En sus palabras, Francisco pidió a «dirigentes religiosos, políticos e intelectuales, especialmente musulmanes» que condenen «cualquier interpretación fundamentalista y extremista de la religión que pretenda justificar» la violencia.
Del mismo modo condenó «el terrorismo de carácter fundamentalista» y dijo que «el fundamentalismo religioso, antes incluso de descartar a seres humanos perpetrando horrendas masacres, rechaza a Dios, relegándolo a mero pretexto ideológico».
En ese sentido, fue crítico con la «cultura que rechaza al otro, que destruye los vínculos más íntimos y auténticos, acaba por deshacer y disgregar toda la sociedad y generar violencia y muerte».
«Hay un tipo de rechazo que nos afecta a todos, que nos lleva a no ver al prójimo como a un hermano al que acoger, sino a dejarlo fuera de nuestro horizonte personal de vida, a transformarlo más bien en un adversario, en un súbdito al que dominar», dijo y añadió: «Esa es la mentalidad que genera la cultura del descarte que no respeta nada ni a nadie: desde los animales a los seres humanos, e incluso al mismo Dios. De ahí nace la humanidad herida y continuamente dividida por tensiones y conflictos de todo tipo».
«Es necesaria una respuesta unánime que, en el marco del derecho internacional, impida que se propague la violencia, restablezca la concordia y sane las profundas heridas que han provocado los incesantes conflictos», finalizó.