El Museo en Jerusalem que recuerda el horror del Holocausto (VIDEO TESTIMONIAL)

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Las casi 100 hectáreas que ocupa el Museo del Holocausto en una ladera de Monte Herzl (Colina del Recuerdo), bien podrían llamarse «Monte del Conocimiento», asegura a Efe el director de la Biblioteca, Robert Rozet, por los 170 millones de documentos, 160.000 escritos publicados en 60 idiomas y medio millón de fotografías que guarda en sus cajones.

El edificio del Archivo y la Biblioteca tiene acceso directo desde la calle, que utilizan investigadores y estudiantes para revisar las copias de manuscritos y certificados que han recopilado de más de 30 países y conservan en microfilmes.

Su entrada la custodia Berthe Elzon-Babehi, de 84 años, la recepcionista y una memoria viva que narra a Efe como fue enviada por sus padres desde Lyon a los Alpes (Francia) para ocultarse con una viuda y sus hijos, tras ser advertidos de una detención por participar en movimientos de resistencia.

Viví tres años como una cristiana, iba a misa e inventaba historias para disimular. Esa mujer, Madam Massona, me cuidó y me salvó cuando la Gestapo (policía de la Alemania nazi) fue a arrestar gente a la villa», relata sobre su infancia a los nueve años. Hoy el nombre de Madam Massona se recuerda en el museo.

«Los niños somos los últimos testigos de lo que ocurrió, después de esto solo habrá libros. El tiempo que podamos daremos nuestro testimonio del miedo, la soledad y todo lo que pasamos», reivindica sobre un episodio de persecución en el que seis millones de judíos fueron asesinados de forma sistemática y premeditada por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial (1939 y 1945).

El recorrido que hacen los visitantes por este gran complejo comienza en las galerías de hormigón del museo histórico, que mediante vídeos, objetos originales y representaciones de los ferrocarriles en los que fueron trasladados, reconstruyen la cronología del Holocausto.

Pilas de zapatos de prisioneros y reproducciones de las cámaras de gas se entremezclan con audiovisuales hasta formar la narrativa que termina en la impactante Sala de los Nombres.

Este salón circular contiene las Hojas de Testimonios de millones de víctimas de la Shoá (Holocausto), con su correspondiente pasado biográfico y en un inmenso cono de diez metros de altura se exhiben 600 fotografías y fragmentos de esas páginas.

Los caminos que unen los centros y esculturas al aire libre, que componen este inmenso conjunto museístico, están rodeados de árboles frutales y vegetación que aportan algo de oxígeno a la visita.

En el Memorial de los Niños, velas encendidas apenas dan luz a la sala en penumbra mientras una voz repasa los nombres y edades de los aproximadamente 1,5 millones de menores que murieron: «5 años, 9 años, 7 años…»

En la Cripta del Recuerdo, en torno a una «llama eterna» sobre una lápida donde yacen cenizas traídas de los campos de exterminio, están inscritos veintidós de los lugares de transito y muerte de los detenidos.

El centro Yad Vashem, que recibió el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2007, continúa hoy con una campaña de recuperación de documentos particulares, con la que ha conseguido en dos años otros 2.000 artículos de residentes israelíes.

«Una de las cosas más importantes que intentamos hacer es hablar de la gente, por lo que estos documentos nos permiten construir la historia basada en relatos personales», reconoce Rozett.

Sobre el número exacto de supervivientes que quedan prefiere no pronunciarse: «¿Quién es un superviviente? ¿El que pasó por el campo y sobrevivió?, ¿el que estuvo en la ocupación?, ¿el que consiguió escapar como refugiado?», plantea.

Este emblemático museo se ha convertido en el principal responsable de garantizar que el recuerdo de la tragedia siga vivo, luchar contra el negacionismo y contrarrestar el odio que lo generó, considera Rozet.

«Muchas de las cosas que están pasando en el mundo, no puedo decir que sean como el Holocausto, pero nos hacen recordar ese episodio. La discriminación de la gente y el antisemitismo todavía están entre nosotros», lamenta. (EFE)

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