Reuven Magnagey y Tal Singer son dos soldados combatientes de las Fuerzas de Defensa de Israel, que resultaron heridos y quedaron con secuelas físicas y psicológicas. La organización Beit Halojem resultó ser el lugar donde ellos sintieron que podían contar y compartir sin sentirse víctimas ni esperar absolutamente nada que no sea vivenciar con pares lo mismo que les pasaba a ellos. Beit Halojem es una organización que brinda asistencia y rehabilitación a soldados y víctimas del terrorismo en Israel.
Están en Buenos Aires, estarán en la ceremonia de apertura de los Juegos Macabeos Panamericanos y serán parte de distintas charlas, contando su historia. El presidente de Beit Halojem Argentina, Sergio Zigelbaum y su director ejecutivo, Sergio Skliavsky, los acompañan en forma permanente. Vis á Vis dialogó con ellos dos y pudieron compartir sus conmovedoras historias.
En 2002, Reuven Magnagey, combatiente de la Brigada Golani, se encontró en medio de un infierno vivo. Como todos sus compañeros del ejército, Reuven fue reclutado como reservista luego del terrible ataque suicida en el Hotel Park de Netanya en la víspera de Pésaj. Junto a ellos fueron enviados a Jenin como parte de la Operación Militar ‘Escudo Defensivo’. En un momento su fuerza entró en una emboscada y 13 de sus compañeros murieron a su alrededor. Magnagey fue uno de los pocos sobrevivientes. «En realidad, soy la decimocuarta víctima», dice a menudo. Magnagey permaneció allí en el sitio de batalla un largo tiempo, con las piernas heridas, atacado por disparos feroces. «Había algunos soldados alrededor mío que lograron evacuarse; yo estaba demasiado profundo y no podía salir. Una bala penetró mi pierna y quedé inmovilizado…»
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¿Quién sos?
Dentro de poco voy a cumplir 52 años. Soy papá de cinco hijos varones. Nací en la ciudad de Bnei Break, ciudad religiosa, y soy israelí.
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¿Qué podés contarnos de lo sucedido en 2002?
Pasó algo similar a lo que estamos atravesando hoy, no con las mismas dimensiones, pero similar. En la Intifada 2, todos los días escuchabas que había gente que mataban en el camino, que se explotaba un suicida y los asesinaba, en todo el país.
En Pesaj del 2002, en el Hotel Park de Netanya, hubo una bomba que mató a 30 personas. Ahí el gobierno decide entrar con toda la fuerza a la ciudad de Jenin, de donde se había originado el atentado.
Cuando está empezando el Shabat, tenía 3 chicos, atendí el teléfono solo y era la orden 8. “Preparate el bolso que tenés que ir ya”. Como ahora. Tenés que dejar a tu esposa, a los hijos, y asumís la responsabilidad de que no los vas a volver a ver. Tenía 30 años. Crecí con la idea y estoy convencido de que hay momentos en la vida que uno no es uno, sino que es el otro. Hay un ser superior a uno mismo que es el social, uno tiene que pensar en su familia y en Israel.
Termina Pesaj y dicen que hay que entrar en Jenin. Había mucha lluvia. Si vos entrás en Jenin, está edificado muy similar a la villa 31 de acá. Por los Acuerdos de Oslo, Israel no podía entrar ni sacar fotos de arriba. Ellos iban a entrar a un lugar que nadie conocía por dentro. Inclusive hoy la Autoridad Palestina (AP) no sabe cómo es adentro. Tiene un orden propio que responde al que tiene más fuerza y armamento. Hay muchas falanges de terror, la AP no tiene autoridad ahí. El ejército se puso en cada uno de los lados del campamento y avanzaron casa por casa hasta que se juntan las cuatros partes del ejército.
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En este tipo de guerrilla y avance te cuidás de un francotirador, de alambres invisibles que si los pisás explota una bomba. En esa época no permitían bombardear desde el aire. Era un avance casa por casa de infantería. Toda persona del ejército de Israel tiene impreso que no puede herir a personas inocentes. Hay que estar todo el tiempo 100% despierto, con el arma cargada y cuidar a tus compañeros. Los terroristas utilizan secuestrados propios como carnada.
Cada vez que ingresaba en el campamento tenía la sensación interna de que algo no andaba bien. Los celulares no eran como ahora. Se acababa la batería mucho más rápido. No había dónde cargarlo, no podías estar en contacto. En un momento llamé a mi esposa y escuché a los tres nenes saltando, ese era el ruido que quería escuchar, no el silencio en el que estaba. Todos los diarios decían que estábamos haciendo una masacre en Jenin y no era cierto.
La operatoria era avanzar sobre una casa, limpiarla y quedarse ahí hasta que le den la orden. Cuando llegamos a una casa, todavía era de noche, ahí los oficiales cambian y nos dicen que no nos quedemos acá porque éramos “carne de cañón”. Cuando cambiamos de casa, la puerta era de metal y estaba cerrada. El oficial de la unidad dice «vamos a poner un pequeño explosivo y poder entrar». Éramos todos reservistas, no estábamos en un gran estado físico. Estaba híper despierto, atento.
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Mientras esperaba que explote la puerta, estaba en un lugar que había tres escalones, me sentía expuesto, por lo que me moví y me senté a medio metro, debajo de una pared de un metro. Cuando el explosivo accionó, nos empezaron a fusilar. Al principio no entendés qué pasa y ves balas que te pasan por los costados. Al segundo que pasa eso es como si apretaras un botón, se va el miedo, el cansancio y empezás a funcionar de un modo automático, como te entrenaron. Empecé a disparar y vi que el soldado que estaba al lado mío ya no respondía.
Traté de moverlo, pero no se movía, mientras seguía disparando para todos lados. Después de unos minutos vi un fuego que se acercó a mí y me lastimó la pierna. Me di cuenta que estaba herido. Después escuché silencio y menos disparos. Ahí llegaron los paramédicos, que tienen que contabilizar en voz alta a quién están atendiendo. Yo era el 7. Me agarraron y me llevaron dos metros para un costado. Me acostaron sobre mi estómago y no tenía dolor. No tenés tiempo para tener sentimientos. Dejé de escuchar todo. Empecé a escuchar que nos cuentan otra vez, pero en árabe. Como no tenía arma, agarré la granada que tenía en el chaleco, estaba preparado para cuando lleguen los terroristas.
Por suerte, no llegaron a mí. Me quedé con la granada sin seguro y sentía que perdía mucha sangre. Pensaba que la persona que me fuera a rescatar se iba a morir. Traté de volver el seguro a la granada. Al mismo tiempo, empezó a amanecer. Alrededor de todo ese patio había edificios, y veía que a todo el que entraba lo mataban. De hecho, uno de los comandantes trató de saltar de uno de los edificios cercanos, pero entró en un departamento que había una trampa. Desde afuera del patio gritaron mi nombre y avisé que no entren porque los iban a matar. Entraron igual.
Cuando me empiezan a arrastrar es la primera vez que puedo identificar a todos los caídos. Me sacaron a la calle principal y un árabe nos guió hacia un lugar seguro. Me pusieron arriba de una camilla y ahí empecé a gritar que mataron a todos y empezó a dolerme la pierna. Empezó a aparecer el sentimiento. Murieron 13 soldados y fui el único que sobrevivió.
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¿Cómo se puede relacionar lo que está sucediendo ahora con lo que pasó?
Lo que encuentro en común es que para vivir en Israel tenemos la obligación de ser muy fuertes. Cambian los nombres, las caras, las organizaciones, pero siempre hay alguien que quiere matarnos. A nivel mundial, siempre va a haber alguien que odia a los judíos, y tenemos que defendernos.
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¿Qué significa el Beit Halojem?
Es el lugar que me dio las herramientas para seguir viviendo. Antes de la herida fui ingeniero. Y me di cuenta que mi vida no iba a ser nunca igual. Empecé a ocuparme en temas de deporte. No quería ser carga para poder salir de la casa. No podía moverme, así que Beit Halojem significó una excusa. Me empecé a ocupar de armar un equipo de remo, de conseguir los materiales. Gracias a eso hoy soy quien soy. «La perfección de la imperfección»
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¿Por qué tu vida se centra en el deporte?
No podía vivir con la culpa de haber sido el único que sobrevivió. Hacía deporte para que no vean que me quedaba todo el tiempo en la cama. Cuando empecé a sentir que estaba en un ámbito donde no tenía que disculparme por estar vivo, que podía construirme y mis hijos me miraban con admiración, empecé a hacerlo por mis hijos y lo terminé haciendo por mí.
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Con lo que está sucediendo, se generaron dudas de que se concretaran los Juegos Macabeos Panamericanos. ¿Qué pensás al respecto?
En una época donde todos quieren que no hagamos nada, tenemos que cambiar la forma de hacerlo, porque mientras hacemos estas cosas hay gente que está enterrando a sus seres queridos. Hay que hacerlo de forma respetuosa. Seguir y mostrar que estamos vivos.
La última reflexión de Reuven es que » todos tenemos un rol que cumplir, no tenemos que tener el arma ni estar en Gaza para hacerlo» y agregó: «si tu convicción es que estudiar Torá de la mañana a la noche nos va a salvar y esa es tu convicción, hacelo, ese es tu rol». Si los judíos de la diáspora están convencidos de ayudar incondicionalmente al pueblo de Israel, adelante, haganlo sin dudar»
La próxima entrevista será con Tal Singer, un futbolista profesional del fútbol israelí que eligió estar en el frente a los 19 años y fue herido en combate en el 2014.
Am Israel Jai!!! son ejemplo de como la adversidad, aun dolorisima, se puede convertir en una Fortaleza!!!