El médico Ricardo Nachman vive en Israel hace 30 años y se especializa en la identificación de cadáveres
El horario de conversación se atrasa porque, junto a su equipo de trabajo, debía terminar de cotejar el ingreso de ochenta cuerpos que llegaron a la morgue. «Son días tremendos, de mucho dolor y tristeza, de intensa labor, de apenas dos o tres horas de sueño desde aquel sábado tétrico, cuando el grupo terrorista Hamas le hizo el mayor daño a Israel desde que yo recuerde. Sigo sin salir de la conmoción y del asombro. Lo que estoy viendo estos días jamás en mi vida imaginé con presenciarlo alguna vez».
Del otro lado de la línea está Ricardo Nachman (58), un médico rionegrino graduado en Rosario, que se especializó en clínica forense en Israel, donde vive hace treinta años.
Dirige y coordina la Unidad Médica Forense que depende del Ministerio de Salud. «Hace muchos años que yo trabajo en esto. Tengo el cuero curtido, estoy con la guardia alta porque además de haber visto situaciones devastadoras en el tsunami de Tailandia (2004) y en el terremoto en Haití (2010), presencié decenas de veces cuerpos amputados por inmolaciones… Pero esto de ahora me abrumó, me hizo tambalear como nunca antes», le confiesa a Clarín en una videollamada desde Tel Aviv,
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En la madrugada de aquel sábado 7 de octubre, Hamas lanzó un ataque a gran escala contra Israel. Simultáneamente con el lanzamiento de cohetes, los militantes volaron la valla fronteriza entre Gaza e Israel en varios puntos y entraron en territorio israelí por tierra, mar y aire.
«Fue una obra perfecta del terror, satánica y bestial, pensada como se pensó el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York. ¿Cómo pudo haber sucedido esto? No tengo la menor idea.. Entiendo que se relajaron los controles un minuto y ellos lo aprovecharon. Cuando todo esto pase, porque pasará, se hará un estudio a fondo para determinar quiénes fueron los responsables que fallaron en la seguridad».
Dice Nachman que en casa lo esperan sus hijos Noga (6) y Nadov (2), que se encuentran bajo cuidado de otros familiares y que su tiempo apremia. «Los estoy viendo poco y los extraño. Noga, la nena, está realmente sobresaltada. Apenas escucha el sonido de una alarma, ella va solita al refugio, pobrecita. Y hace dos días, mi hijo más chiquito Nadov cuando escuchó las sirenas me fue a buscar y me llevó de la mano al búnker. Mirá cómo de tan chiquito se va impregnando del ambiente… Yo me había demorado con unos papeles y el nene, asustado, me fue a buscar corriendo», dice con la voz quebrada.
Además de médico forense, Nachman es capitán reservista del Ejército, rol que le permitió codearse con muchas escenas de dolor. «Con los años vas entendiendo el mecanismo de daño, de muerte, pero esta bestialidad perpetrada por depredadores supera todo lo que una persona normal puede pensar que va a pasar. En estos días siento que perdí algo de esa profesionalidad propia de quien sigue adelante pese a todo… Me desestabilizó, no recuerdo verme a mí en este estado de sufrimiento interno, pese al profesionalismo»,
Trabaja en Tel Aviv Nachman, que vive en un moshav (comunidad rural) que se llama Shtulim, a 40 kilómetros, en una zona equidistante entre la capital israelí y la Franja de Gaza.
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«En estos momentos hay unas 1.400 víctimas. De 900 cuerpos que fueron revisados pudimos identificar 510», puntualiza. «Hay cerca de 400 que todavía no pudimos llegar a dar con su identidad por una amplia serie de factores, pero especialmente por la magnitud del daño que presentan. Y aún tenemos por delante otros 500 para reconocer. Hay que decir que la identificación lleva su tiempo y el grado de complejidad depende, insisto, de cómo se encuentre el cuerpo».
Remarca el especialista rionegrino nacido en Villa Regina que no hay una guerra, sino que «a partir de un ataque cobarde, infrahumano y sin códigos, nos encontramos viviendo en un estado de guerra contra un grupo terrorista, no contra un ejército militar. Quisiera dejar en claro que aquí hay que separar a Hamas de la población palestina, que no tiene nada que ver, que es oprimida por el brazo armado que domina la Franja de Gaza y no les permiten abandonar la zona. Pero Israel avisa a los ciudadanos palestinos para que abandonen la zona porque atacarán… Eso es tener códigos de guerra».
Con pausas marcadas pero sin eludir la pregunta, Nachman cuenta que se enteró que mujeres jóvenes y adultas fueron abusadas, pero no va a hablar de eso porque no tiene pruebas contundentes. «Lo que yo puedo contar es lo que vi y me encontré con cuerpos calcinados de familias abrazadas atadas con alambres, de gente que pudimos comprobar a través del hollín encontrado en la tráquea que fue quemada viva, de jóvenes a los que balearon indiscriminadamente en tobillos y piernas y a los que se los encerró para que murieran desangrados. El mecanismo de matanza fue perverso, acá no estamos hablando de muertes por enfrentamientos armados».
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Pese al dolor que «lo molió a palos», nunca estuvo en su pensamiento volver a la Argentina o irme de Israel. Lo hablé con mi mujer Mijal, especialista en ADN de huesos, con la que estoy trabajando para la detección de los cuerpos, y queremos seguir aquí en el centro de la escena, a pesar del temor, porque lo tenemos, por supuesto. Esta vida no es la que queremos…pero tampoco así es la cotidianeidad de Israel». Hace una pausa y ratifica: «No me puedo ir de ninguna manera. No me atrevería ni me lo perdonaría abandonar a mi gente en este momento tan sensible».
Comparte un infidencia de hace unos minutos: «Antes de atenderte, me llamó mi esposa, que estaba manejando y en el medio de la ruta debió frenar, dejar el auto abandonado y refugiarse en un edificio cercano porque había bombardeos».
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Muestra humanidad y vulnerabilidad el médico argentino que, dice, se solía caracterizar por ser imperturbable. «Te cuento otra cosa familiar… Días antes del ataque de Hamas mi hija mayor, Noy, viajó una semana a Londres y tenía que volver el lunes siguiente al ataque… Pero me llamó y me dijo: ‘Papá, no voy a volver, estoy aterrada’. Obvio que yo le dije que me parecía que tenía que regresar, pero respeté su decisión y, tras un cónclave familiar, se decidió que viajara a Estados Unidos».
Sobre los rehenes israelíes en manos de Hamas, Nachman calcula que «son unos 200 de los cuales, el diez por ciento, o sea unos 20, son argentinos». Se esfuerza en ser optimista, pero le gana el pesimismo. «Ojalá me equivoqué, rezo día y noche para equivocarme, pero en manos de Hamas no me imagino que los secuestrados estén relativamente tranquilos… Es raro que no sean maltratados o torturados, pero quisiera estar diciendo estupideces», implora con lágrimas en su mejilla.
Cree Ricardo Nachman que Hamas pretende hacer una guerra psicológica, generar psicosis en el pueblo israelí, con el objetivo «de que las familias presionen al gobierno de Netanyahu para que se rinda ante las peticiones terroristas».
Le queda una hora más de trabajo, hasta las diez de la noche, antes de marcharse a su casa. Justo en ese momento se hace viral una noticia sobre una explosión en un hospital de Gaza que mató a 500 personas. Las primeras noticias en redes sociales culpan a Israel, que oficialmente niega haber bombardeado el hospital.
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«No me cortes, esperame unos minutos», pide mientras se lo escucha hablar en hebreo. «Vi las imágenes -dice al ratito- y no fue el Ejército israelí, fue el propio Hamas que se bombardeó a sí mismo. No es la primera vez que fallan con los lanzamientos de misiles. Pero Israel tiene códigos, no haría eso… ¿Sabías que médicos de un hospital aquí en Israel casi son agredidos por ciudadanos enfurecidos? ¿Sabés por qué? Porque estaban intentando salvar las vidas de un puñado de terroristas gravemente heridos. Yo apoyo a esos médicos y me identifico, porque ante todo soy médico, un profesional sin política ni partidismo, que intento hacer el oficio de la mejor manera posible».
Sobre la contundente respuesta militar israelí sobre territorio palestino, Ricardo Nachman está convencido: «La venganza nunca es buena, pero no hay que confundir: una cosa es la venganza, y otra muy distinta el derecho de autodefensa legítimo para vivir tranquilos».