Nisman y demasiadas preguntas sin respuesta

La investigación de la muerte del fiscal Alberto Nisman dio el jueves un giro de la mano de los peritos de su ex mujer, la juez Sandra Arroyo Salgado: sostienen que el fiscal murió frente a la bañera, con el torso erguido y la rodilla derecha apoyada en el piso, y colocan a un “atacante” detrás del fiscal y a su derecha. También afirman haber hallado evidencias de que el cuerpo fue movido, y manchas de sangre “lavadas” en la canilla y en la bacha del baño del fiscal. Nisman, según el informe, fue asesinado y la escena del crimen alterada y limpiada por los criminales, o por otras personas, que dispusieron de mucho tiempo.
Sin nombrarlo, la familia de Nisman apunta a un sospechoso, el técnico informático Diego Lagomarsino, que facilitó a Nisman el arma de donde salió la bala que lo mató. En la semana, a casi dos meses de los hechos, Arroyo Salgado frenó el análisis de las computadoras y teléfonos de Nisman, y la juez Fabiana Palmaghini ordenó allanar la casa de Lagomarsino: buscaba sus computadoras y ropas manchadas con sangre.
El dictamen de los peritos de parte llena de más preguntas sin respuestas la muerte del fiscal que denunció a la presidente Cristina Fernández y al canciller Héctor Timerman, entre otros, por encubrir la investigación del atentado contra la AMIA. Nisman murió cuatro días después de su denuncia y horas antes de ratificarla ante una comisión del Congreso.
El principal interrogante es ¿cómo aún no pudo determinarse cómo murió el fiscal? Las dos hipótesis en pugna son antitéticas: o se suicidó o lo mataron. ¿Cómo pueden dos peritajes, a cargo de excelentes profesionales, diferir tanto uno de otro? ¿Cómo los peritos oficiales no advirtieron ni el cuerpo movido, ni las manchas de sangre lavadas que los expertos de la querella sí dijeron notar el 13 de febrero, en una inspección ocular de la que también participó la fiscal Viviana Fein?
A partir de ahora, ¿abandonará la fiscalía la hipótesis del suicidio? ¿Seguirá adelante con las dos teorías sobre la muerte? Siempre que el peritaje de la querella se pruebe veraz, ¿en cuál momento y cómo los asesinos, u otras personas, alteraron la escena del crimen, borraron huellas vitales y movieron el cuerpo? ¿Se podrá determinar la hora de la muerte del fiscal con un margen razonable de error y no con la amplia franja que va desde el sábado 17 de enero hasta ya entrado el domingo 18?
La errática conducta de los custodios de Nisman, que demoraron casi once horas en enterarse de que el fiscal estaba muerto, vuelve a estar en juicio. ¿Sabe la fiscalía por qué actuaron como actuaron? El protocolo que deben cumplir, ¿especifica que, en caso de que no haya respuesta del custodiado, deben recurrir a la mamá, como hicieron? Si el protocolo no dice eso, ¿por qué lo hicieron? ¿No pensaron que el fiscal, encerrado en su departamento, podía haber sufrido un infarto y necesitaba atención médica? ¿Por qué no forzaron la puerta ni avisaron de inmediato a sus superiores? ¿Por qué, una vez franqueado el acceso, permitieron entrar primero a la madre del fiscal y a una amiga? Sus declaraciones se contradicen en aspectos esenciales, como la hora en la que ambos subieron al piso del fiscal. ¿Van a ser sometidos a careo? ¿Por qué no fueron careados hasta ahora? 
¿Cuál fue en verdad el rol del secretario de Seguridad, Sergio Berni, aquella noche? El funcionario afirmó que fue al departamento de Nisman para certificar la buena actuación de las fuerzas a sus órdenes, que ya habían actuado de manera equivocada, para decirlo de modo piadoso. Berni también dijo, el lunes 20, que no había entrado “al lugar del hecho”, por el baño donde yacía Nisman. ¿Sabía que el “lugar del hecho” era todo el departamento del fiscal? Si lo sabía, ¿cómo toleró que deambularan por él más de treinta personas? Y si no lo sabía, ¿cómo podía garantizar la correcta actuación de sus fuerzas cuando él mismo actuaba de modo indebido?
Entre quienes acompañaron a Berni en el departamento de Nisman, estuvieron el jefe de la Policía Federal y miembros de su plana mayor. Esos policías experimentados, ¿tampoco supieron preservar la escena del crimen? ¿Para qué fueron? ¿Quién los llamó? ¿Qué pasó esa noche en el departamento del fiscal como para que un testigo admitiera que había “pisadas de sangre” en el pasillo del vestidor? ¿Ya saben los investigadores de quién son esas huellas y cómo llegaron allí? ¿Cómo es posible que, de entre tanta gente, surgiera un único ADN, el de Lagomarsino? ¿Se perdieron allí y entonces evidencias que tornan hoy casi imposible la resolución del caso?
¿Es Lagomarsino el principal y único sospechoso del crimen? Volvió a quedar en la mira cuando los peritos de la querella dijeron que la computadora de Nisman, a la que Lagomarsino tenía acceso remoto, “se activó” el domingo a la mañana cuando, presumen, el fiscal ya estaba muerto. ¿Qué significa “se activó la computadora”? Si la computadora de Nisman estaba encendida y en reposo, tenía acceso por vía remota. Pero si estaba apagada, no. ¿Activar es lo mismo que encender? ¿Tenía Lagomarsino las llaves del departamento de Nisman? ¿Por qué no aparecen sus huellas en el arma que horas antes de su muerte facilitó al fiscal? Si se descarta la hipótesis del suicidio, ¿los investigadores no se plantean otras pistas, otros autores, otros escenarios aparte de Lagomarsino? ¿Cuáles son?
Quedan decenas de preguntas sin responder. ¿Qué objeto tenía la declaración de la modelo que viajó con el fiscal en octubre pasado? ¿Saber si estaba temeroso o deprimido? ¿Sería eso símbolo de suicidio inminente? ¿Y si estaba eufórico, qué? ¿Existe un molde de comportamiento suicida? ¿O los investigadores buscan en Nisman una conducta que permita adjudicarle esa tendencia? 
La que parece ser la única certeza del caso es la de la juez Arroyo Salgado, que nunca creyó en el suicidio de su ex esposo. Nisman no fue sepultado según el rito judío reservado a los suicidas.
Debo la siguiente explicación a Claudio Avruj, subsecretario de Derechos Humanos de la Ciudad y titular del Museo del Holocausto. La ley judía, la Halaja, en hebreo, considera una falta gravísima disponer de la propia vida, que está dada por Dios. Hay un sector especial, vecino a los muros de los cementerios judíos, destinado a los suicidas, que son enterrados de cara a esas paredes. De ningún modo Nisman fue enterrado de esa forma el 29 de enero, día en que su ex mujer afirmó ante su tumba: “Sabemos que esto fue obra de otras personas”.
Fuente: Clarín

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