La rabina Sarina Vitas, quien fue distinguida por el Movimiento Masortí Olami como personalidad destacada del año 5778 e invitada al Annual Tribute Event, en donde fue homenajeada por la organización en la ciudad de Nueva York, habló en exclusiva con Vis á Vis y expresó sus sensaciones por el tributo que recibió.
Vitas contó lo que significa este homenaje: «Es toda una movilización. Nunca pensé que la tarea podía dar estos logros, que tiene que ver con el trabajo cotidiano y la verdad que uno no lo hace por esto, pero es una caricia al alma reconocido por quienes acompañan en la tarea, reconocido por colegas, reconocido por dirigentes que pueden ver el fruto construido entre todos viendo en la tarea de transmitir, educar, concientizar en muchas cosas de lo que es la fortaleza de nuestra tradición judía».
- ¿Qué cambió de aquella rabina de 34 años, que fue la primera en América Latina, a hoy, 13 años después?
- «Un mundo pasó. Uno a veces no se da cuenta de lo que hizo y estos son los momentos de reflexión donde uno mira para atrás y se da cuenta que decidió iniciar una carrera donde sabía que iba a ser difícil por el rol femenino. Decidí irme en algún momento de la Capital, irme de Buenos Aires y comenzar a trabajar en el interior, donde también es un desafío importante. Decidí regresar y en todo eso está el amor de lo que me acompaña constantemente, mi pasión».
«Fue un año intenso intenso para mí. Fue un año marcado por dos hitos: el de la exclusión y discriminación vivida en la AMIA en marzo en el Día de la Mujer, donde fui desinvitada y todo lo que eso generó de alguna manera de concientización en nuestras comunidades, y la distinción por el Movimiento Masortí Olami. Todavía hay que seguir trabajando mucho con el tema de género. El rabinazgo tiene que ver con el tema de educación, tiene que ver con ser maestro, tiene que ver con ser ejemplo, tiene que ver con marcar un camino y dejar una huella y obviamente una práctica en aquellos que están cerca nuestro, y no tiene que ver justamente con un esquema sexista. Uno lo va logrando a medida que consume un mensaje con sus enseñanzas, va dejando en la comunidad esa huella de que pueden cerrar los ojos y escuchar el mensaje y no ver un hombre o a una mujer. En los lugares donde yo transcurrí en estos 13 años en los cuales me recibí, lo logré, no digo que hoy sea fácil, pero digo que quienes me acompañan en la tarea pueden identificar en mí el rol espiritual, pastoral, el rol de docente, y en ese punto está el de ser rabino y termina con la distinción justamente a mis colegas. Hace muchos años que le dedico a esto con amor con pasión y construyendo esto todo juntos», afirmó Vitas.
A su vez, la rabina se refirió a los obstáculos con los que se topó en estos años: «La que mencioné de la AMIA fue la primera experiencia brusca donde me marcaron el hecho de que por ser mujer el título de rabina no podés estar o por tener el título de rabina como mujer no podés estar. En otras instancias una sabe, conoce y en algún momento hasta lo comparte y se puede mimetizar con el otro en entender que tiene otra forma de pensar, que viene de otra comunidad, que tuvo otra educación y que vamos a decir que le choca o no está acostumbrado a ver en ese rol a una mujer. Soy empática con eso, lo entiendo cuando me lo dicen. No puedo cerrar los ojos ante parte de nuestra historia. Lo que sí, entender es también que se pueda hablar, dialogar, intercambiar. No sé si para convencer, simplemente para mostrar la tradición judía. Nunca tuvo una sola voz sino que fue siempre un pluralismo de voces. Entonces en esas voces todos tiramos para el mismo lado».