Los términos de la reunión que mantuvieron el presidente norteamericano, Barack Obama, y el primer ministro, Biniamín Netanyahu, reflejan en gran medida el movimiento estratégico de Estados Unidos de repliegue de la región.
Tras los rotundos fracasos intervencionistas en Irak y Afganistán, Washington está buscando ejercer un rol más indirecto en la zona.
Desde el punto de vista de Estados Unidos, el Oriente Medio se ha vuelto un lugar dudoso para invertir sus esfuerzos, dado lo disfuncional del sistema político y económico de la mayoría de los países de la zona.
Por lo tanto, si pretende mantener aún alguna influencia importante en la región; Washington debe apoyarse más vigorosamente en sus aliados. Para el caso, Estados Unidos precisa aún más de Israel, y sobre todo seguir alimentando su amplia ventaja militar en la región.
Washington no ha abandonado sus objetivos en pos un acuerdo de paz duradero entre Israel y los palestinos; pero la Casa Blanca ha reconocido que no es probable que tenga lugar a corto plazo. Además, una obstinada determinación de Estados Unidos para lograr ese objetivo en un momento que no es propicio, puede ser riesgoso.
Por lo pronto, la Primavera Árabe parece haber destruido prácticamente al movimiento nacional palestino. La tendencia en la región hacia una mayor democratización ha dado como resultado el ascenso de la marea islamista.
El golpe de Hamás en la Franja de Gaza, en 2007, parece haber sido un antecedente de los nuevos vientos fundamentalistas que barrerían el Oriente Medio, cuatro años más tarde.
Irán aprovechó para involucrarse en el conflicto israelí-palestino; pero no logró crear una verdadera amenaza estratégica: la inversión militar de Teherán en Hamás no se tradujo en una seria ventaja sobre Israel. Y eso sin contar a Egipto y la Autoridad Palestina que se oponen a Hamás.
Para Netanyahu, es urgente recomponer las relaciones estratégicas con Estados Unidos, que fueron dañadas durante el proceso de gestación del acuerdo nuclear entre las potencias mundiales e Irán. Netanyahu eligió la confrontación directa contra Obama y fue derrotado olímpicamente en todos los terrenos –incluso en el Congreso, donde Israel goza de apoyo bipartidista.
Una fractura con las elites del Estado, sobre todo con el aparato de Defensa, sería para el primer ministro un error político fatal. No es que el aparato militar no esté subordinado a la dirigencia política. Pero la relación con Washington es vista como el sancta sanctórum para la supervivencia militar, económica y diplomática del Estado.