Cuando veo las imágenes de los ucranianos huyendo, escondiéndose en refugios, hacinados en los trenes en busca de fronteras seguras, cargando niños y bultos o valijas me parece estar escuchando lo que se hablaba en mi casa. La familia que había podido huir, emigrar, ambular hasta subir a un barco a América allí estaba. Eran personas divididas entre la supervivencia de los que pudieron entrar al país y los seres queridos que dejaron atrás. Mi padre fue uno de ellos. Dos de sus hermanos al haber sido estudiantes universitarios pertenecían al Estado y tuvieron que quedarse detrás de la Cortina de Hierro. Sus padres y otras hermanas pudieron venir a la Argentina traídos por él.
Cuando uno cuenta que un joven sin idioma que había llegado casi como polizón del otro lado del mundo, sin parientes, sin dinero y pudo comenzando como estibar en el puerto con los años traer a su familia, parece increíble. Y así fue hasta mandarles plata para el viaje y alquilarles un almacén con vivienda en Villa Crespo para que pudieran defenderse. Los que se tuvieron que quedar pasaron a ser papirene kínder, hijos, hermanos y tíos a través de las cartas.
Mi padre huyó por los pogroms de la era zarista mientras la revolución comunista avanzaba. Después de haber vivido en un pozo escondidos con otros jóvenes que eran o asesinados o reclutados para un servicio militar por décadas. Aprovechando que iba a llegar Trotski cerca de la estación Chepetovska, cerca de Isaslav donde vivían en el campo y explotaban un molino, se despidió de su familia bajo la bendición de su padre. El resto fue aprender el castellano, trabajar duro, traer todos a la Argentina, trabajar para luego enamorarse de una polaca, casarse y tener dos hijos. Igual como se ve en las películas.
Leer más: Kiev, Ucrania, el lugar donde nació y de donde escapó Golda Meir debido a los Pogroms rusos
Ucrania estaba siempre presente por la nostalgia y por los que quedaron. La tía Sara fue premio Lenin de medicina por su trabajo como médica oftalmóloga en Kiev, y el tío Isaías vivió y murió en Moscú habiendo sido profesor de matemáticas en la universidad. Y esa separación se agudizaba cuando se recibía correos clandestinos en las que relataban lo que pasaba con las prohibiciones y limitaciones que imperaban por el bolcheviquismo. En una palabra por falta de libertad.
Mi padre tenía una mirada nostálgica siempre al igual que la tía Catalina, una de sus hermanas que fue la única que volvió a Ucrania después de 50 años a convivir dos meses con su hermana ya jubilada, en un monobloc, con permiso después trámites agobiantes. 50 años después se reencontraron dos hermanas que se separaron siendo jóvenes y se reencontraron en la vejez. Hablaron esos meses sin parar en ruso y en ídish en secreto porque estaba prohibido por haber sido la Unión Soviética atea.
Leer más: Don David, el cacique de la calle Fitz Roy: era «ruso», pero nació en Ucrania. Por Gustavo Szpigiel
Al despedirse luego de semejante sueño hecho realidad mi tía fue al mercado negro a comprar regalos con plata que ganaba traduciendo libros de medicina del francés al ruso y con ese dinero extra me envió una típica casaca bordada y otros recuerdos para su familia. Se dijeron hasta siempre o hasta nunca y la policía revisó si los regalos estaban envueltos con papel blanco y no de diarios para que no se filtrara información. Así llegaron como tesoros a nuestras manos.
Esta pequeña y gran historia es una página más de lo que fue la Rusia comunista de control y de persecuciones a un pueblo muy sufrido que hoy vive en una democracia a medias porque el miedo quedó en sus habitantes. Putin con su avanzada no deja de imitar a los dictadores y los emperadores con ambición de ser dueños del mundo. A costa de la vida silenciada y controlada de su gente por sus poderes.
Leer más: Llegaron a Tel Aviv israelíes que pudieron escapar de Ucrania: “Había bombas por todas partes”
Volver a ver a los ucranianos como dije al comienzo fue para mí un volver a revivir lo que se contaba en mi casa, de ver los documentales, de escuchar testimonios, de oír sobre penurias para los que se quedaban, de ataques militares, de heridos, de muertos. Desgraciadamente nada nuevo bajo el sol y más como judía de sangre ucraniana con una historia de sufrimientos, discriminación, asesinatos. La diferencia es que a través de las comunicaciones hay respuesta del mundo mientras que a nuestro pueblo el mundo fue indiferente y de oídos sordos. Aplauso al compromiso por la paz y la vida. Pregunto ¿Qué ofrece Putin que los pueblos del Este de Europa no conocieron?
Martha Wolff
Periodista-Escritora