Se acerca la Navidad y las decoraciones alusivas adornan las calles, los negocios, edificios y plazas. Se trata de la celebración
de un nacimiento, en medio de un lugar rural. El colchón de parida era de paja y allí es donde se envolvió al bebé Ieshua Ben Iosef ante el frío del invierno de Belén en el mes de diciembre. Luego padre y madre orgullosos circuncidaron a su hijo el 1 de enero.
Con el paso del tiempo el relato y la religión hicieron lo suyo y comenzó a narrarse un nacimiento totalmente opuesto al real, y así surge «la historia” de un niño concebido por obra de un milagro, para pasar a ser el hijo de Dios.
Hace miles de años no había cámaras fotográficas, ni televisión, ni teléfono y la mente y el ojo humano eran los que registraron los eventos que se sucedieron entre los fieles judíos y los nuevos creyentes. Y fue en épocas crueles de conquistas que todo se tergiversó. Hoy estamos viviendo iguales circunstancias, como si el tiempo no hubiera pasado.
El Papa Francisco, nombre que adoptó Jorge Bergoglio, desde el Vaticano debería ser ecuánime y sin embargo también distorsiona la historia.
Un prelado que recibe al mundo se debe al mundo. Es de rigor que reciba regalos de todos los que lo visitan y esta vez desde la ciudad de Belén le llegó un pesebre con un bebé que tiene como sabanita un pañuelo palestino. Un pesebre que debería simbolizar la paz. Sin embargo es un presente que llega para acusar, una vez más, falsamente del genocidio israelí en Gaza con el pedido por los niños que sufren a raíz de esta guerra, acusación aceptada por el Santo Padre, al exponer casi con obscenidad, el obsequio recibido en una sala a la que acceden todos los que lo visitan.
El Papa desde su trono debería tener una actitud conciliadora para todos los que padecen terribles agresiones del terrorismo, como la que infringieron los integrantes de Hamás atacando permanentemente a Israel y en particular el bárbaro baño de sangre del 7 de octubre.
Pregunto: ¿Si una delegación de Israel le hubiese llevado la foto o el video de la masacre a los niños que cometieron al entrar a los kibutzim y moshavim, la hubiese colocado al lado del regalo palestino junto a un talit, para neutralizar la imagen de Jesús sobre una kefiah?
¿O las fotos de los chicos con problemas por la cantidad de cohetes y misiles que cubrieron los cielos de Israel a diario? ¿O de los que quedaron huérfanos cuyos padres fueron a luchar a una guerra que no eligieron? ¿O la foto de los líderes de Hamás que dejaron desprotegidos a la población para refugiarse ellos en los túneles?
Hubiera sido esto digno de quien entiende que el dolor es universal y los derechos humanos para todos.
Desde el Vaticano todo es teórico, la realidad es otra cosa.
El Papa ha perdido autoridad al no ejercer su cargo con la balanza de la Justicia en sus manos.
Martha Wolff
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El Papa tuvo que retroceder y retirar la kefiah del pesebre, según las últimas noticias. Síntoma de discusiones y críticas fuertes que lo comprometieron a cambiar su decisión. Quizás no se esté dando cuenta que está alejando a los fieles de la Iglesia cada vez más.