Entrevista exclusiva a Diana y Marcelo Wasser, sobrevivientes de la masacre del 7 de octubre

Vis á Vis dialogó con Diana y Marcelo Wasser, un matrimonio que sobrevivió junto a su hijo y su nieto de la masacre que cometió Hamás en Israel. La entrevista se realizó en la sede de Buenos Aires de la B’nai B’rith Argentina.

El relato en primera persona de cómo se vivió el 7 de octubre, el tiempo que estuvieron en el refugio, cómo se fueron enterando de lo que estaba pasando, los mensajes que intercambiaban con otros residentes del kibbutz Nirim durante el ataque.

Diana y Marcelo están recorriendo los diferentes países para brindar testimonio de lo que vivieron y de lo que sucedió y está sucediendo.

«Nosotros tenemos que seguir haciendo lo que estamos haciendo. No solamente Diana y yo, sino en general todo aquel que pueda. Todo aquel que pueda aclarar, pasar información, decir exactamente lo que pasó», afirma Marcelo.

Y agrega: «Esto que estamos haciendo es una misión que me di a mí mismo. Yo dejé mi trabajo por esto. Una cosa es cuando vos leés, cuando alguien te cuenta lo que escuchó, lo que le dijeron, y otra cosa es cuando estás escuchando esto ahora. Ahora, una historia que está pasando hoy, no que pasó, no que ya es historia antigua».

• Vamos al inicio de su llegada al país y su llegada al kibutz donde viven. ¿Cuándo llegaron a Israel?

(D) Yo llegué en 1976 con mi familia. A los tres meses me fui a terminar el secundario con todo mi grupo de Córdoba y las materias más importantes de allá, Israel en hebreo y después entré al ejército.

(M) Nosotros nos fuimos en un grupo de Macabi, éramos 8 jóvenes, una chica y 7 varones. Nos fuimos a Macabi, octubre de 76. Nos teníamos que ir en marzo, pero por cuestiones, tuvimos que adelantar. Pero ya estaba programada la salida, y bueno, en octubre del 76 salimos a Israel con un kibutz ya asignado, que es el mismo kibutz que estamos viviendo hoy, el kibutz Nirim.

Buscamos un kibutz que esté en la frontera y en el que no hubiera sudamericanos para tratar de insertarnos y adaptarnos mucho más rápido a lo que es la vida de Israel. Todos estaban estudiando en la universidad, todos. Yo estaba en el segundo año en Medicina, otro estaba en Ingeniería, y bueno, en aquel momento decidimos todos dejar e ir a Israel.

• ¿Cómo se compone la familia?

Tenemos cinco hijos, tres de sangre, y dos adoptados que hicieron aliá sin los padres. Tengo una hija que se va a casar el año que viene, un varón que tiene un bebé de nueve meses y es el que estaba con nosotros en el refugio el 7 de octubre, tengo una hija que vive cerca nuestro con tres nietos, y de los dos hijos adoptivos tenemos tres nietos más.

• Bueno, ya adentrándonos un poco en el día de la masacre. ¿Cómo fue la noche anterior, la del 6 de octubre? Se fueron a dormir y…¿qué pasó a la mañana?

El 6 de octubre fue el cumpleaños 77 del kibutz, por eso estaban todos mis nietos, con inflables y juegos y música. Fue una noche muy linda, nos fuimos a dormir, nuestros dos hijos con el bebé se quedaron en casa, por eso los otros tres nietos no tenían lugar. Y bueno, a las 6 y 28 de la mañana nos levantamos con la alerta roja. En el kibutz no es sirena, es alerta roja. Tenemos entre 8 y 10 segundos para llegar al refugio, al cuarto seguro, y bueno, mi hijo sacó al bebé de la cuna, nos fuimos al cuarto seguro y pensamos que en 10 minutos, porque nosotros hace 20 años que vivimos con los misiles, salíamos. Y los misiles no paraban de caer, decenas. Y a eso de las 7.30/7.45 lo llamaron a Marcelo, que había caído un mortero en el tambo.

Yo soy el gerente del tambo hace casi 30 años. Entonces le digo, que tengo que ir porque algo pasó, que tengo que ir, por supuesto mi familia me dice «estás loco, están cayendo misiles, ¿a dónde vas?’, a lo que yo les dije ‘Yo tengo que ir, no me puedo quedar acá, ya están los muchachos trabajando, no los puedo dejar solos». A pesar de lo que ellos decían, me vestí porque estábamos todos en pijama.

Tengo un cochecito como de golf, una cosa así, y fui. Es a unos 800 metros aproximadamente de donde vivimos. Por supuesto que en el medio me tuve que tirar unas dos o tres veces, no recuerdo exactamente cuánto, porque los misiles seguían cayendo. Me tiré, me levanté, me tiré, me levanté, hasta que llegué a la lechería. Llego a la lechería, me encuentro con un panorama de un montón de vacas muertas, electricidad caída, bueno, todo lo que puede hacer una bomba. El techo fue destruido, un agujero muy grande, los paneles solares de arriba también.

No es la primera vez que cae un misil adentro del tambo, en el año 2014 se nos murieron 8 vacas de primer momento y 40 más o menos que estaban heridas y las tuvimos que sacrificar a todas, lamentablemente cerca de 50 vacas sacrificadas, o sea que ya estamos un poquito acostumbrados, pero sabemos qué hay que hacer con eso. Les dije a los muchachos «ustedes se van ahora a casa, se meten adentro del cuarto seguro y no salen hasta que yo no les diga». Terminé de hacer unas cosas y me volví para casa. En el camino escucho tiros y bueno, no sabía si era cerca o lejos, yo quería cuanto antes llegar a casa.

• Le interrumpo, ¿en qué momento se dan cuenta que es algo distinto a lo habitual?

En el primer momento, a los cinco minutos de estar, que llegamos al refugio, mi hijo y yo nos miramos y decimos, casi los dos al mismo tiempo, «esto no es lo mismo, acá pasa algo». La cantidad de misiles que caían por minuto eran muchos, no sé si eran 10 o eran 5, pero muchos. No era lo habitual para nada. Llego a la casa, cuando llego a la casa abro el teléfono, porque lo tenía cerrado, porque estaba trabajando, no lo miré, y veo que me dicen «volvé ya a casa, hay terroristas en Nirim, llamanos cuando llegás a la puerta y te abrimos que la puerta de afuera está cerrada».

Los perdí por un minuto, porque yo escuché disparos y yo pasé por ese camino, pero me detuve en otra cosa y estaban ahí un minuto antes. Así que me salvé. No era el día ni la fecha. Entonces llego a casa, ellos me ven por la puerta y me dijeron «¿por qué no volviste?». Porque, bueno, las cosas normales que dice cualquier familia asustada por un ser querido. Entonces entro, cerramos la puerta otra vez, entramos, cerramos el cuarto seguro y empiezo a leer las noticias que hay. Uno decía «me están quemando la casa, ¿qué hago? Entra humo por abajo». Otro puso «me están disparando a la puerta», otro «me disparan a la ventana, escucho árabe en la casa, gritos de personas en árabe, me disparan a la puerta, me disparan a la pared, me disparan, me disparan, y humo, ¿qué hago? Vengan por favor a salvarme».

Yo leía y para mí eran gritos que yo escuchaba adentro de mi cabeza. Algo rarísimo. ¿Por qué? Porque cada uno de esos que escribió, yo sabía quién era, cómo se ve, qué voz tiene, yo sabía todo. Cada uno de nosotros lo mismo, porque es el kibutz, una comunidad pequeña en donde vos conocés a todos, todos te conocen a vos. Y vos decís, «¿qué hago?». No lo puedo ayudar, no puedo hacer nada. Y la desesperación que todo el mundo decía, que venga el ejército…y no había nadie, nadie venía. Arreglarte solo. Terrible.

• Cuando llamaban al ejército, en otras oportunidades, ¿pasó algo así? Es decir, no en este nivel, pero que haya tenido que venir el ejército…

Sí, sí. Si ha pasado, el ejército llega enseguida. Esta vez hay distintas versiones que hemos podido llegar a pensar, pero hay que entender también que esta vez entraron 3.000 terroristas de Hamás. Y no son 100 o 40, son 3.000. Para que una fuerza se enfrente frente a 3.000, no es suficiente que haya una cantidad de gente normal y común en la zona. Tiene que haber un refuerzo muy grande, por un lado. Por otro lado, era sábado. Todo eso y otras cosas, por no entrar en política, y de verdad te lo digo, no quiero entrar en política, hacen que el ejército no esté en la zona. Entonces demoran muchísimo en llegar, para mi modo de ver.

En Nirim llegaron a las cuatro y media de la tarde a la entrada, a la puerta o el portón de entrada. Y bueno, tuvieron que ir casa por casa sacando a la gente y viendo dónde hay y teniendo guerra, o sea, enfrentamientos con estos terroristas adentro de Nirim. Y esto no es un minuto. Cada casa es un caso. Entonces es más complicado.

• Para ubicarnos. Ustedes están en el kibutz Nirim. ¿Qué hay alrededor? ¿Qué otros kibutzim? ¿Cercanos o a qué distancias, por ejemplo, están ustedes de la frontera?

Estamos a 1800 metros de la frontera y tenemos a menos de tres kilómetros Nir OZ, Ein Hashlosha, Kissufim.

• Se encerraron en el cuarto seguro, ¿qué pasó ahí adentro?

Bueno, estábamos, como dije, con mis hijos y mi nieto de nueve meses y dos perritos. Empezamos a recibir los mensajes, había una pareja en Nirim que los padres, son argentinos, viven en el kibutz. Ellos tenían un bebé que había nacido hace nueve días y cuando escribían que se le estaba quemando la casa, que entró el humo y que el hijo se le estaba poniendo azul, que no tenía oxígeno, que por favor vengan a sacarlos. Cuando el ejército llegó, ellos abrían un poquito la ventana con el peligro de que les disparasen y cerraban. Abrían, cerraban. Y nosotros tenemos un grupo de autodefensa, que eran cuatro con armas y ellos, el director de este grupo, les avisó que la primera familia, en la primera zona que limpian, sacaran al bebé. El bebé llegó al hospital, está vivo. Ellos están bien, no tuvieron ningún tipo de consecuencia.

Nosotros sabíamos que el bebé era de nueve días. Lo veía mi nieto y bueno, se me pasó por la cabeza que ellos estaban ahí porque nosotros los habíamos invitados, y tratábamos de que no llore por ahí nos escuchaban. Y entramos sin la mamadera, sin la leche en polvo, sin los pañales. Fue difícil porque se quería dormir y estábamos todos, apagamos la luz, apagamos el aire acondicionado, la televisión, o sea que teníamos el teléfono en silencio y les escribimos a estos hijos adoptivos y no contestaban.

Sabíamos por los mensajes que esa era la zona donde habían entrado, que cuando te dicen hay terroristas pensás que son dos, tres, los que hacen atropellamientos o apuñalan. Eso es lo que se conocía hasta ese momento. Y bueno, eso fue el salto de las cosas. Después nos enteramos que había más o menos entre 50 y 60 terroristas dentro del kibutz, 40 saqueadores. Porque había una ola, la segunda ola eran terroristas y la tercera era saqueadores. No sabíamos qué pasaba. Si había terroristas, si no había, qué pasaba. Y bueno, fueron horas.

• ¿Cuánto tiempo estuvieron dentro?

Aproximadamente entre 12 y 13 horas.

• Entre 12 y 13 horas en estas condiciones, sin alimentos.

O sea, en un momento salimos, cuando yo llegué, y trajimos un poco de agua. El tema siguiente era escuchar, escuchar y ver si había ruido. De repente escuchabas una ametralladora, de repente escuchabas a un misil. Entonces, ¿cuándo salís? O sea, ¿cuándo podés salir que no están los terroristas? En un momento hubo silencio, mucho silencio. Decidimos salir, fuimos a buscar un poco de agua. Había un pastel que quedó de la noche. Lo trajimos y le trajimos algo al nene, lo que podíamos. No queríamos estar mucho tiempo afuera, pero también hay que ir al baño. Fuimos en un momento, salimos con mucho cuidado. Y no tirar la cadena, aunque parezca una ridiculez, pero no queríamos salir. No había que hacer ruido. Entonces salimos, volvimos y todo en silencio, rápido, cosa de que sea un minuto, un minuto y medio, dos.

Estuvimos de seis y media de la mañana a seis y media de la tarde.

• ¿Y en esas 12 horas no vino ayuda?

No. No. Y lo otro que quería contarte es que el cuarto tiene una ventana blindada. Y la puerta. Ahora no está preparado para terroristas, está preparado para misiles. O sea que cuando empezamos a escuchar que entraban por las ventanas, mi hijo puso un estante que teníamos ahí para que no puedan abrir la puerta y la puerta del cuarto seguro no tiene traba, porque eso es contra misiles. Es contra la expansión. Entonces hacés así y la volvés a mover. Y bueno, la gente estuvo cinco o seis horas. En los mensajes te decían que sostengamos la manija como podamos, porque si no ellos la iban a abrir. Entonces nosotros ya sabíamos que ahí estaba un punto débil. Claro. Lo que nos enteramos después es que la cerradura es la parte más vulnerable contra balas. Porque ahí es donde está el hierro más finito para que entre lo que cierra. Entonces había un muchacho, que falleció, que estaba sosteniendo la manija pero ahí las balas pasaron la puerta, le rompieron las manos y él murió desangrado porque no lo pudieron sacar porque estaban los terroristas afuera.

• Es decir, ustedes estaban viviendo un hecho que nunca habían vivido y no sabían cómo enfrentarlo. Algo que nunca pasó en Israel. ¿En qué momento se dan cuenta? No que es algo diferente, sino que se iba la vida en serio.

Cuando estaba volviendo del campo y empecé a leer y escuchar lo que pasaba. O sea, cada vez era otro que contaba lo que pasaba. Otra casa que en Nirim se quemaba (fueron como 65 casas que se destruyeron y se quemaron). No es que todas quemadas. Algunas quemadas, otras le tiraron un antitanque, a otras le pusieron un dinamita, a otras la balearon por completo.

• Claro, porque decían que una manera de vulnerar el cuarto seguro era incendiarlo, que entre humo…

Cuando vos tenés humo que entra, lo que tenés que hacer es colocar una manta o algo para que no entre y mojarlo. Pero todo eso hay que pensarlo en el momento, digamos.

Nosotros comentamos eso en el grupo. Y entonces cuando uno dijo, pero ¿con qué lo mojo? Orinaron. Y eso fue lo que hicieron. Orinaron abajo para que no entre y eso ha salvado vidas.

Nuestros hijos adoptivos tenían una puerta de hierro afuera de la casa con un adorno. No importa, la rompieron y le tiraron dos granadas en la casa. También forzaron la puerta de atrás de la casa y bueno, por suerte, nosotros tenemos la suerte de que toda la familia está viva.

• ¿Murió mucha gente en el kibutz? ¿En qué condiciones quedó el kibutz?

Mirá, en Nirim murieron cinco personas, de las cuales una estaba de visita por este cumpleaños que hablamos antes, y otras cuatro que son ya más ligadas al kibutz. Entre ellas, nosotros tenemos cinco personas que fueron también secuestradas, de las cuales dos han liberado. La primera que liberaron el día viernes, ella tiene un hijo que está en Gaza, fue secuestrado junto con ella. Y un hijo más grande que fue asesinado, pero ella no sabía que fue asesinado, se enteró cuando volvió.

Nosotros tuvimos muchísima suerte, muchísima suerte, podríamos haber corrido el mismo destino que corrió Nir Oz, que es muy cerca nuestro. En verdad, te voy a contar algo que hasta ahora no contamos, como esto ya salió a la luz en Israel, podemos contarlo. El cuerpo de defensa, que en ese momento eran tres muchachos, salió a ver por dónde venían. Cuando llegaban a un lugar, se enfrentaron a los cuatros y los mataron. Mataron a los cuatro terroristas. Cuando miran más al fondo, ven que vienen 50 o 60, no importa. Más de 10 y más de 20 ya es muchísimo. Entonces ellos se repliegan y ahí se suma el que era el jefe del cuerpo de defensa. Ellos suben a un silo que es muy alto, que es donde nosotros hacemos la limpieza del trigo para ver qué pasa. Los terroristas los empiezan a buscar y se juntan cerca de 100, esos que estaban dando vueltas. Una parte afuera del alambrado y otra parte adentro. En eso suena el teléfono del jefe de las fuerzas, estos cuatro chicos, muchachos, dicen «¿atiendo o no atiendo?» Porque era un número que él no conocía. Atiende. Le dicen «Hola, soy el piloto del helicóptero que está arriba». Le responde «¿Quién?». «El piloto del helicóptero que está arriba. ¿Qué precisás?». Él sale del shock, porque era algo que en las películas lo ven, y dice «mirá, todo lo que vez en tal zona son terroristas. Hacé lo que puedas, nosotros no podemos». Eran cuatro contra 100. El helicóptero va, hace lo que hace, no termina el trabajo, se queda sin municiones, lo llama y le dice «mirá, hice lo que pude, ahora están solos, espero que tengan éxito, y se va».

¿Cuál es la historia de esto? Estos pilotos llegaron a la base. Me parece, y es una cuestión mía, no algo que alguien me haya dicho, simplemente una conclusión mía, aclaro. Llega a la base, eso sí sabemos, y sabemos que dos helicópteros se levantan y salen. Pero también sabemos que estos helicópteros no tenían ningún plan de ataque escrito, y los helicópteros siempre salen con un plan ya determinado, sabiendo exactamente a dónde van. Él conocía muy bien la zona.

Desde el helicóptero llaman a un kibutz cerca nuestro, no le contestan. ¿Por qué? Porque un RPG, un antitanque, le había disparado al camión del jefe de ahí y le cortan la pierna, muy malherido. Llaman a Kizufim, otro kibutz cerca. No contestan, porque está muerta esa persona. Y entonces llama a Nirim. Esta historia es lo que nos salva en la vida a Nirim, porque nuestro futuro tenía que haber sido, en ese momento, el mismo que Nir Oz. Ese llamado. Porque no sé cuántos mató.

• Bueno, cada una de las historias es un libro en particular, ¿no?

Nos vamos a enterar en muy poco tiempo de todos los actos de heroísmo que se hicieron, porque yo ya escuché muchos. Esto es solamente el principio de las que salieron.

• Una vez que salieron del cuarto seguro, ¿en qué momento registraron que esto había sido lo que fue?

Eso lo supimos después. Porque lo que sabíamos eran estas cosas. Por ejemplo, a las seis y media, a las seis y cuarto nos sacó el ejército, nos llevó a otro refugio grande que estaba en el comedor del kibutz. Era la parte de abajo del kibutz, que es de cemento para sostener el edificio. Y ahí nos juntamos todos, porque nos dijeron que era el único lugar que nos podían cuidar. Los terroristas te limpiaban una casa y después volvían a esa casa. Era un solo lugar para todos. Y ahí ya nos dieron comida, agua, le pudimos preparar otra mamadera al bebé, nos encontramos con nuestra familia, nuestros hijos adoptivos. Nos vimos con los chicos. Bueno, fue abrazos, besos, llorar. Yo lo cuento, y cada vez que lo cuento, mis ojos se llenan de lágrimas, piel de gallina, y no te puedo explicar la sensación.

• Hubo gente secuestrada, gente que murió. ¿Cómo atraviesan este momento? ¿Cómo lo están viviendo? Porque cada uno lo debe manejar de manera personal. Ustedes decidieron contar, decidieron salir a hablar.

(D) Para mí es una terapia. Fuimos a Costa Rica, a Panamá. Cuando empezamos a ir a los lugares a contar no sabíamos, viste. Estuvimos en un congreso en Costa Rica y empezamos a ver el eco que esto tenía. Porque era escucharlo de alguien que estuvo y empezamos a entender la importancia de escuchar esto en primera persona. Fue un Holocausto. La gente empezó a contar del Holocausto muchos años después. Muchísimos. Entonces, como que…lo importante es contarlo ahora. Lo único es decir así como lo vivimos. Cuando nos empezamos a enterar de lo que había pasado, de lo que hicieron, yo estaba pensando que a mi nieto lo podrían haber decapitado, quemado. Eso me sigue.

(M) Yo estuve en muchos medios y ella también estuvo en algunos, pero yo estuve en muchos medios, en el Canal 12, en el 11, en el 13, en radio Galicia, en el Clarín, en El País, Radio Mitre. Y para mí, esto es una misión que me di a mí mismo. Yo dejé mi trabajo, esto por supuesto que lo hacemos sin ningún costo, por supuesto que acá como dijo ella tenés a la B’nai B’rith Internacional, la B’nai B’rith de Argentina, de Costa Rica y de Panamá, y ellos son los que se encargan de todos los gastos, pero yo esto lo veo como una misión. O sea, yo si podría, seguiría con esto porque creo que es importantísimo que esto llegue más adelante. Una cosa es cuando vos leés, cuando alguien te cuenta lo que escuchó, lo que le dijeron, y otra cosa es cuando estás escuchando esto de la historia ahora. Ahora, una historia que está pasando hoy, no que pasó, no que ya esto es historia antigua. Por consecuencia, para mí es una misión que yo me hice a mí mismo.

• ¿Dónde está la gente del kibutz ahora?

En un hotel en Eilat. Por supuesto no de vacaciones, está evacuada.

• ¿Su idea es seguir viviendo en el kibutz?

No, las dudas están. No es momento de esto ahora. Yo quiero volver a mi casa, a mí me falta mi casa, mi gente, hace más de 43 años que vivimos en el kibutz

• ¿Cómo están viviendo este momento de la liberación de los rehenes y el intercambio por prisioneros terroristas palestinos?

Primero hay que aclarar que Hamás es un grupo terrorista. Siempre. No son todos los palestinos. Una guerra que no buscamos, pero no nos dejaron otra. ¿Cómo lo vivimos? Mirá, hay desaparecidos, o sea que no sabemos si están muertos, si están vivos. Por supuesto que la Cruz Roja no la dejan entrar y no tenemos información. Entonces, todos los chicos o rehenes que faltan no sabemos si están muertos, si los tienen ellos, si están quemados, que hasta ahora se está descubriendo gente. Y bueno, ellos hacen una guerra psicológica muy difícil.

Yo te voy a contar. Aproximadamente unas 500 personas viven en Nirim entre niños y algunos que no son miembros pero que viven también. Pero hay que entender que lo que pasa es que toda esa zona, desde Be’eri hasta Kerem Shalom, estudian en el mismo colegio. Los maestros son de la zona, las maestras son de las zonas, las maestras jardineras, los hijos estudian juntos. ¿Por qué te digo esto? Porque el daño o lo que pasó no toca a Nirim por Nirim. Toca por un lado a Nirim por Nirim, pero por otro toca a toda esa comunidad enorme que va desde Be’eri a Kerem Shalom, que estudian en el mismo teatro, que van a las mismas actividades, que se reúnen para jugar al fútbol. Están juntos. Entonces es terrible, es terrible ver a los chicos en el Instagram diciéndose uno a otro quién murió o quién vive de los amigos o a quién raptaron.

A mí me pasa algo muy raro. Me pasó acá en el aeropuerto, me pasa cada vez que paso por algún cartel, esta gente está secuestrada. No puedo dejar de pararme cada vez que la veo. Porque de esa foto yo conozco a muchos. Algunos cercanos, otros menos cercanos. El mejor hijo de mi amigo lo han raptado y el ejército ya dijo que está muerto. El yerno de un muy amigo mío está también allá. Y el otro que…entonces, no es una cosa que lo que pasó en Nirim ataca a Nirim y es una cosa de Nirim. Hay que entender. Se sufre. Toda esa gente es la que conocemos. Conocemos su voz, a su familia, conocemos todo.

Ayer liberaron a la esposa de un chico del kibutz, que es un chico, un pibe que nació el mismo día que mi hijo. Y es compañero de toda la vida, la escuela.

• ¿Estuvieron en contacto con esa familia? 

Sí, por supuesto, estuvimos con ellos. Ahora hay una plaza de los secuestrados, estuvimos en Tel Aviv con ellos en esa plaza. Estuvimos acompañando a la madre. Y una de las cosas, estas chapitas que nosotros tenemos, es una chapita que la compramos, es una donación. La plata pasa a estas familias que son las que hacen las fotos, las remeras. Y bueno, las usan los soldados, que tienen un buen enrolamiento, y que cuando el soldado muere, una parte va. Esto dice «Nuestro corazón está atrapado en Gaza, déjenlo salir a casa ya».

• ¿Qué siente cuando de repente hay políticos, personalidades, tanto acá en la Argentina como en España o en otros lugares, que niegan esto?

Implícitamente apoyan a la organización terrorista, Hamás.

A mí me preguntaron en Costa Rica, Panamá, alguien me preguntó qué creo de lo que pasa a nivel mundial sobre esto, y por qué creo que pasa. No soy político y nunca lo fui. Hay un tema que nosotros siempre vamos a ser aparentemente perseguidos, o vamos a ser aquel al que van a seguir atacando toda la vida. Y ese hecho hace que nosotros tenemos que seguir haciendo lo que estamos haciendo. No solamente Diana y yo, sino en general todo aquel que pueda. Todo aquel que pueda aclarar, pasar información, decir exactamente lo que pasó.

Y vos me traes a otro lugar en donde yo digo, 1200 o 1300 civiles fueron masacrados, violados, quemados, ultrajados, etc., etc., etc., hasta decapitados después o antes de muertos. Esto no se hizo con militares, esto se hizo con civiles, tiene que quedar claro a todo el mundo. Entonces, más de 5000 heridos, 240 secuestrados que ahora están devolviendo y cada vez quedan menos. Pero el mundo tiene que entender que acá fue una cosa alevosa. Simplemente matar civiles. Acá no hubo dos ejércitos, acá no hubo una batalla. Acá hubo ir y masacrar, violar. Hoy, para mí está claro, el Hamás tiene que desaparecer de la faz de la tierra. Simple. Cierto es que, lamentablemente, en las guerras nadie gana, todos pierden. Pero nosotros venimos hace 20 años, yo, quien te habla, bajo los misiles. Y nosotros hoy estamos ordeñando a nuestras vacas con chalecos, antibalas y cascos. Así trabajamos. Los misiles siguen cayendo en Israel, y en Nirim en especial caen entre 4 y 6 misiles por día.

Mirá, en una de las charlas que dimos estaba el embajador de España, el embajador de la embajadora de Canadá y otros tantos embajadores. Lo que me dijeron es que el embajador de España, justamente, justo al lado del embajador de Israel, le dijo «yo no sabía esto». Por eso es tan importante. Porque ahora es de primera persona. Y eso es lo importante.

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