemos lo adecuado. Entonces, estos días se nos exige levantarnos, regresar en nuestras acciones y recordar cada una de ellas para rendir cuentas. “Iom Hadin”.
El Shofar tiene como objetivo invitarnos a salir de la enfermedad del olvido y construirnos en la salud del recuerdo. Somos criaturas con responsabilidades; de palabras, acción; con libre albedrío en la elección.
La pregunta es si somos capaces de escuchar. ¿Escuchar significa que ingresen sonidos al oído? ¿Sabemos escuchar? ¿O sólo nos gusta que nos escuchen? ¿Tenemos paciencia para escuchar?
Durante el año nos cuesta escuchar; prestamos poca atención a la escucha. Este mes es un entrenamiento que nos obliga a la escucha. Se nos pide que nos quedemos quietos y atentos a la escucha.
La humanidad tiene el problema de no saber escuchar. Rosh Hashaná y nuestra esperanza de mejorar nos brinda la oportunidad de ésta vez salir mejores. ¡Pon atención! Si quieres cambiar, hay una sola técnica: ¡Escuchar!
Tekiá es un sonido pleno, sencillo; simple. Se utilizaba para convocar a la comunidad, para avisar celebraciones, festejos, alegrías. Unidad. Reconocer a Dios como Creador y Supervisor.
En cambio, cuando el pueblo salía a la guerra, se enfrentaba contra el enemigo, se escuchaba la Truá, el cual es un sonido roto, cortado, complicado.
Lo mismo que Shevarim, un lamento, un llanto, una desilusión, un fracaso.
La compaginación de las Tekiot del Shofar siempre empiezan y terminan con Tekiá.
Lo sencillo y simple; lo dificultoso y complejo. Así es la vida. la composición del toque del shofar; en el comienzo y en el final, hay calma y tranquilidad, paz y armonía. En el medio, problemas, súplica, complicaciones…
Al comienzo venimos de Él y nos sentimos protegidos, pero la vida debemos vivirla, sufrirla, trabajarla, amarla, disfrutarla. Y una vez al año, entrenarnos en la escucha. Escucha propia, de los otros y de la misión que nos dieron en este tiempo.
De esta forma, escuchar el Shofar nos vuelve al equilibrio, al sentimiento esperanzador de que hay posibilidades de regresar a la calma del encuentro. Del encuentro con los vínculos lastimados, con los sueños frustrados, con las energías perdidas. Un nuevo soplido interior en nuestras vidas, si la tarea está cumplida, aprovechando las llaves de oportunidad que nos brinda la búsqueda y la transformación en estos tiempos.
¡Que tengamos la bendición de abrir los oídos y el corazón para escuchar y ser protagonistas de nuestra renovación!
¡Shaná Tova Umetuká!