«Estuve en el infierno, tenía hambre, sed», dice Aviva Siegel, quien fue rehén de Hamás en la Franja de Gaza. Como ella, otros ex cautivos israelíes de la agrupación terrorista Hamás cuentan el calvario que vivieron durante su detención, cuando se cumplen seis meses del inicio de la guerra.
La mañana del 7 de octubre, Siegel estaba con su marido Keith en su casa en el kibutz de Kfar Aza, cerca de la frontera con Gaza. Los terroristas de Hamás irrumpieron en la vivienda y los secuestraron.
Durante 51 días, la pareja fue trasladada de túnel en túnel en Gaza, en unas condiciones difíciles. «No nos dejaban hablar, no teníamos derecho a estar de pie», explicó a la AFP la mujer, liberada a fines de noviembre durante un acuerdo de tregua.
Unas 250 personas fueron secuestradas el 7 de octubre en el ataque de Hamás en suelo israelí, en el que perdieron la vida más de 1200 personas.
Más de 100 fueron liberados a finales de noviembre en un canje con presos palestinos detenidos en Israel, en la única tregua hasta ahora en el conflicto. Otros cinco salieron antes de este acuerdo y dos fueron liberados en una operación militar israelí a mediados de febrero.
Según las autoridades israelíes, unas 130 personas siguen cautivas en Gaza, de las que se cree que al menos 34 fallecieron.
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Varios de los rehenes que lograron salir han hablado del «infierno» en el que vivieron, como Siegel, cuyo marido sigue cautivo en Gaza.
«Incluso si les explico lo que viven los rehenes, no podrán imaginarse por lo que están pasando (…) He vuelto del infierno», explicó Mia Regev, una israelí liberada a fines de noviembre, tras medio centenar de días cautiva en Gaza.
Esta mujer de 21 años resultó herida de bala el 7 de octubre en el festival de música electrónica Nova, donde fueron secuestradas cerca de 40 personas. «Después de 8 días, me sacaron la bala del pie y me operaron. Los cuidados fueron malos y despectivos, sin un trato humano, y cuando llegué aquí, en Israel, tenía infecciones complicadas», contó poco después de su liberación.
También herida por disparos, Doron Katz-Asher, secuestrada con sus dos hijas Raz (4 años) y Aviv (2 años), relató que fue curada «sin anestesia con aguja e hilo».
En una entrevista en el canal israelí N12, Katz-Asher habló de «miedo permanente», una expresión que casi todos los ex rehenes utilizan. «Éramos 10 en una habitación de 12 metros cuadrados sin cama, con sólo un lavabo y botellas de agua (…), mis hijas tenían fiebre».
«Duermes, lloras, no sucede nada, cada día es una eternidad, es tan aterrador», dijo Danielle Aloni, liberada con su hija de cinco años.
Para las mujeres, una de las peores angustias era el miedo a ser violadas.
Amit Soussana, de 40 años, secuestrada en su casa en el kibutz de Kfar Aza, explicó en una larga entrevista al New York Times las agresiones sexuales que sufrió durante su cautiverio. «Me forzó, con un arma apuntándome, a realizar un acto sexual con él», dijo.
Aviva Siegel habló de la situación de las mujeres secuestradas: «Convirtieron a estas chicas en muñecas para poder utilizarlas como querían».
«Soy testigo, vi a una chica torturada (…) querría volver para protegerlas, vi por lo que las chicas pasaron», añadió.
Para las madres secuestradas con sus hijos, el miedo es todavía más extremo.
«Estaba prohibido llorar o reír, o hablar fuerte (…), no se puede enseñar a un niño de cuatro años a llorar en silencio», dijo Hagar Brodetz, secuestrada con tres niños de cuatro a diez años. «Los niños estaban hambrientos», recordó. «No le deseo a ninguna madre tener que suplicar para que den comida a sus hijos», agregó.
Los palestinos, asesinos y violadores deben pagar con humillación, dolor y con su vida las tropelías, asesinatos y violaciones que están haciendo desde el 07/10/23