A pesar de que Sabrina Hodak creció en el seno de una familia judía ortodoxa moderna de los Estados Unidos, no fue hasta los 16 años que pudo abrazar verdaderamente el judaísmo, casi al mismo tiempo que comprendió que era bisexual.
Fue una época perturbadora y confusa, porque los mismos mentores religiosos que la ayudaron a fortalecer sus creencias insistían en decirle que su sexualidad entraría en conflicto con su fe. Así lo recordó ante Associated Press esta estudiante de psicología de 19 años en la Universidad Internacional de Florida (FIU).
“Fue muy frustrante, porque también sabía que muchas otras personas religiosas creían eso”. En su diario seguía escribiendo la misma pregunta: “¿Puedo encontrar a alguien que sea como yo, que quiera ser religioso y pueda abrazar su identidad queer?”
En testimonios escritos y en video, el mensaje de los jóvenes activistas a sus compañeros también llega en un momento crucial para la comunidad, ya que estados como Florida y Texas están adoptando leyes o políticas que los marginan.
“Quiero mostrar que estas identidades no son una contradicción y que los jóvenes sepan que hay esperanza”, dijo Hodak, quien además de Beloved Arise pertenece a otro grupo, Jewish Queer Youth.
La legislación de Florida, apodada “Ley ‘No digas gay’” por los críticos, prohíbe la instrucción sobre orientación sexual e identidad de género desde el jardín de infantes hasta el tercer grado. Los partidarios dicen que los padres, no los maestros, deberían abordar estos temas con los niños; y es que los opositores afirman que la ley demoniza a las personas LGBT+ al excluirlas de las lecciones en el aula, por lo que recientemente presentaron una demanda para bloquearla.
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— Seminario Rabínico Latinoamericano Marshall Meyer (@elSeminario) August 21, 2022
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Mientras tanto, el estado Texas ordenó a la agencia de bienestar infantil que investigue como abuso la atención pediátrica de afirmación de género, una directiva que los opositores dicen que es la primera de su tipo por parte de cualquier gobernador en medio de los esfuerzos generalizados del Partido Republicano para restringir los derechos de las personas transgénero.
“Texas es definitivamente uno de los puntos calientes para los derechos anti-LGBT+. Y eso ha sido muy difícil para mí, especialmente dado que mi fe también puede ser similar, no la más tolerante”, dijo al mismo medio Roswell Gray, un joven de 16 años de Sherman que se identifica como queer y no binario y se crió como mormón.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, con sede en Utah, ha intentado en la última década crear un entorno más acogedor para los miembros LGBT+. Aún así, algunas posturas mormonas siguen siendo lesivas para la comunidad, como su enseñanza de que, si bien ser gay no es un pecado, tener relaciones entre personas del mismo sexo va en contra de los mandamientos de Dios.
“Es realmente difícil no ser quién soy”, agregó Grey, recientemente nombrado embajador juvenil de Beloved Arise. El joven ha compartido su historia como parte de la campaña, en entrevistas y publicaciones de las redes sociales, con la esperanza de inspirar a otros jóvenes homosexuales de fe y decir a las religiones que los rechazan que deberían ser acogedoras.
“La iglesia original que Cristo creó en la Tierra era realmente diversa. Enseñó a las trabajadoras sexuales y a las personas discapacitadas, a cualquiera y a todos”, aseguró Grey.
En los Estados Unidos, las circunstancias varían ampliamente para los jóvenes LGBT+ que buscan compromiso religioso. Algunas denominaciones cristianas importantes, incluidos el catolicismo y la Convención Bautista del Sur, condenan las uniones entre personas del mismo sexo y dicen que toda actividad sexual fuera del matrimonio entre un hombre y una mujer es pecaminosa. Pero miles de sitios de culto tienen políticas que incluyen a los fieles LGBT+.
También Lily Clifford, de 21 años, embajadora juvenil de Beloved Arise, se crió como bautista en Missouri en lo que ella llamó un ambiente “muy fundamentalista, muy homofóbico”. A menudo escuchaba que los homosexuales terminarían en el infierno. Ella se ha sumado al gurpo de quienes han compartido su historia públicamente.
El año pasado Clifford, que se identifica como pansexual, salió del armario mientras asistía a la Universidad de Multnomah en Portland, Oregon, y comenzó un club en el campus junto a otros jóvenes homosexuales de fe. Las reuniones son privadas porque temen represalias de otros estudiantes de la facultad cristiana.
“Si todo el mundo te dice que Dios te odia y que irás al infierno y tu familia te repudiará, o te despedirán de un trabajo religioso”, enumeró, “eso te causa mucha depresión, y te sientes aislado. Así que si aunque sea una sola persona te dice que Dios te ama, eso puede marcar una diferencia”, ilustró.
Finalmente, Christine Wehner, de 22 años, creció en el norte de Virginia y asistió a una iglesia presbiteriana con su familia hasta que se declaró gay en 2019, cuando estaba en la universidad, pues reconoció que de niña nunca cuestionó las enseñanzas de su iglesia de que la homosexualidad era un pecado.
“Una vez que me di cuenta de que era gay, dos identidades centrales, mi sexualidad y mi fe, se sintieron como si estuvieran en un conflicto profundo. Sentí que tenía que elegir uno u otro”, recordó. “Pero no pude: ambos elementos estaban demasiado profundamente arraigados en lo que yo soy”.
El resultado fueron sentimientos de culpa, vergüenza y disonancia cognitiva que tardó años en superar a través de la oración, la terapia y la orientación de mentores que la ayudaron a reconciliar su condición de queer. Ella no está involucrada en la campaña de concientización, pero habló con AP con el mismo objetivo de inspirar a otros.
“Ver a alguien en una relación queer feliz, saludable y que honra a Dios puede ayudar a aliviar la vergüenza de quien lo observa. Del mismo modo, las personas queer que no son cristianas podrían obtener así una experiencia más positiva del cristianismo”, destacó.
Vía Infobae