Para mayo de 1942, la Asociación de Beneficencia Israelita Quito ya tenía 1.000 familias judías registradas. En su pico, tuvo 5.000 integrantes, pero ahora ha decrecido al punto que en la capital solo se encuentran 500 familias.
La comunidad judía ecuatoriana ha disminuido por la inmigración por oportunidades laborales y religiosas, y la ruptura de la línea judaica sin una madre practicante.
“Llegó a Ecuador muy poca tradición”, apunta Tomer Rotem, Gran Rabino del Ecuador desde el 2004. Después de la Noche de los Vidrios Rotos (noviembre de 1938), donde negocios, hogares y sinagogas fueron atacadas y miles de practicantes arrestados, fue evidente que debían huir para sobrevivir.
En esa época, Ecuador, un país conservador, no estaba abierto a la inmigración. Sobre todo después de que Guillermo Freile, ministro de Defensa, prohibiera a los cónsules en Europa la entrega de visas a judíos.
Sin embargo, los representantes en Estocolmo, Praga, Zürich, Hamburgo y Bremen se rebelaron y emitieron visas para cientos de ellos, quienes llegaron apenas con lo que tenían puesto.
Por ello, el Rabino explica que en el país no se puede practicar la religión apropiadamente porque no hay una educación tradicional sólida ni los recursos necesarios.
“[El judaísmo] es una manera de vida que ni siquiera hay un ejemplo aquí. No hay una comunidad ortodoxa grande […], apenas tenemos […] carne, pollo, leche, pan y vino kosher. O sea, productos que son muy básicos pero hace falta mucho como infraestructura comunitaria”.
Kosher significa ‘apto’. Los judíos solo pueden consumir productos bajo está categoría, pues han pasado por un proceso especial aprobado por un rabino.
El rabino Tomer dice a que las familias judías han inmigrado a lugares como Estados Unidos o Israel donde es más fácil encontrar estos productos.
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El ingeniero Ernesto Rosemberg, hijo de un refugiado judío, se pregunta: “¿qué hago yo con un doctorado en Ecuador?”. Para él, los jóvenes judíos prefieren las oportunidades laborales y mayor seguridad que ofrecen países de primer mundo. Una vez que ya están asentados, se llevan a sus padres con ellos, por lo que se van más y más miembros.
El ingeniero también destaca que los inmigrantes judíos tuvieron entre uno o dos hijos por los traumas que les dejó el Holocausto. Ricardo Ordóñez, académico en la historia judía del Ecuador, agrega que ellos se casaron con ecuatorianas no judías. La religión judaica se hereda por la madre, por lo que los descendientes de múltiples refugiados no pudieron entrar a la comunidad.
Si bien decrecen las familias judías, ahora suben los integrantes de la Comunidad Bnei Noaj. “Nuestra misión es revelar lo que es la persona”, clarifica el rabino Tomer Rotem, creador de esta comunidad desde el 2008.
De acuerdo con su doctrina, todos son hijos de Noé, así que, por medio de clases y lecciones, la comunidad pretende inspirar al público a tomarse las leyes de Dios en serio. “No estamos transformándole […], sino revelando la identidad ya impregnada en su sangre […].”
Todos, sin importar su contexto cultural, pueden asistir. Se reúnen semanalmente en la Casa Jabad y, desde la pandemia, el rabino dicta clases por Google Meet y YouTube, su plataforma social principal donde tienen 18.000 seguidores desde Estados Unidos hasta Chile.