Cuando Joe Louis noqueó a Hitler en el primer round

No, no era posible… ver en la lona al Bombardero de Detroit, no parecía posible. Venía de ganar quince peleas con 12 nocauts consecutivos. Había fulminado a varios rivales durísimos como el gigante italiano Primo Carnera, el ex campeón mundial Max Baer, el vasco Paulino Uzcudun. Tipos de acero, tremendos peleadores.

En aquella noche calurosa de junio de 1936, el Yankee Stadium –donde juegan los Yankees, pleno Bronx– los casi 57.000 espectadores, intentaron levantar a Joe Louis. Fue imposible: quien sucedía a Jack Johnson como «la esperanza pugilistica de los negros», debió escuchar la cuenta de diez segundos.

Max Schmeling, campeón alemán de todos los pesos lo había derrotado inesperadamente. Fue en el round 12. Y ese triunfo le habría camino para desafiar al campeón mundial James Braddock por el titulo mundial de todos los pesos.

A las siete de la mañana del 20 de Junio de 1936, horas después del tremendo batacazo en Nueva York, el presidente de la Alemania nazi, Adolf Hitler, convocó de urgencia a su Ministro para la Ilustración Publica y Propaganda del Tercer Reich, el también abominable, Joseph Gobbels.

Hitler, orgulloso y oportunista, le ordenó a Goebbels que convirtiese el triunfo de Max Schmeling, en un símbolo de la «superioridad de la raza aria». «Debemos sacar provecho de Max, le ganó a un norteamericano y negro, seremos campeones mundiales de todos los pesos». Y la llegada de Schmeling a Berlin mereció tributos militares a la manera del nazismo. Desfile, consignas de superioridad y discursos discriminatorios.

Max Schmeling, el ganador, el autor del hecho, siempre se sintió avergonzado del nazismo y años después, a favor de su fama y prestigio logró ayudar a muchos judíos a huir de la Alemania de Hitler.

Goebbels quería a toda costa que el campeón del mundo, Jimmy Braddock fuera a Alemania a exponer su corona. Un titulo que había obtenido tras muchos esfuerzos y sacrificios ante Max Baer. Este humilde campeón del mundo, estibador y muchas veces mendigo en el puerto de Nueva York, con dolorosas lesiones en sus manos, fue bautizado como «Hombre Cenicienta» por el periodista, cuentista y escritor Damon Runyon del New York Jornal American. Es que para Braddock haberle ganado a Baer era como haber logrado un sueño imposible…

Desde la cárcel de Alcatraz, Al Capone, quien se hallaba cumpliendo una condena de once años por evasión de impuestos, había perdido mas de veinte mil dólares apostándole a Joe Louis. Desde allí le envió un mensaje al manager de Jimmy Braddock: «De ninguna manera irás a Berlín para pelear con Schmeling». Joe Gould, apoderado de Braddock, no solo estuvo de acuerdo. Más aún, era judío, odiaba al nazismo y sabía además, que jamás le permitirían entrar a Alemania.

Estados Unidos salió de la «Gran Depresión» (1930-1932). El Presidente Franklin Delano Roosevelt lideró la recuperación económica y las diferentes actividades recomenzaron a impulsar una nueva etapa de esperanzas realizables.

Y los inolvidables héroes o ídolos de nuestra niñez, adolescencia o juventud, comenzaron a gratificar nuestras vidas.

Walt Disney estrena «Blancanieves», el enorme Carlitos Chaplin nos deleita con «Tiempos Modernos», viene «Lo que el viento se llevó» de Victor Fleming (adaptado de la novela de Margaret Mitchell), John Ford nos pone en la fila del cine de nuestro barrio para ver «La diligencia», El Gordo y el Flaco (Stan Laurel y Oliver Hardy) se meten en nuestros hogares con sus esquicios gestuales y los hermanos Marx con la hilaridad de sus diálogos irónicos.

Hitler tomará como sujeto a un noble boxeador sin odios como Max Schmeling para «demostrarle» a un mundo sin globalización que «su» Alemania , la que anexionó a Austria, la de los «Cristales Rotos en Munich, la que invadió Polonia y Checoslovaquia, la del 45 por ciento de desocupación, la que se apresta a la abyección humana de los campos de concentración, la ejecutora del Holocausto, pretende organizar una pelea para ver si logra mostrarle al mundo que el Campeón Mundial de todos los pesos es alemán.

Para ello, Hitler le ordenó a Goebbels que le pague lo que fuera a Braddock con tal de conseguir que el combate por el Campeonato Mundial de Peso Pesado se realice en Berlin. Goebbels inició una verdadera persecución sobre Joe Gould, el manejador del campeón Braddock. Las respuestas de Gould siempre resultaban cordiales pero evasivas. Hasta que Goebbels envió espías alemanes de la temible S.S a Nueva York. Estos rápidamente descubrieron que Joe Gould sería en realidad Joseph Jack Gold, judío y por lo tanto impedido bajo prohibición del Furher de ingresar a Alemania y más aún de firmar cualquier contrato.

Los agentes del Servicio Secreto alemán, recibieron entonces instrucciones de tomar contacto directo con el campeón mundial James Braddock, pasando por encima de su manager y poniendo a su disposición una bolsa sin precedentes: más de 200.000 dólares de la época sin descuentos ni comisiones.

Recibir ese dinero resultaba tan obsceno como inimaginable en un mundo deprimido económicamente y a punto de estallar.

Hitler se afirmó en Alemania, Mussolini en Italia y el Generalísimo Francisco Franco se aprestaba a iniciar su dictadura en España tras vislumbrar su cruento triunfo en la Guerra Civil.

James Braddock no se dejó seducir siquiera por el propio Max Schmeling quien viajó especialmente a Nueva York para llevar las gestiones personalmente. Braddock siguió viviendo en su barrio de New Jersey disfrutando con el jazz de Louis Armstrong, Harry James, Gene Krupa y Bix Beiderbecke, entre otros.

Joseph Goebbels «volvió loco» a Braddock tratando se convencerlo para que vaya a Alemania a exponer su titulo mundial. Pero el campeón ya se había puesto de acuerdo con su manager Joe Gould que la respuesta sería no, aún sin decirlo contundentemente. Al mismo tiempo, Joe Louis entraba en las negociaciones de una manera poco ortodoxa para el negocio. Fue así: Braddock le daría la chance a él, a Joe Louis, postergando al aleman Schmeling. Pero si acaso Joe Louis le ganaba a Braddock se obligaba a dos cosas: pagarle el 10 por ciento de todas sus bolsas futuras a James Braddock y a su manager Joe Gould; y darle la chance inmediata a Max Schmeling como primer retador a la corona mundial.

El 22 de Junio de 1937, en el Madison Square Garden de Nueva York, Joe Louis a quien James Braddock, el «Hombre Cenicienta» («Cinderella Man»), derribó en el primer round, logró imponerse por nocaut en el octavo consagrándose, nuevo Campeón Mundial de Peso Pesado.

.- ¿Como te sientes Joe?.-, le preguntaron en la conferencia de prensa. Y el Bombardero de Detroit, respondió: «Bien, muy bien, Jimmy es un gran peleador, su mano derecha es muy pesada y su gancho izquierdo rapidísimo. Pero quiero decirles que yo me sentiré campeón del mundo de verdad, cuando le gane al alemán Max Schmeling… y le daré la chance en no más de un año».

La frase llegó a Berlín. Hitler ya sabía del incipiente eje Gran Bretaña-Francia. Y no desconocía que los Estados Unidos entrarían en acción ante cualquier peligro o necesidad. La Segunda Guerra Mundial era inminente. No había tiempo para seguir utilizando la imagen de Max Schmeling como propaganda de la «superioridad de la raza aria». Y aún cuando se tratara de viajar a Nueva York para enfrentar a un negro, ya era tarde, no se podía impedir. Hitler sabía que el comienzo de la Segunda Guerra Mundial sería inminente, pues estaba decidida la invasión a Polonia. No era tiempo de insistir con la organización de un combate de boxeo.

La noche del 22 de Junio de 1938 había llegado. Era el momento en que un campeón mundial norteamericano y negro, nacido el 13 de Mayo de 1914 en La Fayette, Alabama, conocido como El Bombardero de Detroit, la ciudad de su desarrollo y sus sueños, le daría la chance al alemán Max Schmeling. Era la revancha. El bueno de Max ya lo había noqueado en el asalto 12 de aquella eliminatoria de 1936, en el mismo estadio.

Hitler había ambientado la Sala de Estar del Palacio de la Cancillería, su bunker, para el gran festejo. Mas de cien personas fueron invitadas por Joseph Goebbels para brindar por Max Schmeling, por la «superioridad de la raza aria y por la invencible Alemania». Cual ambientación de lo visto en la célebre película Cabaret, un fantástico show de música, coreografía y color, fue ayudando a los invitados para llegar hasta las dos de la mañana, hora local en que habría de comenzar la «inolvidable» pelea. Los mozos paseaban sus bandejas por la amplia sala con ostentosos manjares observando que las copas siempre estuviesen colmadas de Taittinger Brut Prestige, el champagne predilecto de Eva Braun, pues su amante, el abstemio Hitler, prefería mantenerse eufórico y despierto ingiriendo la droga Pervitin, incompatible con el alcohol.

La transmisión radial era tomada por la embajada alemana en Washington. Y desde allí retransmitida a la Sala de Estar del Bunker de Hitler en Berlín. Un funcionario iba traduciendo de manera simultánea, al tiempo que diez agentes de la SS se hallaban en el Yankee Stadium para describir todo cuanto allí sucediera con la excusa de proteger a Max Schmeling.

Las 60.000 almas vibraron aquella noche cuando Joe Louis subió al cuadrilátero. Y aunque una parte de los espectadores abucheó a Max Schmeling, la mayoría prescindió de toda manifestación política. A ellos los excitaba ver la revancha.

Joe salió con su guardia alta y armada. Max, confiado en el poder de su derecha estiró el jab zurdo como para tomar distancia. El Yankee Stadium deliraba. El Bunker, en silencio, seguía la dificultosa transmisión radial. «Van al cuerpo a cuerpo, Joe dispara los ganchos al plexo, Schmeling se ahoga, Joe le sigue pegando, Schmeling no responde, Joe no se separa, Schmeling lo agarra, Joe da el paso atrás y mete un terrible gancho, Schmeling cae, cae, el referí cuenta, Schmeling intenta ponerse de pie, la gente en el ring side se para, en las graderías hay euforia, 7, 8… Schmeling apoya su brazo izquierdo en la lona haciendo un esfuerzo por levantarse, no tiene tiempo, será nocaut, 9, out… Ganó Joe Louis por nocaut en el primer round. Señoras y señores, fue increíble, un show pocas veces visto, Schmeling aún está en la lona… lo ayudan a reincorporarse, tiene gestos de dolor, le cuesta respirar, Joe lagrimea, lo abrazan, el referí le levanta el brazo izquierdo, ha defendido brillantemente su corona y se ha vengado de Schmeling, ha sido una noche inolvidable».

Desde ese momento, Joe Louis honró su compromiso con Jimmy Braddock y Joe Gould; y les pago el 10 por ciento de todas las bolsas obtenidas a lo largo de los 12 años que significaron las 25 defensas de su reinado.

Aquel ángel de piel charolada, motas brillosas y estiradas, mirada tímida, palabra corta, nariz de ancho comienzo, piernas finas y brazos de acero, no solo le había fracturado dos costillas a Max Schmeling. Joe Louis había noqueado también a Adolf Hitler en el primer round.

Fuente: Infobae.com-Por Chesquis Bialo

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